Un souvenir es un recuerdo de un lugar, de un momento, de una ciudad. Un objeto que pretende perpetuar la felicidad de aquel viaje que quedará grabado en la memoria durante un largo periodo de tiempo y será recurrente en muchas conversaciones nostálgicas. Imanes, camisetas, dedales, tazas, cualquier objeto con forma o motivo del sitio afortunado es válido. Sin olvidar la gastronomía y las piezas más variopintas que uno pueda llegar a imaginarse encontrar.

El imán más vendido en El Rincón de Zamora con una imagen de la Catedral. | Ana Burrieza

Comprar recuerdos suele ser un acto casi obligatorio en cualquier viaje. Los que ya lo tienen interiorizado aprovechan para visitar esos establecimientos abarrotados en las calles más céntricas de una ciudad. Los más despistados acuden a última hora a la tienda de turno del aeropuerto o la estación con tal de no irse con las manos vacías. Porque siempre son muchos los que antes de un viaje piden que les traigas algo. Porque sin una nevera llena de imanes con nombres parece que uno no sabe lo que es irse de vacaciones.

Varias botellas de vino en una piedra adornadas con hojas. | Ana Burrieza

Desde el 14 de marzo de 2020, Olga Urriza, propietaria de El Rincón de Zamora, ha recibido en ayudas locales y autonómicas menos de 1.000 euros. La pandemia ha tocado a este sector de lleno y sus trabajadores aseguran que son “los grandes olvidados”.

En la Clasificación Nacional de Actividades Económicas, las tiendas de recuerdos se encuentran en el mismo grupo que, por ejemplo, una ferretería. Mientras las instituciones se han acordado numerosas veces de los hosteleros o los gimnasios durante estos largos y duros meses de restricciones, ellos se han sentido completamente invisibles.

Unos establecimientos que viven por y para los viajeros conviviendo solos y combatiendo al virus y a los cierres perimetrales.

“A nosotros nadie nos obligó a cerrar, pero prohibieron que vinieran nuestros clientes”, reprocha Urriza. “Yo tenía otra tienda en la Plaza Mayor que me he visto obligada a cerrar porque con las circunstancias era inviable. Espero poder mantener esta, pero no es seguro porque las ayudas no llegan y esto mejora muy poco a poco”.

Los negocios de los recuerdos aseguran que este verano están recibiendo muchos más turistas que el anterior, pero aún así no llegan “ni de lejos” a las ventas de 2019.

Luis Barrueco, propietario de la tienda Aperos y Viandas, además de los típicos souvenirs, también vende productos de la tierra como vino, quesos o miel. “Está la cosa muy floja, a ver lo que duramos. Han sido meses muy difíciles”, asegura Barrueco. “Podía pasar una semana y no entraba nadie, para estar aquí pasando el invierno con los gastos de calefacción y luz, decidimos cerrar. Somos tiendas de buen tiempo y Semana Santa”.

Desde el establecimiento situado en la Rúa de los Notarios, expresan su malestar ante la poca publicidad turística que se hace desde la ciudad y que repercute directamente en sus negocios. “De 100 personas que vienen, 99 me dicen lo mismo, nadie sabe nada de Zamora. Esta semana ha pasado por aquí gente de Barcelona y Bilbao que visitaban la ciudad porque era la única que les quedaba de Castilla y León. Gente de paso que llega por casualidad y se queda sorprendida con lo bonita y limpio que está todo por aquí”.

Zamora, la bien cercada. La ciudad con mayor concentración de arte románico del mundo. “Lo que hay que hacer es promocionarla, ahora más que nunca”, exige Barrueco. “Cuando viene gente de Teruel me gusta preguntarles qué tal les va desde que se conoció el nuevo partido político, todos nos dicen que va a visitarlos gente de toda España. Aquí no hacen nada”.

En verano se crean los recuerdos que nos salvan los inviernos y los vendedores de souvenirs esperan que la seña bermeja arrope a los viajeros cuando llegue el frío.