Vive un momento de enorme éxito profesional y sin embargo sigue siendo aquel chaval de la aldea ferrolana de Pantín, de origen humilde y mariñeiro, que se marchó a probar suerte en los garitos de Madrid con un puñado de canciones bajo el brazo. Desde hace varios años sus discos se venden a miles y sus conciertos son multitudinarios pero no se olvida de los tiempos en los que cantaba en el metro y más que aplaudirle, los transeúntes le pisaban la funda de la guitarra. Es el cantautor del momento. Un tipo afable, simpático y cercano que extraña los abrazos de los suyos y el roce del cariño que la pandemia nos negó. Su retranca gallega le ayuda a suavizar la intensidad de un tiempo que ya se le está haciendo pesado y largo. Ha vivido con especial preocupación y enfado lo sucedido durante este último año y medio. Su madre, su hermana y sus amigos sanitarios estuvieron en primera línea de guerra mientras él a 700 kilómetros de distancia abogaba incansablemente por la cultura segura. Con ese lema por bandera no ha parado de subirse a un escenario. Esta noche, Toro le espera con los brazos abiertos, aunque aún no tengan forma de abrazo.

– Le pillamos recién vacunado. ¿Ya tiene la pauta completa?

– Sí, por fin. Y me encuentro de maravilla, viendo por fin la luz al final del túnel

– Vacuna segura y cultura segura. Posiblemente usted haya sido uno de los artistas que más han reivindicado la vuelta a los escenarios en plena pandemia. Y de hecho no ha parado de hacerlo.

– Cierto, no he parado. Y he luchado tanto porque mi madre sanitaria, mi amiga neumóloga y los médicos y sanitarios que vienen a mis conciertos ven unas medidas de seguridad que no ven en otros lados. Yo quiero que salgamos todos juntos de esto pero las medidas que hay en los conciertos no las hay en otros sectores por lo tanto ¿cómo no voy a apostar por la cultura segura si los profesionales me están diciendo que se puede y que es imposible el contagio? Así que voy a defenderlo hasta que esto termine y podamos volver a los abrazos y a los saltos en los conciertos.

–Afronta los conciertos de pandemia sin su banda, en solitario, con la guitarra y el piano como única compañía. ¿Cómo ha sido esa vuelta al origen?

– No me quedaba otra. Hablamos de salud y eso es lo primero. Para cumplir con las medidas, si hablamos de un aforo del diez, quince o veinte por ciento es inviable ir con todo el bandón, con los técnicos pero sí puedes amoldar el directo a tu realidad. Durante muchos años mi realidad fue esa, una guitarra y mi voz. He tocado en bares para dos o tres personas incluídos los camareros y a mucha honra. Así que no me ha importado en absoluto. Era hacerlo para un aforo reducido o no tocar y quedarte en casa. Así que hacemos acústicos, tomamos todas las medidas, actuamos en sitios grandes para pocas personas. Y así se hará en Toro también. Ya recuperaremos los grandes conciertos.

– Está volcando toda su energía en ello y el público está respondiendo…

– Es que ¿sabes lo que pasa? Que estoy agotado, estoy al límite y noto a mis amigos, familiares, conocidos, vecinos de Torrelodones y de Madrid, al borde de un ataque de nervios que diría el maestro Almodóvar. El infierno comienza en marzo del año pasado y el infierno supone hablar únicamente de la parodia del parlamento, de los ertes, de los eres, del paro, de las cifras de muertos… Es una pesadilla constante que no acaba. No podemos más y la manera de evadirme de la realidad es dar un concierto. Como puede serlo ver una película, asistir a un monólogo, ir a un museo…

– ¿Recuerda su primer concierto tras el encierro?

– Jamás lo olvidaré. Fue en el Auditorio Mar de Vigo, mi primera salida a la luz, a la calle. La escena de una madre llorando y abrazando a su hija durante 15 minutos me la guardo para siempre. Llevábamos tres meses encerrados en nuestras casas. Recuerdo la gratitud de la gente, el cariño por sacarlos del encierro, por evadirlos de todo con la música.

– Uno de esos primeros conciertos fue en la plaza de la Catedral de Zamora y fue muy emocionante. Cantábamos, llorábamos y reíamos a la vez.

– Es que sin duda alguna el humor nos salva. Como te digo tengo familia que estuvo en primera fila, 48 horas seguidas sin dormir, con una mascarilla, envueltos en plásticos porque no había Epis... iY eran ellos los primeros que me mandaban desde el hospital vídeos y memes, a mí que estaba en mi sofá con calefacción y wifi.!.Y me decían: te obligo a reirte. ¿Quién soy yo entonces para tirar la toalla y rendirme, para meterme en casa y ser pesimista, cuando gente que da la vida literalmente por ti te está pidiendo que te rías?

– Su último disco, que por cierto lleva su nombre, salió a la luz también en este tiempo extraño...

– Es un disco muy sincero en el que cuento mi vida. Desde mi nueva compañía Warner me dijeron que me atreviese y lo he hecho. Soy tímido, siempre uno se guarda cosas, pero en este disco he contado lo que no me había atrevido a contar antes. Este disco soy yo, la ría, mi aldea, mis playas, mi gente, el mar... Me he atrevido incluso a poner mi cara en la portada y mi nombre al disco. Ese público que se gasta el dinero en ir a verte merecen que les muestres tu verdad. No busco hacer las cosas por agradar, por la necesidad de quedar bien con unos u con otros. Necesito estar conforme con lo que escribo, dejarme el alma en lo que escribo y eso es lo que hago.

– Tiene el alma rebelde y reivindicativa y no se calla. Mucho menos en estos momento ¿Le está pasando factura?

– No puedo agradar a todo el mundo. Habrá gente que se cabree porque digo las cosas que digo, por ser tan intenso, pero prefiero estar a gusto conmigo. No creo que sea malo perder seguidores. Lo que yo no puedo es callarme. Como nieto e hijo de gente que luchó mucho por esa palabra tan de moda que se llama libertad, no lo voy a hacer. Hay injusticias que hay que denunciar. Mi madre era una de esas personas a las que aplaudíamos a las ocho de la tarde. Y ahora vemos esos botellones, esas fiestas en discotecas sin mascarilla... Esa gente que celebraba no sé qué a gritos en la calle después de tantos muertos... Oigan ustedes, hasta aquí. Y no es gente que sea egoísta es que es mala, mala de corazón.

– Volviendo a la música, usted cantaba como invitado en los conciertos de los grandes y ahora pasa al revés. ¿Cómo se siente?

– Muy agradecido a gente como Serrat, Pablo Milanés Javier Ruibal...por poder compartir con ellos tiempo y escenario en un momento en el que en este país nos estamos olvidando de nuestros grandes maestros. Un chaval que no conoce quién es Aute, Silvio Rodriguez o Victor Manuel, lo ha perdido todo y me parece gravísimo. Yo me siento un privilegiado, por poder trabajar junto a ellos, por compartir con ellos. Soy un afortunado.

– ¿Qué le dice a los que aseguran que se ha vendido al éxito y a las grandes compañias?

– No comulgo con quien no se alegra de los éxitos ajenos. Hay gente que quiere que vuelva a cantar para quince. Pues yo me alegro de que sean más. No me puedo olvidar de mis raíces porque sigo siendo el niño de Libertad 8. . Ahora me va mejor ¡pues coño!, quien no se alegre debe hacérselo mirar.