La pandemia del coronavirus ha tenido un fuerte impacto social debido a los contagios que ha producido la enfermedad, pero también ha repercutido de forma muy evidente en aspectos psicológicos, debido a factores como el miedo a la patología o el confinamiento al que han obligado las restricciones. Verónica Mayado es una zamorana psicóloga clínica que ha mantenido consulta abierta tanto en Zamora como en Salamanca durante la pandemia. Profesional con amplia experiencia, ya que lleva en activo desde 1995, pertenece al Instituto del Comportamiento. Mayado ofrece las claves para entender qué ha podido sucedernos durante la pandemia, así como la mejor forma de afrontar las dificultades en una sociedad, reconoce, “blandita” que lleva mal el sufrimiento.

–¿En qué tipo de personas ha podido influir más la pandemia del coronavirus desde el punto de vista psicológico?

–Inicialmente en esas personas que estaban con cierto grado de malestar, tanto el confinamiento como después todas las restricciones han agravado el cuadro. Curiosamente quizá como fenómeno nuevo ha sido la gente mayor.

–¿Por qué razón?

–Porque habitualmente la gente mayor no suele ir al psicólogo. Si se encuentra mal acude al médico y de hecho hay muchísima población que lleva tomando desde hace tiempo psicofármacos, antidepresivos y ansiolíticos. Es lo que quieren los laboratorios, que todos nos mediquemos. Y ahora que se medican los problemas de la vida, pues hay mucha población de personas jubiladas que ya están tomando psicofármacos, pero más o menos llevaban una vida que entraba dentro de sus previsiones. Tenían su vida social, su vida familiar, incluso actividades físicas, iban al Ayuntamiento a hacer su gimnasia de mantenimiento, o quedaban con amigos a tomar un café en un bar del barrio. Y todo esto, su vida, una vida que no tenía demasiadas previsiones a la larga y que se mantenía en el día a día por ese tipo de fuentes de refuerzo y de gratificación muy importantes, se ha visto colapsada por las consecuencias de la pandemia y el confinamiento.

–¿De qué forma ha afectado la pandemia desde el punto de vista psicológico?

–Por un lado el confinamiento nos trajo dos condiciones ante las que cualquier mamífero responde mal, una es el aislamiento, la imposibilidad de moverte. Si a esto añadimos el factor incontrolabilidad e incertidumbre que son condiciones con las que el humano lidia mal, se responde psicológicamente.

–¿Respuesta positiva o negativa?.

—No podemos predecir cuál va a ser nuestra respuesta ante una situación sobre la que no tenemos experiencia previa. De hecho nos podemos encontrar con sorpresas, gente que estaba ya en tratamiento y el confinamiento le vino bien y gente que se suponía que estaba bien alineada con la vida y este cambio brusco le descolocó.

–¿Qué es lo que más les ha llamado la atención en su día a día profesional?

–En la clínica lo que nos ha llamado la atención es por un lado la gente mayor que ya he mencionado. Por otro, los problemas de pareja, que se agudizaron tremendamente, claro, como no podía ser de otra manera si había conflictividad previa. Y después las obsesiones, mucha gente obsesionada con un patrón de control exacerbado: desinfectar la compra producto por producto, con unos rituales de entrar en casa y poner en cuarentena la ropa y rociar con lejía hasta las patas de las mascotas. Es lo más llamativo en la clínica que hemos visto, mayor obsesividad, más allá de las pautas recomendables, gente mayor y agudizados los problemas de pareja.

–Hemos sido curiosamente muy obedientes con las restricciones del aislamiento obligatorio.

–Yo diría que si. El miedo es muy motivador para la obediencia. También es verdad que ha habido sanciones. Si no hubiera sanciones no sé cómo hubiéramos respondido. Pero mi sorpresa ha sido que ahora que han eliminado la obligación de llevar mascarilla sigo viendo a la mayor parte de la gente con mascarilla e la calle.

–Yo la llevo.

–Algo ha quedado en nosotros. También es verdad que ha pasado poco tiempo y un fenómeno de estos tardamos en saber controlarlo, como ocurrió con la gripe y otros a lo largo de la historia. Y este desconocimiento, esta dificultad para dar respuesta al tratamiento médico en pacientes graves, esta contagiosidad...También otra cosa que hemos observado es la gente con mucho miedo a contagiar a los suyos. Por eso a lo mejor las personas jóvenes, en las que según la estadística el riesgo es casi insignificante han tomado también muchísimas medidas de aislamiento y han reducido su vida muchísimo en relación a la afectividad, el contacto, el abrazo, el beso, las visitas, el compartir comidas. Esto también ha sido yo diría que muy relevante, esa responsabilidad de la gente más joven y de cuidar a la gente mayor.

–Las restricciones sociales, cómo nos afectan a nivel psicológico, provocan que nos interioricemos demasiado?

–Como somos seres sociales por naturaleza, es decir, nuestra condición es estar con miembros de nuestra propia especie y tocarnos, no somos pulpos, no estamos hechos para vivir así. De hecho las investigaciones muestran que los índices de enfermedad y mortalidad son mayores en personas que viven solas que en personas que viven en compañía, incluso cuando la compañía sea difícil. El contacto social es una de las fuentes de gratificación más potentes después de la comida y el sexo, está ahí en primera fila. Y si se nos prohíbe, impide o dificulta el contacto social vamos a responder anímicamente. Y dependiendo del estilo personal y la historia de cada uno es más frecuente que aparezcan cuadros ansioso depresivos. ¿Si además de eso nos ayuda a reflexionar sobre la condición humana?. Bueno, el humano.... Serían los humanos y veríamos a ver cada uno hasta donde reflexiona. La gente que reflexionaba antes pues seguirá reflexionando y el que no lo hacía ahora tampoco lo ha hecho.

–Hay cosas a las que sí hemos dado importancia, como vivir en una casa más confortable.

–El aire libre, el sol, el abrazo, el beso, la sonrisa. Esto es un bálsamo para la estabilidad psicológica.

–¿Cuándo debemos acudir al psicólogo?. ¿En España somos aún reacios a acudir al profesional cuando tenemos algún problema de tipo psíquico?

–Yo diría que cada vez menos, yo diría que puede aún quedar quien diga “yo no voy al psicólogo porque no estoy loco”. Es verdad que la patología psicológica y psiquiátrica de cuadros reconocibles es un porcentaje que está ahí. Sí es cierto que cada vez ese porcentaje aumenta, pero también los problemas de la vida. Pero cuando uno nota, siente que está atascado, que no está alineado con lo que él quiere para su vida, su pelea es infructuosa, está atrapado en sensaciones y pensamientos molestos quizá es el momento de pedir ayuda. Y un técnico, con su experiencia y herramientas terapéuticas le puede ayudar a responder de forma mucho más flexible a ese malestar. Cuando uno nota que todos sus esfuerzos son inútiles y nada mejora, quizá es el momento de pedir ayuda.

–Sin embargo, puede haber causas digamos más “objetivas” para ese malestar. La gente que acaba en Erte, que tiene que cerrar su negocio. ¿Pueden ser los causantes de problemas psicológicos o va más con la personalidad de cada uno que con las causas externas?.

–Cuando a uno le cierran el negocio o cosas de estas su atención está puesta en cómo sobrevivir a esa situación económica y seguramente el malestar va incluido pero el foco está en otra prioridad, sacar adelante la familia, el negocio o lo que sea. No se puede decir que existan causas objetivas en el sentido de que si se dan x factores generan x problemas dependiendo de x personalidades. Al final es la historia de cada uno, lo que aparece en determinado momento bien porque hay un fenómeno objetivo que se presenta de una cierta intensidad o dimensión, te abruma y te quedas ahí bloqueado o bien pueden ser pequeños incidentes que por su sumatoria te van desgastando y al final no hay fuelle para seguir adelante. O bien puede ser tu propio estilo personal porque no has podido adquirir las habilidades para responder a los problemas de la vida. Depende, no podría dar una especie de regla universal.

–¿Llevamos mal el sufrimiento. Aguantamos poco en la sociedad actual cuando nos vienen mal dadas?

–Si. Sin duda. La tolerancia a la frustración, a la incertidumbre, al dolor, es muy baja, en líneas generales. Y especialmente entre la gente más joven, que ha nacido en este contexto que le envuelve en el que se supone que siempre tenemos que sentirnos bien, siempre tenemos que estar felices, siempre tenemos que sentirnos seguros, motivados, con ganas, sentir que tenemos autoestimas potentes y cosas así. Es una sociedad volcada a eliminar el malestar, sea como sea, porque se supone que no se puede vivir con él o hacer todo lo que quieres hacer con él. Y efectivamente eso se nota muchísimo en la clínica.

—¿Nos va a pasar factura todo lo que ha supuesto el coronavirus a medio o largo plazo?

—Hablar en general es muy difícil. Habrá personas que sí. Habrá otros a los que les habrán surgido negocios propios de esta situación y les va mejor. Habrá gente que se ha tomado esto como una ocasión para dar un giro a su vida en otra dirección.... me cuesta decirlo, dependerá.

–¿De manera general?

–Podemos decir que en una cultura o sociedad blanda con este yo flotante, fluido de las redes sociales que solo busca sentirse bien, viene un fenómeno como este que aplasta, que impide, que no te permite controlar....Antes de la pandemia nosotros podíamos predecir qué íbamos a hacer para el año que viene, o qué queríamos hacer en el verano, o dentro de dos años. Ahora ya nos cuesta. Y eso plantea un horizonte inquietante para mucha gente. Y eso claro que puede traer cosas, claro que sí. Es una situación que nos obliga, y se nos va a ver el plumero, si somos flexibles o no lo somos. Es como un test, para esas personas que han adquirido esa habilidad de responder con cintura ante los problemas de la vida pues van a salir y a lo mejor están fortalecidos y aquellos que no están preparados, pues se van a quedar atrás.

–¿Cuál sería el consejo, precisamente este, ser un poco más flexibles, relativizar más las cosas?

–Hacer poco caso a lo que la mente nos dice. Empezar a desobedecer de vez en cuando las órdenes de nuestra mente, que nos dice cosas, como “no soy capaz”, “no puedo”, y empezar a contactar con lo que realmente tiene valor y significado: qué tipo de persona quieres ser, qué rastro quieres dejar, en qué quieres mejorar. Escoge aquellas cosas que te nutren, pon tus valores en marcha. Yo diría en resumen que de lo que se trata es de cambiar el foco. En vez de poner en foco en “me tengo que sentir bien, seguro”, decirse “qué tipo de persona quiero ser”.

–¿Para ustedes ha sido también un reto, han adquirido mayor responsabilidad ante algo que era desconocido?

– Para nosotros el patrón consiste en lo que la persona hace para deshacerse del malestar. Y el malestar nos da igual que sea “estoy ansioso” o “no siento nada” o “estoy muy deprimido” o “tengo miedo al COVID”. Daría igual, porque al final lo que nos interesa es cómo estas reaccionando a eso. Lo que sí ha sido dramático es ver esos casos de gente que ha perdido familiares y no ha podido despedirse de ellos, esos duelos truncados, eso es tremendo. Que tu padre o tu abuelo estén en el hospital solos, sin poder entrar.

–¿Han llegado a su consulta ese tipo de casos?

–No hemos tenido quizá demasiada gente con ese drama tremendo pero sí han sido las situaciones más delicadas, porque lo demás es lo de siempre lo que pasa es que lleva el apellido COVID.