En los últimos tiempos, Ifeza se ha convertido en el recinto de la esperanza para Zamora. Durante meses, la instalación ferial acogió el grueso de la vacunación en la provincia; ahora, la presencia de citas como Ecocultura abre un camino hacia la normalidad, más allá de que la pandemia aún no haya dicho su última palabra. Esa resistencia del COVID a marcharse del todo obliga aún al uso de la mascarilla en interiores, pero no ha podido impedir el regreso de los productores ecológicos a una muestra que es una referencia para el sector.

Así lo reconocen los propios responsables de los negocios que han abierto su stand en Ecocultura durante este fin de semana. La mayoría ve en la organización de la feria un estímulo para relanzar su proyecto tras una amarga pandemia que ha bloqueado muchos canales de promoción y que ha limitado también las ventas.

Además, algunos de los productores tuvieron que lidiar con la crisis sanitaria nada más abrir sus negocios, un agravante extra para un escenario de pesadilla que tumbó proyectos, pero que también asentó ideas como la de Mercedes Castelló y Alicia Navarro. Estas dos jóvenes emprendedoras valencianas impulsaron, durante la pandemia, su iniciativa de creación y venta de snacks dulces saludables, y, lejos de amilanarse, mantienen su idea en pie y han venido a Ecocultura para seguir ganando adeptos.

Estas dos mujeres comercializan “bolitas hechas a base de dátiles, frutos secos y cereales” con sabor a café, cacao y naranja; una alternativa “saludable y apta para diabéticos, celíacos y veganos” que “encaja a la perfección” en el concepto de Ecocultura y en la tendencia que promueve una alimentación más equilibrada.

A unos metros de su stand, Pablo Fraile también lucha por mantener a flote su proyecto de piensos ecológicos en Salamanca. Lo hace como zamorano de adopción. Aquí estudia Ingeniería Agroalimentaria mientras trata de compaginar los estudios con la gestión de la iniciativa empresarial en la que está implicado de 2019.

Su presencia en Ecocultura responde a un interés por “promocionar la marca” y por convencer a sus potenciales clientes de las bondades de un producto sin herbicidas y sin fertilizantes. A su lado, una clienta habitual, llegada de Almeida de Sayago, ejerce como la mejor comercial: “Cuando les das ese pienso, las gallinas ya no quieren otra cosa”, advierte.

En otra de las zonas del recinto, Alejandro Fontanillo aspira a captar nuevos clientes para su negocio de caracoles de Sayago: “Parece que hoy ha venido algo más de gente”, celebra este emprendedor rural que siempre tuvo claro que quería generar riqueza en Villar del Buey. Su objetivo ahora es seguir creciendo y llegar a ofrecer empleo a personas de la zona.

Presencia portuguesa

También procedente de la zona cercana a la frontera, pero del lado portugués, Denis Martins despacha con la clientela desde la experiencia que le proporcionan las quince ediciones de Ecocultura que lleva a sus espaldas. Esta vez acude acompañado por muchos compatriotas. De hecho, este mismo sábado, la organización programó un monográfico sobre gastronomía del país vecino: “Estamos muy cerca y es bueno reforzar la relación comercial”, abunda este empresario, experto en la mermelada y los frutos secos.

Más allá de los stands, el público de la feria también disfruta del regreso a la normalidad condicionada por las mascarillas. Así se percibe en el escenario donde se celebran las conferencias y las catas, o en la salida, donde las bolsas llenas dejan patente que la mayoría ha ido a algo más que a mirar. Por ejemplo, Julio Esteban se lleva para Valladolid un queso de anacardos, alubias ecológicas, aceite y una pasta de turrón para untar. Le acompaña José Colmenero, de Tardobispo que, a pesar de todo, esperaba “más gente” en la feria.

La afluencia varió en función de las horas, aunque es previsible que siga creciendo hoy domingo, día de cierre, pero también de nuevas catas y conferencias y de la Ecocarrera, que pondrá el toque deportivo a una feria que ha regresado con la idea de mantenerse.