No es un galardón cualquiera, le distingue como cantante. El laureado etnógrafo, músico y folclorista zamorano Joaquín Díaz recibió “emocionado, es muy importante para mí”, este Premio a “Toda una vida dedicada a la música” de la Sociedad de Artistas Intérpretes o Ejecutantes de España (AIE) “porque nunca antes me habían dado uno por cantar”. Por haberse labrado una carrera desde sus primeros inicios como intérprete, Díaz recuerda que el músico “es una persona que traduce sentimientos: a veces los suyos, a veces los de otros”.

“La sorpresa fue absoluta”, asegura el experto musicólogo, inmensamente agradecido “porque los propios colegas, de los que nunca he sido competencia, te reconozcan toda una vida” de entrega a la música, “aunque suene a despedida”, bromea.

Es este un galardón especialmente saboreado el Día de la Música, cuando lo recogió junto a la mítica Massiel y el grupo de sevillanas Romeros de la Puebla. “Para nada llega tarde, nunca nada llega tarde, todo llega a su tiempo”, subraya Joaquín Díaz desde su Fundación en Urueña.

Sin estar dentro del género de cantautor en la época en la que se estilaba, el etnomusicólogo zamorano subraya que “he compuesto muchas canciones que no eran tradicionales, aunque no lo he dicho”. Y remarca que dedicarse a interpretar canciones populares, que lleva recopilando desde los años 60 del siglo pasado, “no impide que se aporte algo personal” en cada pieza, “siempre hay una reinterpretación de la música”, agrega aún con el buen sabor del calor recibido el lunes en Madrid por sus compañeros. Un premio “totalmente inesperado, ni se me pasó por la cabeza que pudieran llegar a pensas en mí. Y me ha servido para saber que Massiel es más baja que yo”, comenta entre risas al recordar un acto entrañable.

Nunca se ha sentido un verso suelto en ese ámbito de cantantes e intérpretes de música no tradicional, “siempre he tenido mucha y muy buena relación con ese mundo, y con la industria discográfica”. Trae a la memoria la sección internacional que dirigió en una casa de discos, “me dediqué a traer discos de muchos intérpretes extranjeros y los editaba aquí”. Una actividad “divertida, me permitía estar en medio del meollo, al margen de mi trabajo”, el que siempre le ha ocupado en la recogida de grabaciones de campo, de la música tradicional, del folclore popular ya en el año 1966. Joaquín Díaz llegó a Madrid en el año 1967 y en 1968 ya tiene su primer disco con una compañía en la que trabajó como directivo. Llegó a “traducir textos para contraportadas” de los vinilos, en dos idiomas que domina desde muy joven, en inglés y en francés, “y a pelo, que no había Google”, comenta con sorna.

Esta distinción, que agradeció especialmente en sus redes sociales, es “un honor recibir de la AIE el premio, además en el Día de la Música”, destacó, se suma a un amplísimo palmarés como el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades en 1998, un reconocimiento más que merecido por su contribución a rescatar los acordes tradicionales y sus letras y colocarlos en mapa musical. Es, además, Premio Nacional de Fonografía del Ministerio de Cultura (1984), Premio Nacional Cultura Viva (1995), Premio Nacional de Folclore Agapito Marazuela (1997) y Medalla de Oro de la Provincia de Valladolid (2014). El prestigioso musicólogo, homenajeado por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en 2017, tiene más de 70 libros publicados. Vive en Urueña donde se encuentra la sede la Fundación que lleva su nombre, ubicada en un edificio del siglo XVIII de la Diputación de Valladolid, a la que ha cedido colecciones que pueden visitarse y consultarse, al igual que los numerosos archivos orales, escritos y gráficos, previa solicitud.