¿Tres años de cárcel por llevar encima 4 gramos de speed y 8 de cannabis? La reciente condena de la Audiencia de Zamora a un joven de 31 años podría parecer excesiva si se toman como referencia las impuestas a narcotraficantes, esos tres mismos años de prisión tras incautárseles kilos de cocaína (2,4 kilos en un caso de la Audiencia de Palma de marzo pasado). Sin embargo, “es una idea equivocada”, precisan fuentes de la policía judicial de la Comisaría de Zamora porque, detrás de esa aparente desproporción de la pena de cárcel para una cantidad que podría parecer para consumo propio, existe un vínculo del condenado a una organización dedicada a la venta de estupefacientes que causan especial daño a la salud.

Con la cárcel en los talones

Los agentes especializados en perseguir esos delitos, la Udyco, echan “horas de investigación, de vigilancia sobre el detenido y su entorno; de escuchas telefónicas; y de seguimiento que permiten poner al descubierto grupos perfectamente organizados para la distribución al menudeo. “Se condena porque hay otras pruebas e indicios, al margen de la droga que se incauta, pruebas que indican ese tráfico”, como, por ejemplo, herramientas para pesar la droga, sustancias para “cortarla” (obtener más dosis de la cantidad adquirida). Y, “si la cantidad hallada es de notoria importancia, la condena a prisión se elevará”, apuntan las mismas fuentes. Las máximas son de entre 6 y 9 años, mientras que las mínimas oscilan entre los 3 y los 6, cuando la sustancia aprehendida, además, causa un mayor daño a la salud (las llamadas drogas duras).

La clave del nuevo funcionamiento de las redes locales en los últimos diez o quince años está en “en la notoria importancia de la cantidad”. El otro factor decisivo es que “si un traficante pequeño pierde la cantidad de droga que la red le había confiado porque es detenido, tendrá que devolver hasta el último euro perdido”. La consecuencia es que las sustancias a vender ya no se concentran en grandes cantidades en un punto determinado de distribución ni entre los camellos que se dedican al menudeo, la mayoría consumidores.

Cuadro de cantidades a partir de las que se considera que hay delito

Además de diseminar los puntos de venta por diferentes zonas de la capital, “cada vendedor puede tener entre 20 y 30 gramos de droga en su poder, justo lo que va a vender, incluso puede ir reponiendo a lo largo de la mañana o la tarde, a medida que trafica”. El objetivo es tener su poder la mínima cantidad posible si aparece la policía judicial, “por eso se abastecen de mucha menos cantidad. Ahora, tener 100 gramos de estupefacientes ya es mucho” y nada frecuente, abundan los investigadores. Eso explica que las operaciones contra el tráfico de drogas en la capital terminen con cantidades muy alejadas de los dos o tres kilos, como ocurría en los años 90 o en los primeros de este siglo.

El camello “que tiene tablas es muy difícil que acumule un kilo de drogas. Han aprendido la lección. Hace unos días nos incautamos de medio kilo de hachís pero ya es inhabitual. Y 777 plantas de marihuana”, el consumo de esta sustancia ha crecido mucho en Zamora, donde se han localizado bastantes cultivos en los últimos años. El hachís, que llega desde Marruecos, es otra de las sustancias más extendidas, mientras que la cocaína y el speed (llamada la "coca de los pobres") son las drogas de la noche en Zamora. En la capital, las redes que manejan el negocio son “grupos familiares, clanes de etnia gitana, sobre todo, en lo que se refiere a heroína, que viene de Pakistán”, y también la cocaína.

Otro indicio destacado para determinar que detrás de esos pocos gramos hay una red de venta son los ingresos que maneja el sospechoso, los movimientos en sus cuentas, o el hallazgo en los registros de sus casas de cantidades de dinero que no pueden corresponderse con su actividad laboral, apuntan a que proceden de la venta al menudeo. En buena parte de los casos, esos camellos “perciben ayudas sociales”, de modo que no pueden justificar la procedencia de esas cantidades que guardan en sus viviendas. La red les suele pagar “el servicio” en droga para cubrir su consumo.

Está también el caso del consumidor habitual “que compra un poco más y vende lo que le sobra para costear sus dosis”. Con más frecuencia de la que parece, en los registros policiales se pueden encontrar objetos o artículos robados por terceras personas, “sustraídos por toxicómanos” a los que suministra el investigado. “Se trata de artículos que receptan de los pequeños consumidores. Puedes encontrarte el arcón de la casa registrada llena de gambas y langostinos sin que sea Navidad”, bromea el experto consultado; o un patinete eléctrico.