Teníamos cita concertada desde días atrás para hablar de música, de conciertos en pandemia, de su viejo violín armenio, de su próxima visita a Toro y de ese humor que destila, tanto en sus espectáculos como en su día a día, a pesar de los avatares de su historia. Pero en las últimas horas, el músico Ara Malikian ha saltado a esas extrañas “listas de éxitos” de las redes convirtiéndose en inesperado “trending topic” por un mensaje en su twitter personal que lo dice y lo explica todo a la vez : “En el Líbano no me consideraban suficiente “libanés” porque era de origen armenio; los armenios no me consideraban suficiente “armenio” porque había nacido en el Líbano. Cuando me establecí en Europa no me consideraban “europeo” porque no había nacido en Europa. Hace 20 años que vivo en España y tengo nacionalidad española y me acaban de descalificar un disco en los Grammy Latinos por no ser suficiente “latino”. ¿Alguien entiende algo?”.

Las redes ardieron durante la tarde noche del viernes en apoyo de este violinista sin tejado cuyo virtuosismo y magia escénica no tiene ni techos ni fronteras. Sorprendido aún por la repercusión de su mensaje, sonríe como casi nunca deja de hacerlo: “Se ha desmadrado todo un poco. Lo único que quería es denunciar cómo todavía siguen existiendo prejuicios dependiendo de dónde viene cada uno, no según quién es cada uno. Que te juzguen por no ser suficientemente “algo”… Hoy en día, en el siglo en el que vivimos y con los problemas que hemos tenido en el mundo, esto me parece muy absurdo. Se juzga el arte, no tu nacionalidad ni tus orígenes”.

Quiere dejar claro que no es una cuestión de vanidad herida: “ A mí el premio me da igual. Es evidente que voy a seguir tocando con premio o sin él pero si yo, que afortunadamente estoy donde estoy ahora mismo, recibo este prejuicio, imagina por lo estarán pasando otros emigrantes en situaciones muy difíciles. Mi denuncia va dirigida a conseguir vivir en un mundo con más respeto, con más conciencia y con más aceptación de cómo y quienes somos cada uno”.

Malikian reconoce en ese mismo tuit que le costó años estar en paz consigo mismo y aceptar ser el “eterno extranjero”. Un sentimiento que, conociendo su azarosa vida y teniendo en cuenta el generoso regalo que supone escuchar su música, no deja la bondad del resto de seres humano en muy buen lugar.

Y es que detrás de este prodigio vestido de zíngaro moderno que triunfa en el mundo entero, se esconde una de las mayores tragedias del pasado siglo. Como ha contado en otras ocasiones: “El violín me salvó la vida pero también la de mi abuelo Krikor. En 1915 sufrió de lleno el genocidio y el exterminio casi total del pueblo armenio en el que murieron más de un millón y medio de personas. Con solo 15 años mi abuelo perdió a sus padres, a sus hermanos, a toda su familia… Gracias a una buena persona que le regaló un violín para que se hiciera pasar por miembro de una banda, consiguió huir del espanto rumbo a Líbano. Ese mismo violín fue el que, casi un siglo después, me proporcionó a mí una beca en Alemania cuando en Beirut llevábamos años sobreviviendo en garajes bajo las bombas. Fue muy duro salir de mi país con solo 15 años, dejando a mi familia atrás en plena guerra, sin apenas comunicación y sin saber ni cuál iba a ser mi futuro, ni siquiera dónde iba a vivir. Pero gracias al empeño de mi padre en que luchara por ser el mejor violinista del mundo, he llegado hasta aquí. Es cierto que el violín salvó la vida de mi familia por dos veces. Pero la música jamás debería servir para salvar vidas. El arte, la cultura, la música, mejoran nuestra calidad de vida y nos hacen más felices. Pero la vida en sí es un derecho para cualquier ser humano“.

Hace más de dos años, la historia de los Malikian salía a la luz gracias al documental: Ara Malikian, “Una vida entre las cuerdas” , de Nata Moreno, cineasta y esposa del violinista, que obtuvo varios premios, entre ellos un Goya al Mejor Documental. Como contaba entonces la cineasta al periódico La Vanguardia: “Un día a principios de 2014, tras la muerte del padre de Ara, recibimos en casa 20 cajas de cartón procedentes de Marsella. No era un buen momento y ni siquiera las abrimos”. Hasta que un buen día Nata fue desembalándolas encontrándose en ellas el legado de la familia. El padre del violinista había guardando todos los retazos de historia, fotografías, documentos y recuerdos de paz y de guerra de la saga. Todo. Desde la huída del abuelo Krikor a principios del 20 hasta las fotos de un jovencísimo Ara abriéndose camino a solas en la fría Alemania. Del contenido de aquellas cajas fue surgiendo el proyecto. Durante aquel rodaje Ara regresó al Líbano después de décadas de olvido y ausencia: “ Al principio me costó hablar pero con mi mujer fue todo mucho más fácil. A veces se olvidan los recuerdos difíciles para poder salir adelante y en mi caso tenía mucha memoria borrada. Gracias a aquel viaje reviví todo de forma saludable. Fue como una terapia. Impactante y muy bonito. Pero es el pasado y yo soy un persona que vivo bastante en el presente. No quiero que me pese el pasado ni preocuparme por el futuro. Vivo y disfruto del hoy y el ahora. Son recuerdos que me emocionan pero sigo adelante”.

El impulso permanente hacia adelante ha sido una de sus poderosas armas de superviviencia. También el humor del que hace gala permanente sobre el escenario cuando, en las pausas, el virtuoso violinista se convierte en un gamberro comediante: “Es un concepto de vida para mí importante. Si uno se queda enganchado a las situaciones duras no se sale de ellas. No digo que sea la manera de superarlas pero es mi manera, reirme de mí mismo, de mis circunstancias y seguir”.

Este verano Malikian está de gira por España con su último espectáculo “Petit Garage” después de dar otra de sus vueltas al mundo aún en tiempos de pandemia: “Estábamos haciendo una gira en lugares muy grandes con 9 músicos y 15 técnicos y después del confinamientoa tuvimos que adaptar el espectáculo para hacer conciertos íntimos, de dos músicos con tan sólo violín y piano. Me di cuenta de que echaba de menos este formato. Llevamos 120 bolos desde julio del año pasado y puedo decir que sin duda están siendo los más emocionantes de los últimos años. Hay cosas que jamás había vivido antes. Intentar descifrar la reacción del público a través de la mascarilla era inédito hasta ahora. Aprendes a descifrar las emociones a través de los ojos y eso es maravilloso. Son sensaciones nuevas, un aprendizaje nuevo que me ha hecho enamorarme aún más del público. Es toda una lección de vida darte cuenta de que el arte existe gracias al público. Y por esa vibra especial que estoy sintiendo les estoy eternamente agradecido”.