Cuando el fotógrafo Iván García-Martín se licenció en Comunicación Audiovisual y terminó su beca para PhotoEspaña, supo que su destino no estaba Madrid, ciudad en la que nació y estudió pero con la que no se identifica “ese día a día de velocidad de vértigo, tiempo para nada, barrios por los que no corre ni el aire y viviendas en las que vivimos como enjambres. Yo nací en Madrid pero siempre me he considerado de pueblo. Yo soy de Olmedo, provincia de Valladolid”.

Con ese orgullo de ser rural arrancó en 2007 un proyecto de fotografía documental que le llevó a recorrer muchos kilómetros con su cámara al hombro para retratar los pueblos sin vida de Castilla y León, esos que conforman lo que ahora llamamos la España Vaciada y a la que por entonces no se la prestaba la menor de las atenciones: “Ahora hay mucha información pero cuando yo empecé a hacer esas fotos, la despoblación no importaba, no existía. A mí me llegaron a decir que en Zamora no teníais ningún problema al respecto después de recorrer, por ejemplo la comarca de Sayago”.

Visionarios hay en todas partes así que Iván siguió su camino. El proyecto llamó la atención y la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León lo eligió para exponerlo en sus diferentes sedes “aunque enseguida me di cuenta de que tenía un tono demasiado pesimista y daba una visión demasiado negativa de nuestra región. Porque aunque el 80% de las poblaciones castellano leonesas no superan los 2000 habitantes, aún hay vida, sigue habiendo vida incluso en rincones donde apenas se cuentan 10 o 12 habitantes... Hay vida”

Por esa razón, el trabajo de García-Martín, que se ha podido ver en el Museo Etnográfico en las últimas horas, se ha convertido no sólo en una reflexión sobre el problema de la despoblación. También en un sentido homenaje a esos nuevos héroes del siglo XXI que resisten en las pequeñas aldeas, aferrados a su tierra y a sus recuerdos pero sobreviviendo en condiciones ciertamente adversas para los tiempos que vivimos: “Mi proyecto se llama “In-volución” porque en nuestro mundo rural no hay una evolución demográfica lógica. La poca población que va quedando es demasiado mayor y no hay natalidad. A través de mi trabajo no doy soluciones porque no las tengo pero hago una llamada a la reflexión sobre un problema que debemos atajar desde todos los frentes, con todos los medios posibles y de forma inmediata”.

El fotógrafo vallisoletano confía en las ideas y el dinero del Reto Demográfico que el Gobierno está poniendo en marcha pero todo pasa, según el artista, por cambiar nosotros mismos también: “ En países como Noruega o Finlandia con problemas serios de despoblación, los habitantes de los pueblos son verdaderos reyes. Ser rural allí es lo mejor del mundo. Nosotros necesitamos cambiar nuestra mentalidad. Durante muchos años en este país se identificó al hombre rural con un ser irracional, bruto, rudo, analfabeto... el ser de pueblo era vergonzante. Eso, afortunadamente, está cambiando. La pandemia nos ha hecho girar nuestra mirada hacia lo rural pero... aún no estamos preparados para renunciar a nuestras comodidades. La vida en los pueblos puede resultar muy bucólica pero es dura. A pesar de ello yo le sigo encontrando muchísimas ventajas”.

A Iván no le gusta el término de “España Vaciada”:“Suena a vacío absoluto que insisto, no lo hay. Hay gente en los pueblos, estamos en los pueblos. Prefiero hablar de “desierto demográfico" y Zamora sin lugar a dudas es un ejemplo claro de una problemática que vaciará los territorios pero también dejará perder las tradiciones, la memoria y nuestros recuerdos”