Ya son dos los veranos en los que los niños saharauis no llenan las calles de Zamora. La crisis del COVID se ha llevado por delante el proyecto que desde 1992 trae en cada periodo de vacaciones en torno a 45 niños, que durante dos meses de verano, abandonan los campos de refugiados.

Si todo avanza, se prevé que el verano que viene se recupere el programa”, anuncia Inés Prieto, la presidenta de la Asociación Zamora con el Sáhara, que anima a las familias interesadas a ponerse en contacto cuanto antes con ellos, “el tiempo vuela”, anuncia sobre la organización para hacer posible que estos niños viajen a Zamora.

A pesar de los dos veranos sin niños, desde la asociación han seguido trabajando. “Hemos volcado nuestros esfuerzos en hacerles llegar alimentos”, relata Prieto, y es que los campamentos saharauis dependen de la ayuda humanitaria que ha sido recortada como consecuencia de la crisis del COVID.

Estamos orgullosos”, cuenta la presidenta sobre la labor de la asociación durante estos dos años de pandemia. Cestas con productos esenciales han conseguido llegar a las jaimas de los niños, gracias a la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación, “que nos han apoyado” para seguir cuidando desde la distancia a los niños que, en muchos casos, son ya familia. El lazo que se crea entre los chavales saharauis y las familias zamoranas dura para siempre. “Es una experiencia que no se olvida”, comenta Inés Prieto sobre los testimonios de los participantes en el programa “cuando acoges a un niño saharaui es de por vida”, concluye. “Estos dos años de parón han supuesto que los niños que venían hayan cumplido 13 o 14 años”, edad que los excluye del programa, “han perdido tiempo que no pueden recuperar”, lamenta sobre los resultados que la pandemia ha dejado en ellos.

Desde que empezó el programa han pasado por Zamora 1.300 niños. Para ello, la coordinación entre instituciones durante estos casi 30 años ha sido primordial. Todo pasa a través de la delegación saharaui de Castilla y León, “trabajamos en contacto con la delegación, quien nos pone en contacto con los campamentos y es con quien se coordina el programa”. Todo el proceso en Castilla y León está amparado y autorizado por la subdelegación del Gobierno y el Servicio de Protección y Atención a la Infancia de la Junta. Los niños vienen con documentación y visado, y tutelados por la delegación saharaui.

Sus abuelos eran españoles”, dice Prieto sobre los vínculos que estos niños descubren al viajar a España. Los viajes ya traspasan la barrera del tiempo, y los hijos de los niños que una vez vinieron, repiten los pasos de sus padres y viajan hasta Zamora por un verano. Una triste tradición familiar para los refugiados.

Pese al miedo por la pandemia, las familias zamoranas “permanecen” en la asociación, a la espera de que el próximo verano puedan reactivarse los viajes. Aun así, Inés Prieto hace un llamamiento a quienes quieran sumarse al colectivo zamorano. “Son dos meses, es súper divertido, son niños que se dejan querer y que cuando acaba le verano aprendes más de ellos que ellos de nosotros”. A quien quiera formar parte del proyecto, Inés dice que solo tiene que ponerse en contacto con la asociación “para hacer disfrutar a un niño”.

“Los cuatro años que un niño viene lo hace siempre a la misma familia, surge un vínculo”. Pero el proyecto no acaba allí, y es que las asociaciones de toda Castilla y León se agrupan dos veces al año para volar hasta los campamentos del Sáhara y visitar allí a los niños y sus familias. “Era la posibilidad de que la familia de aquí a conociera a la de allí”.

Las familias saharauis reciben a los zamoranos en las jaimas y sus casas de adobe. “Es un acogimiento tan grande, una ilusión por que las familias de aquí lleguen allí”, explica Inés sobre el recibimiento en los campos de refugiados, donde las condiciones son extremas y las familias dependen de la ayuda humanitaria para conseguir alimentos y agua. “Es el territorio más inóspito de Argelia, el desierto del Sáhara es de piedra, seco total. No hay manera de que haya vida allí”, cuenta Prieto sobre las condiciones en las que los niños saharauis crecen.

Cuando vamos, tenemos clases para saber que podemos hacer”, explica sobre el respeto a las tradiciones y formas sociales que encuentran en los campamentos. “Son días muy felices”, concluye sobre las visitas al Sáhara. Los zamoranos acompañan a los niños saharauis durante su día a día en el campamento de refugiados, como por ejemplo, ir a la escuela. “Tienen acceso a la educación primaria a través de los proyectos de oenegés”, cuenta sobre las vidas de niños que desde la asociación esperan poder traer de vuelta a Zamora el próximo verano.