Los zamoranos ya pueden circular sin mascarilla por la vía pública, siempre y cuando estén alejados de las aglomeraciones, algo que, por otra parte, resulta sencillo en la mayor parte de la provincia. Con la entrada en vigor de la nueva normativa, los ciudadanos podrán destapar su rostro para caminar por la calle sin miedo a ser multados, aunque deberán llevarla encima si prevén aproximarse a algún lugar donde se acumule gente o si quieren acceder a cualquier establecimiento, comercio o espacio interior de carácter público. En estos recintos, todavía imperará la ley de la prenda más icónica de la pandemia.

En todo caso, el fin del uso obligatorio de la mascarilla en espacios exteriores cierra una etapa que, por momentos, pareció interminable y mudará de un plumazo la imagen de unas calles por las que dejarán de transitar solamente personas sin rostro. Para muchos, además, los saludos dejarán de tener ese punto de incertidumbre que provocaba el “cubrebocas”, ese artículo que obliga a mirar a los ojos y a los andares para evitar confusiones.

Gente paseando por las calles de Zamora este sábado 26 de junio con y sin mascarilla. Emilio Fraile

Ahora bien, la supresión de la obligatoriedad merece algún matiz. El primero, que nadie prohíbe a los ciudadanos seguir circulando con la mascarilla si se sienten más cómodos o más seguros; el segundo, que los “momentines” para comprar una barra de pan en la tienda, para recoger un pedido o para mirar el precio de una camisa se contabilizan como acceso a espacios interiores y obligan a sus protagonistas a llevar puesta la mascarilla para poder pasar.

En este punto, algunos comerciantes de la ciudad ya han expresado su inquietud ante la posibilidad de que proliferen los clientes que, animados por la vacunación, el descenso de la incidencia y la flexibilización de las restricciones, quieran cruzar el umbral de sus puertas sin protección alguna. Aquí, la norma es clara: sigue estando absolutamente prohibido entrar en las tiendas sin mascarilla.

En realidad, lo único que se permite desde hoy es retirar la protección al aire libre y con metro y medio de distancia. Esa regla funciona como elemento básico, aunque hay matices como la posibilidad de quitarse la mascarilla en la calle junto a un grupo de personas, siempre y cuando todas ellas sean convivientes del interesado.

Quince meses de compañía

La mascarilla entró a formar parte de la vida cotidiana de los ciudadanos en marzo de 2020, de la mano del estallido de la pandemia. En las primeras semanas, su utilización estuvo marcada por las dudas acerca de su idoneidad para proteger a la población del virus y por los problemas de suministro que dieron lugar a situaciones que, vistas con perspectiva, resultan difíciles de entender. Por ejemplo, la venta de unidades a veinte euros en algunas farmacias de Zamora.

De forma paralela, algunas empresas y particulares se embarcaron en la iniciativa de fabricar mascarillas, algunas con más uso práctico que otras, hasta que las grandes firmas de distribución lograron recomponerse para dotar a los comercios de un stock suficiente para abastecer a la población. Esa reacción resultó clave cuando el uso de esta protección empezó a ser obligatorio al aire libre, siempre y cuando no pudiera mantenerse la distancia, ya en el mes de mayo de 2020.

A partir de julio, las autoridades reforzaron una normativa que seguirían endureciendo para que las mascarillas fuesen obligatorias en todo momento. Eso sí, la regulación de los precios no llegó hasta noviembre. Antes de eso, algunos zamoranos aprovecharon la cercanía con Portugal para desplazarse a Miranda do Douro a hacer acopio de unas protecciones que aún no se despiden, pero que hoy dejan de ser inseparables al aire libre.