Solo había dos plazas disponibles para este nuevo curso en 2º de Enseñanzas Profesionales —dentro de la especialidad Española— en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma y una de ellas ha sido para la zamorana Lucía Martínez Hernández, que este próximo septiembre dejará su Toro natal, donde estudiaba en el colegio Amor de Dios, para vivir uno de sus sueños desde que era pequeña. “Tanto yo como mi familia hemos trabajado mucho para lograr este objetivo que veía tan lejos, pero que ya está aquí”, reconoce nerviosa esta joven de solo 14 años, que se trasladará a Madrid para estudiar en un centro que es referencia a nivel mundial en danza española.

Su pasión por el baile viene de lejos y recuerda que apenas tenía siete años cuando se apuntó a clases de flamenco en Toro y acudió a una feria de Abril en Morales. “Allí había un grupo tocando y cuando me vieron tan pequeña con mi vestido de lunares me animaron a que bailara. Me daba mucha vergüenza, y todavía me sigue dando, pero me arranqué y fue en ese momento cuando algo sonó en mi cabeza y en mi corazón sentí que eso era lo mío y que yo había nacido para bailar”, resume.

Con su ingreso en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma —donde se codeará con compañeros de diferentes nacionalidades que acuden a ese centro a formarse— deja atrás años de sacrificios. Este pasado curso finalizó 3º de la ESO, pero llevaba ya varios compaginando la educación reglada con su asistencia a la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León, en Valladolid por las tardes, donde estudiaba Enseñanzas Elementales, para pasar después a 1º de Enseñanzas Profesionales. “Llegaba a casa a las diez y media de la noche y, tras ducharme y cenar, tenía que ponerme a hacer los deberes de clase hasta la madrugada”, rememora.

La alumna, en una de sus clases de danza.

La alumna, en una de sus clases de danza. Cedida

Pero ha sido su tenacidad lo que le ha dado este pase al Mariemma, puesto que ha entrado no con una prueba de acceso, sino gracias a un magnífico expediente académico. Lo que le espera en Madrid es también duro, pero lo afronta con el optimismo de alguien que ve cómo sus sueños —fruto de un gran trabajo detrás— se cumplen. Tendrá un horario intensivo, con clases de baile por la mañana que incluyen asignaturas de Danza Clásica, Escuela Bolera, Danza Estilizada, Folklore, Flamenco —su preferida—, Música e Historia y, ya por la tarde, las clases ordinarias de la ESO en el Instituto Cervantes, que tiene horario vespertino especial para este colectivo de alumnos. Unas jornadas a las que ella ya está acostumbrada desde hace años y donde tan solo cambia el coche particular de su madre —con el que la llevaba a Valladolid todos los días— por una línea de autobús rumbo al instituto.

Este centro educativo está acostumbrado a preparar a estos estudiantes, pero la familia de Lucía también remarca que el que fuera su colegio hasta ahora, el Amor de Dios de Toro, siempre le dio toda clase de facilidades para que la alumna pudiera compaginar ambos estudios. “Desde el primer momento se puso a nuestra disposición para facilitar la compatibilización de ambas enseñanzas”, agradece su madre, María Inmaculada Hernández.

Igual de agradecida está Lucía con su familia, ya que reconoce que han sido mucho los sacrificios que han hecho por ella hasta llegar a este punto. “Siempre me han apoyado y me han puesto las cosas fáciles, así que creo que he tenido mucha suerte”, subraya. Un agradecimiento que se hace extensivo a su profesora Noemí García, “que ha confiado siempre en mí”, asegura.

Con respecto a lo que se encontrará en esta nueva etapa, reconoce que su mayor miedo es “encontrarme con algo con lo que no pueda y llegar a frustrarme, así que espero estar al nivel y crecer tanto bailarina como persona”, aspira.