Los alcaldes de los pueblos de Zamora viven estas semanas entre la satisfacción de ver sus calles llenas y la zozobra que les provocan esas mismas escenas desde el punto de vista de la seguridad sanitaria. El mensaje entre los regidores municipales consultados se asemeja bastante: los emigrados y los turistas son bienvenidos, pero tendrán que ajustarse a las restricciones impuestas y actuar con precaución para evitar disgustos de última hora, a las puertas de la inmunidad de grupo.

En ese sentido, la alcaldesa de Burganes de Valverde, Atilana Martínez, celebra que “la gente se está comportando de maravilla en su municipio”, una localidad que “está llena” y que cuenta entre sus atractivos con una cuidada zona de baño que atrae especialmente a los visitantes durante este mes de agosto: “Estaremos atentos por si tenemos que bajar la barrera para controlar el aforo”, advierte la también diputada provincial, que ya hace días que decidió reducir las fiestas a una misa. “Me da pena sobre todo por los niños”, reconoce.

En la misma línea, Jesús Lorenzo señala que, en Alcañices, cualquier evento que se pueda organizar en estas fechas se hará “al aire libre y con las distancias oportunas”. El pueblo, donde habitualmente residen 1.000 personas, ya apunta hacia las 3.000 en este mes, y toda la comarca va por el mismo camino, a juzgar por “la fila constante de coches que van llegando por la N-122”. “Las terrazas están llenas y la gente tiene que vivir, pero se ve cómo los bares tienen las mesas bien separadas”, aclara el alcalde.

En Puebla de Sanabria y en su entorno, como es costumbre, “todo está hasta arriba”. “Está bien que venga gente, pero tiene que seguir las indicaciones. Ya llevamos más de un año con esto y sabemos lo que pasa en cuanto se mueve la cosa”, analiza el alcalde de la localidad, José Fernández, que celebra el impulso que le ha dado al turismo de la zona la apertura de la nueva estación ferroviaria de alta velocidad.