Han sido más de treinta años al frente de la UNED de Zamora, pero ni abandona la universidad a distancia ni el ámbito educativo. Juan Andrés Blanco coge las riendas de la nueva cátedra de Población, Vinculación y Desarrollo, que arranca este curso en la delegación de la capital, donde aportará su larga experiencia en torno a los estudios sobre emigración.
–¿Ha sido difícil dar el paso de abandonar el cargo de director de la UNED en Zamora?
–No ha sido complicado en absoluto. Lo primero, porque era algo que teníamos determinado, ya que la UNED tiene un límite de edad tanto para directores como para profesores. Emocionalmente, ha sido un poco más complicado, pero ya nos veníamos haciendo a la idea el vicerrector de centros y yo, que queríamos, primero, acabar el curso con normalidad, finiquitar toda la tramitación y poder comenzar ya septiembre con el nuevo director.
–¿Cuántos años ha ejercido de máximo responsable?
–Vine cuando se creó el centro, en octubre de 1986, como subdirector, para seleccionar a los profesores tutores, y empezamos a funcionar en enero de 1987. Tras dos años de subdirector y secretario, mientras acababa mi tesis doctoral, desde 1988 y hasta la fecha, he sido director.
–¿Cómo ha ido evolucionando el alumnado?
–Empezamos con 298 estudiantes. que pasaron a 302, porque antes la gente iba a Palencia. Teníamos doce tutores y siete carreras. De eso se ha pasado a 75 tutores y más de 1.600 alumnos, con un conjunto de actividades, la puesta en marcha de la UNED Sénior, con un demanda creciente. Hemos crecido en un contexto de depresión demográfica, así que es algo significativo. Tenemos desde alumnos de han acabado la Secundaria hasta estudiantes de 90 años. Esta es la función de esta universidad para garantizar la igualdad de oportunidades, para empezar la actividad profesional, mejorarla o disfrutar el ocio culturalmente.
–Han sido más de treinta años pero, ¿podría hacer un balance de este tiempo al frente de la UNED?
–Desde mi perspectiva, ha sido muy positivo, porque la UNED te permite hacer muchas más cosas que una universidad pública al uso, también por el tipo del alumnado y las actividades que se realizan. Tienes una relación más cercana incluso con el propio entorno, desde las instituciones hasta el tejido económico y social, además de los propios alumnos. Por otra parte, debido a su esquema, haces muchas actividades académicas y culturales vinculadas al propio entorno, que, en nuestro caso, comprendía Zamora, Salamanca, el sur de León y el oeste de Valladolid.
–Además, ha ido creciendo curso a curso, en espacios y en estudios e investigaciones.
–No solo tenemos el centro de Zamora, sino que hemos creado el aula de Benavente, Béjar y Ciudad Rodrigo, además de actividades de difusión y matrícula en Salamanca y Santa Marta. Por otro lado, nos ha permitido centrarnos en problemas y realidades del entorno, como el análisis de la población, que se continúa ahora, o la incidencia en el sector agroalimentario, tratando de investigar y poner en valor lo nuestro, que es mucho, como el vino, el queso, el lechazo o el turismo rural. También hemos analizado los problemas del encaje de la propia provincia en el entorno autonómico y la conformación de esa nueva organización del Estado autonómico y sus consecuencias. En este sentido, es indudable el centralismo de Valladolid, que no lo digo como crítica, sino para constatar una realidad. Hay un dato de población que es muy claro: a la altura de 1850 Valladolid tenía 200.000 habitantes, pocos más que Zamora, que contaba con 180.000. En la actualidad, Zamora no llega a esas cifras y Valladolid alcanza 520.000. Esa tendencia no se ha reequilibrado.
–¿Qué otras iniciativas han puesto en marcha?
–Una de las más exitosas ha sido la UNED Sénior. Hay que destacar también la importante colaboración con la Diputación de Zamora desde su creación, que continúa en la actualidad, y que ha sido un elemento fundamental para la nueva cátedra. También hemos tenido buena relación con los ayuntamientos de Zamora, Benavente, Béjar o Ciudad Rodrigo y con empresas y las DO. Es decir, un contacto muy estrecho con el tejido social, humano y económico.
–Y todo gracias a su empeño.
–No es solo mérito mío, sino del gran equipo de la UNED, con sus delegados, la mayoría mujeres, el personal de las diferentes delegaciones, los coordinadores o los más de cien tutores que han pasado por aquí. Todos ellos han contribuido a tener esa actividad de estar muy presentes y que últimamente se traduce más en la UNED Sénior, con la matrícula máxima que podemos aceptar. Como novedad, en Puebla empezamos con estos cursos en septiembre.
–¿Se va con la satisfacción del trabajo bien hecho?
–Nos queda mucho por hacer, pero hemos pretendido que haya esa buena relación con las instituciones, ese apoyo, que lo sintieran como una cosa propia.
–Así que todavía deja trabajo pendiente al nuevo director de la UNED en Zamora, Antonio Rodríguez.
–Queda mucho para él por hacer (sonríe), como, por ejemplo, contribuir a una mejor digitalización. Estamos a la cola dentro del ámbito de Castilla y León y para nuestros alumnos es fundamental si queremos que tengan las mismas oportunidades, poder llegar allí con los procesos formativos. También tiene que venir la implantación de nuevos estudios, porque la sociedad del conocimiento implica renovarse en muchas cosas y contribuir a una tarea fundamental como es mantenernos y crecer. Pero no solo la universidad, sino el conjunto en el que estamos. Y eso necesita personas formadas, que se vayan adaptando cada vez más a los cambios de este mundo que no solo está globalizado, sino en perpetuo y continuo cambio. Esa es también labor de la universidad. Por otra parte, creo que tenemos que extendernos más en Salamanca, competir con el aval de nuestros 50 años a nivel nacional y 35 en Zamora el próximo año. La UNED tiene un papel significativo por delante.
Hay que incentivar esa vinculación y asociación donde está con sus lugares de origen. Tiene que ser rentable para ellos y para nosotros y luego analizar la potencialidad enorme que da el asociacionismo
–Esa red de relaciones con instituciones y empresas, ¿ha sido esencial para poner en marcha la nueva cátedra de Población, Vinculación y Desarrollo?
–Ha sido definitiva y todavía está abierta a la colaboración de nuevos participantes. Creemos que era necesario potenciar desde los centros la atención al medio rural y también la investigación y la contribución a la divulgación de las potencialidades del medio rural. Se planteó la puesta en marcha de algunas cátedras y nosotros, con el apoyo de la Diputación y la Junta de Castilla y León, veníamos dedicando mucha atención desde principios de los noventa a realidades de la emigración y lo que ello implicaba. Y fuimos descubriendo que esa emigración no era separación definitiva, ni muchísimo menos, que había mucha gente que estaba vinculada a los lugares de donde habían salido ellos o sus antepasados y que era necesario analizarlo. Creamos el Centro de Estudios de la Emigración Castellano y Leonesa, con el soporte académico de la UNED, en 2009, así que era necesario seguir en esa línea.
–¿A qué tipo de alumnos está destinada la cátedra?
–Tenemos un equipo en ámbitos tan variados como las ciencias sociales, económicas y empresariales o turismo, que también es fundamental. Vamos a establecer un título propio que contribuya a lo que puede ser la gestión de actividades turísticas en el medio rural, sin que sea un grado, para que la gente que gestiona ese tipo de turismo pueda formarse. Es algo positivo para la promoción y, al mismo tiempo, para conectar el poner en valor diferentes aspectos del turismo en el medio rural de Zamora que no se tiene en otras provincias.
–Con esa experiencia, la cátedra no podía vincularse a otro centro más que al de Zamora.
–Sin ninguna duda. Desde el rectorado vieron que teníamos experiencia previa y cuando mandamos la documentación para crear la cátedra, vieron la cantidad de publicaciones, estudios y contactos con asociaciones por todo el mundo. Además, los datos de población en Zamora reflejan ese problema de despoblamiento y el del envejecimiento y les llamó mucho la atención algo que los demógrafos conocen, que la emigración no es separación definitiva, ni muchísimo menos. Y que en este mundo cada vez más conectado, esa gente que tiene esa relación emocional, también la tiene material. De hecho, ahora estamos acabando una tesis sobre lo que los emigrantes públicamente han hecho en los lugares de donde salieron. Vamos a visualizar en el caso de Zamora y Castilla y León toda esa realidad.
–¿Qué papel juega esa emigración en la actualidad?
–Esa población vinculada, que es mucha, tiene un papel significativo que ya está jugando, con la puesta en valor de lo nuestro, como algunas formas de vida que, si a la gente se le garantiza los servicios a los que teóricamente tienen derecho, sin duda alguna en el contexto en el que estamos pueden estar interesados en ella, que es tan distinta de las que ofrecen las grandes ciudades. Pero hay que tener posibilidades económicas y servicios básicos esenciales, como sanidad, educación y atención social.
–¿Hay mucha población con esas raíces tan arraigadas?
–Hay muchos que entre sus planes tienen volver, aunque solo sea un tiempo determinado, como aquellos que regresan a su pueblo unos meses al año. Yo tengo a mi pueblo, Otero de Bodas, como una especie de laboratorio para analizar toda esta tendencia. Y también queremos compartir experiencias con las asociaciones de zamoranos que hay repartidas por España.
–¿Son muy diferentes a las de Hispanoamérica?
–En América iban más de la mano de la necesidad, de matar un poco la morriña y de recordar lo propio. En cualquier caso, hay que incentivar esa vinculación y asociación donde está con sus lugares de origen. Tiene que ser rentable para ellos y para nosotros y luego analizar la potencialidad enorme que da el asociacionismo, que está surgiendo y desarrollándose en nuestro medio rural, aunque puede ser crítico en ciertos momentos incluso. La función de la universidad es analizarlo, compartir experiencias y conocer esas potencialidades. Y todo eso no nos lo estamos inventando, sino siguiendo modelos que ya se han utilizado en otros sitios, como en la emigración italiana. Estamos contrastándolo con lo que tenemos. De hecho, en agosto habrá algunos encuentros con esos colectivos para analizar el asociacionismo.
–¿Hay que incentivar el asociacionismo?
–La acción colectiva es muy importante, no solo en el plano reivindicativo, sino para poder hacer planteamientos que contribuyan a lo que queremos, que es, primero, mantener lo que ya tenemos y, en la medida de lo posible, aumentar y también ralentizar y revertir ese proceso de decadencia demográfica con ese impulso reivindicativo de reequilibrar la región. Al menos hay que intentarlo, promocionando y poniendo en valor aspectos como el sector alimento u otros menos conocidos de la tierra. A todo eso quiere contribuir la universidad.