Las piscinas, las playas o una exposición prolongada al sol sin la protección ocular adecuada pueden provocar la inflamación de la membrana conjuntiva y acabar estropeando los días de verano. La conjuntiva del ojo es el delgado tejido que recubre la superficie interna del párpado y la parte blanca del globo ocular. Cuando esta se inflama se produce lo que conocemos como conjuntivitis.

Una especialista revisa los ojos de una clienta. | Ana Burrieza

Esta enfermedad ocular es una de las afecciones del ojo más frecuentes, tanto en niños como en adultos y, aunque en un principio no genera problemas de salud graves, hay que tratarla cuanto antes con un oftalmólogo, el único especialista que conoce las enfermedades del ojo y su tratamiento.

Una joven escoge unas gafas de sol del expositor de una óptica. | Ana Burrieza

La conjuntivitis es la inflamación de la membrana mucosa dentro de los párpados. Ese proceso inflamatorio provoca que los vasos sanguíneos sean más visibles y en consecuencia el ojo se ve de un color rosado o rojizo.

Las conjuntivitis están provocadas por virus y bacterias que llegan a ser altamente contagiosas. Son varias las formas en las que se puede transmitir de una persona a otra. Entre las más frecuentes se encuentran el aire, tocar o darle la mano a alguien, al toser, al estornudar o al estar en contacto con superficies u objetos previamente contaminados y después llevarse las manos a los ojos sin haberlas lavado.

Durante el verano se acentúan las conjuntivitis a causa de diferentes motivos. Francisco Abollo, optometrista y propietario de Multiópticas Ortega, explica que durante este periodo veraniego es más frecuente contraer esta enfermedad. Para evitarlo, se recomienda el uso de gafas de natación cada vez que se realice una inmersión en el agua y evitar el uso de lentes de contacto ya que se aumenta el riesgo de infección.

Asimismo, Abollo insiste en el uso imprescindible de gafas de sol. “Los rayos ultravioletas pueden llegar a provocar una pequeña inflamación en la conjuntiva”, explica, “por ello siempre recomendamos su uso, incluso en días nublados”.

Los síntomas más frecuentes que presenta la conjuntivitis y que “nos pueden hacer sospechar” son el enrojecimiento del ojo, picor, sensación de arenilla o secreciones de pus. En caso de sentir alguna de estas manifestaciones, lo que se puede hacer es lubricar el ojo con un poco de lágrimas artificiales para que la incomodidad sea menor y automáticamente acudir al oftalmólogo para que él sea el encargado de recetar el tratamiento adecuado.

Y, aunque es cierto que en verano hay muchas más conjuntivitis que durante el invierno, existen tres tipos diferentes que tienen que ser tratadas de maneras diferentes.

La primera es la conjuntivitis alérgica. Es fácil de diagnosticar y previsible para las personas que la sufren con frecuencia. Puede producirse durante todo el año por una reacción alérgica o durante un periodo estacional concreto, como ocurre en la primavera con el polen.

La segunda es la conjuntivitis bacteriana, la más frecuente en los ojos. Empieza en uno y rápidamente se extiende al otro. Suele ser contagiosa, en términos generales, por el contacto directo con las manos infectadas o elementos que hayan tocado el ojo.

La conjuntivitis vírica es la última y probablemente la más contagiosa ya que además del contacto, el virus también se transmite por el aire a través de los estornudos o la tos. En este caso, los antibióticos no funcionan como sí lo hacen en las infecciones bacterianas. Este tipo de conjuntivitis suele aparecer generalmente en los meses cálidos y pueden llegar a presentar una sintomatología asociada como malestar general, febrícula, dolor de cabeza o de garganta.

Ante todo, Francisco Abollo recomienda acudir al oftalmólogo si se presenta cualquier tipo de molestia ocular. En el caso de la conjuntivitis, afirma que los ópticos no están capacitados para tratarla, solo pueden orientar a los pacientes que, en caso de presentar síntomas, deberían acudir a un especialista para que les recete el tratamiento adecuado y no alargar en exceso el malestar que provoca.

En cierto grado, esta enfermedad puede prevenirse dependiendo cuál sea su origen. Para las conjuntivitis provocadas por antecedentes alérgicos conocidos es fácil reducir su sintomatología con tratamientos específicos y antihistamínicos. En el caso de las víricas y bacterianas es fundamental el lavado de manos, evitar tocarse los ojos y asimismo el contacto estrecho con la persona afectada o cualquier objeto con el que pudiera haber estado en contacto como toallas o ropa de cama.

Por último, lo más importante, según señala Abollo, es el uso de unas gafas de sol homologadas para protegerse de la radiación ultravioleta. Además, recuerda, que el cuidado es los ojos es igual de importante que el de la boca, el pelo o la piel.