Se dice que los perros pueden ser compañeros para toda una vida, pero también lo puede ser un gato, un conejo o, incluso, una iguana. El abandono de estos animales es uno de los actos más ruines que una persona podría tener hacia uno de los seres vivos más leales que pueden llegar a haber.

Las épocas en las que más abandonos hay son en la primavera y durante el otoño”, explica Nieves Pérez, la jefa de la sede del refugio de animales Scooby, en Medina del Campo (Valladolid). Una de las causas de la dejadez de estos animales se debe al incremento de nacimientos de las camadas de gatos y perros. “Durante estos dos años, con la crisis sanitaria del COVID-19, la situación está siendo totalmente atípica”, porque el número de abandonos se ha visto reducido considerablemente. “De todas formas”, continúa Pérez, “a principios de verano, cuando ya se pudo volver a viajar e ir a otras comunidades o países, volvieron a traer animales a la protectora”.

Los animales que más llegan hasta las puertas de sus refugios son los canes, sobre todo aquellos que no tienen raza, los perros clasificados como potencialmente peligrosos (PPP), aquellos que ya están mayores o padecen alguna enfermedad. “Algunos llegan en unas condiciones deplorables, con heridas muy graves, por lo que muchas veces no llegan a contarlo”, asevera la jefa del refugio. Además, “dependiendo de las zonas” se abandonan galgos, podencos o mastines, como es el caso de la parte norte de Castilla y León. Respecto a los gatos, “su abandono es más silencioso, porque los mininos caseros se confunden fácilmente con los gatos salvajes”, asevera Nieves Pérez.

La razón que lleva a estos “animales” a desprenderse de sus mascotas, “no es más ni menos que pura irresponsabilidad y falta de cariño hacia los animales que forman parte de sus propias familias”, además de por otros factores, como la economía de los propietarios, la pérdida de interés por parte del dueño, un cambio en el comportamiento del perro, cambio de domicilio o por alergias y nacimientos de bebés.

Según Nieves Pérez, la única forma de evitar y frenar este abandono animal es a través de varias campañas de concienciación. “Lo importante es que no haya animales sin identificar, no solo con el chip subcutáneo, si no también identificados genéticamente” para que, en caso de que se encuentre una camada de gatos o perros abandonados, se pueda identificar a la madre de las crías y, por tanto, al dueño que “dejó a su suerte” a los recién nacidos. Además, considera que las condenas “por esta atrocidad deben llevarse a efecto y cumplirse realmente”.

“Cuando recibimos un animal que parece que ha sido abandonado, lo primero que hacemos es identificar al dueño a través del chip que porta”, explica la jefa de Scooby. “Una vez localizado, le notificamos que lo hemos encontrado”, ya sea por una llamada o, en caso de que no atienda a ellas, a través de una carta certificada. “Si en un periodo de tiempo el propietario no ha venido a por su mascota el asunto pasa a la vía de lo penal”, continúa, con el objetivo de denunciar el abandono y “evitar que esa persona vuelva a cometerlo”. Una vez que el proceso legal ha finalizado, la protectora trata de poner a la mascota en adopción lo antes posible, “en búsqueda de familias responsables” y que realmente quieran al animal.

Actualmente, en Castilla y León el abandono animal está penado por la ley, con multas económicas que asciende hasta 1.500 euros, mientras que a nivel nacional está condenado con penas de prisión que pueden variar entre los tres y los seis meses.