Ya lo tienen más que asimilado y están plenamente integrados en el curso escolar, pero todavía se les ilumina la cara al comprobar dónde están y cómo el esfuerzo de años ha merecido la pena, así como todo el camino recorrido hasta conseguir su objetivo. Son los opositores de Secundaria —hoy profesores con plaza—, quienes relatan el trayecto de años de estudio, programaciones y academias, todo ello aderezado con horas sin dormir y nervios que finalmente dan como recompensa el tener un puesto en la administración pública, dedicándose a la enseñanza.

Pilar Alonso Miñambres es una de las personas que ha conseguido en la convocatoria de este año la esperada plaza, después de la suspensión de las oposiciones el pasado año por la pandemia. “La primera vez que me presenté a las pruebas fue en 2010, a la misma especialidad de Formación Profesional que este junio, la de Organización y Proceso de Mantenimiento de Vehículos, pero apenas había estudiado”, reconoce. Ha tenido que pasar más de una década para que esta zamorana se decidiera “en serio” a probar suerte. “Estaba mucho más decidida a conseguirlo y me centré en preparar la programación”, asegura. Además, tenía la experiencia de haber impartido clases durante el pasado curso en el IES Río Duero de esta especialidad, en el módulo de Pintura. “Al tener esa práctica y con todo lo que ya sabía de mi experiencia profesional, creí que tendría más oportunidades”, reconoce.

Y no anduvo desencaminada, porque aprobó la oposición, no sin esfuerzo y un largo trayecto desde que terminara la sustitución en la que estaba. “Dedicaba todas las horas del día al estudio y estuve con un preparador que me aconsejó que me preparara yo misma los temas”.

Pilar Alonso, en una de sus jornadas de estudio. Cedida

Fueron meses intensos, en los que la familia jugó un papel esencial. “Su apoyo es fundamental para lograr tu objetivo, sin ella es muy complicado organizarse, yo estoy tremendamente agradecida”, subraya. Un apoyo que también encontró en el sindicato ANPE, al que está afiliada. “Nos atienden estupendamente, sobre todo cuando entras en esta dinámica de las oposiciones y desconoces el proceso, que es realmente complicado. Ellos te dan tranquilidad y te ayudan en todo mucho”, agradece.

A esa tranquilidad confiesa que también ayudó que, casualmente, este año las oposiciones de su especialidad se realizaran no solo en Zamora, sino en el IES Río Duero, donde había sido profesora. “Conocer el sitio del examen te hace estar más cómoda, aunque yo ya soy de por sí muy nerviosa. Y luego, teniendo en cuenta que el proceso dura un mes, es mejor poder estar en tu ciudad para todas las pruebas”, añade. En el caso de esta oposición de FP , además del examen teórico, está el apartado de problemas que hay que leerlos frente a un tribunal y dos días de prácticas. “Estas últimas pruebas son muy rápidas y hay que dominarlas para hacerlas muy bien”, afirma.

Superado todo el proceso, Alonso Miñambres está en la actualidad impartiendo clase en el CIFP Juan de Herrera de Valladolid, un centro de grandes dimensiones “y con muy buenas dotaciones”, donde está cumpliendo su sueño de “enseñar a los chavales para que aprendan”.

Natalia Zapatero, en un concierto de piano. Cedida

“El que la sigue la consigue” podría ser perfectamente el resumen de la trayectoria de Natalia Zapatero, otra zamorana que desde este septiembre tiene su plaza de docente de Piano en el Conservatorio Profesional de Música de Zamora. También fue en 2010 la primera vez que se presentó, pero aunque aprobó, se quedó sin plaza. “Hay muy pocas vacantes”, lamenta la opositora. Como ejemplo, este año al IES Isabel de Castilla de Ávila se presentaron 244 personas para seis plazas.

Después de aquella primera experiencia hubo un parón de oposiciones durante varios años. “Cuando se hacen cada dos años, como es lo habitual, estás más en forma. Además, nuestro temario cambió en 2015 y la oposición fue diferente”, recuerda.

Al menos ese primer aprobado, aunque sin plaza, le sirvió para escalar puestos en las listas y comenzar a cubrir vacantes para dar clase. “Es un aprendizaje muy necesario”, asegura. “Es cierto que cuesta entrar de interino, porque además en nuestro caso las sustituciones suelen ser muy cortas. Pero luego ganas en seguridad en lo que es la parte pedagógica en el aula y eso se nota mucho para la oposición, porque al final es en ese aspecto donde está la mayor competencia”, advierte.

Su docencia es un poco especial, puesto que en vez de centrarse en una horquilla de edad muy concreta, imparte clase a alumnos desde los siete hasta los 18 años “e incluso adultos”, añade. “Nosotros tenemos la suerte de poder ver a nuestros estudiantes crecer, por lo que incluso puedes desarrollar un proyecto educativo más extenso con ellos”, sugiere.

Tras estar en el conservatorio de Salamanca como interina, en los últimos cursos continuó en Zamora, lugar donde tiene su plaza definitiva. “He tenido mucha suerte de poder quedarme aquí, porque hay mucho potencial y podré poner en marcha algunas ideas para desarrollar en el tiempo”, aspira.