“Ocurrirán más pandemias debido al cambio climático, las migraciones y el movimiento indirecto de parásitos”, advierte Elena Laguno, miembro del Colegio de Veterinarios de Zamora.

El cambio climático es la mayor amenaza medioambiental existente. El aumento de la temperatura global y la sucesión de fenómenos meteorológicos como las inundaciones, fríos extremos y olas de calor, son algunas de sus manifestaciones principales. Ahora que la única solución posible es adaptarse o morir, conviene conocer los efectos que tiene no solo sobre el planeta y las personas, sino también sobre los animales.

El calentamiento global ha hecho que las temperaturas se mantengan bastante suaves durante el invierno y ha provocado que en verano se sucedan olas de calor de manera continuada. El deshielo de los polos está provocando la migración de ballenas, que los osos polares cada vez tengan menos superficie para disfrutar y que en la zona Ártica algunas especies de pingüinos hayan reducido su población hasta un 90%.

Las altas temperaturas están produciendo un aumento de zoonosis, la transmisión de enfermedades de animales a personas a través de mosquitos vectores. Este tipo de incidencia se registraba durante los meses más cálidos, ahora los mosquitos, al igual que las garrapatas y los parásitos, sobreviven a lo largo de todo el año.

Durante el verano, las temperaturas extremas causan serios problemas a los perros. “Si nosotros ponemos la mano en el asfalto y no podemos aguantarla ni cinco segundos el animal tampoco lo va a hacer”, razona Laguno. “Es habitual que los clientes acudan a las clínicas porque los perros tienen quemaduras en las almohadillas”, confirma, además de explicar que esto mismo se da durante las olas de frío ya que la nieve también quema.

Además, es muy importante llevar a los animales a la peluquería para que les hagan un corte adecuado. El pelo hace de barrera contra los rayos ultravioleta y si lo llevan muy corto puede aumentar el riesgo de tumores en la piel como melanomas o carcinomas. La veterinaria aclara que hay cremas solares específicas para los animales, aunque lo más recomendable es no sacarlos a pasear durante las horas de mayor temperatura y mantener siempre hidratados a los animales para evitar que les de un golpe de calor.

Otro factor en el que influye es en la muda de pelo, tanto de perros como de gatos. Por lo general, estos animales suelen tener una o dos al año, en otoño y en primavera, explica Laguno. El aumento de las temperaturas hace que al final estén “tirando” pelo sin descanso. “No es algo que preocupe demasiado, pero también es efecto del cambio climático”.

Además, el hecho de que las temperaturas se mantengan cada vez más suaves y los inviernos no sean tan fríos, afecta al papel reproductor de las mascotas provocando que estén en celo mucho más tiempo del que deberían.

El resto de animales domésticos como las tortugas, los peces o los hámsteres también sufren estas consecuencias aún sin salir de casa. El aumento de horas de luz artificial está cambiando los ritmos de nocturnidad. Al no respetar los ciclos de luz y oscuridad, el metabolismo, la alimentación y la longevidad de los animales se ven afectadas, siendo más proclives a padecer enfermedades a causa de la alteración de su sistema inmunitario.

Los efectos del cambio climático en las aves son un hecho indiscutible a la luz de los datos recopilados por observadores e investigadores de grupos de fauna a lo largo de las últimas décadas. José Alfredo Hernández, ornitólogo zamorano, asegura que una de estas consecuencias más evidente está relacionada con las migraciones.

“Desde hace décadas se observa una disminución paulatina y muy significativa del número de aves procedentes del Norte y Centro de Europa que acuden a invernar en Zamora”, relata Hernández. “Hay incluso especies que hace ya muchos años que dejaron de venir, quedándose a pasar el invierno en países más norteños”.

Uno de los ejemplos más claros se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad, en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila, donde las poblaciones invernantes del ánsar común pasaban de los 30.000 ejemplares en los años 90. En los últimos inviernos, los registros no han llegado a los 2.000.

Algo semejante ocurre con las aves que anidan en las montañas de Sanabria. “Si hace 30 años las nieves invernales obligaban a especies como la curruca rabilarga o el escribano montesino a desplazarse masivamente a las zonas llanas de la provincia, en los últimos años lo habitual es subir a la sierra en febrero y encontrar que, debido a la ausencia de nevadas, estas aves no han tenido que abandonar los matorrales serranos”.

Este cambio de tendencia en las aves migratoria provoca que con ellas se lleven las bacterias y los parásitos propios a otros lugares nuevos. Ahí es donde empieza a nacer lo que se conoce como epidemia.

Las personas cada vez viajan más a lugares exóticos y sus animales invaden el nicho ecológico de los autóctonos de la zona, por lo que entran en contacto con parásitos que a la vuelta se pueden empezar a transmitir gracias a un mosquito vector. Esto provoca que enfermedades que antes se registraban en la otra punta del mundo lleguen a España con gran facilidad.