Zamora padece una crisis demográfica cada vez más acuciante y casi cada cifra que sale a la luz añade un toque de incertidumbre al futuro de la tierra. Los datos publicados el pasado jueves por el Instituto Nacional de Estadística vuelven a situar a la provincia a la cabeza de una de las clasificaciones que sirven para medir el envejecimiento de un territorio. En este caso, se trata de la proporción de mayores de 80 años que residen en un determinado lugar. En Zamora, ese porcentaje alcanza al 12,28% del total de la población. Dicho de otro modo, unos 20.700 habitantes de la provincia han superado las ocho décadas de vida.

Esta cifra tiene varias lecturas. Una de ellas, la parte positiva de comprobar cómo las personas cada vez viven más. De hecho, un zamorano que haya alcanzado la edad de jubilación en 2020 tiene una esperanza de vida de casi 21 años desde entonces, un dato mucho mejor que el de hace unas décadas, a pesar de que la perspectiva se haya visto ligeramente recortada con respecto a 2019 a causa de los efectos de la pandemia.

La parte mala de esta realidad es que Zamora se llena de personas cada vez más mayores mientras se vacía de jóvenes, lo cual dificulta cualquier amago de reacción demográfica. La proporción media de mayores de 80 años en España apenas supera el 6% del total de la población, lo cual quiere decir que la provincia duplica la cifra promedio del resto del país.

En general, España y Zamora han percibido los efectos del COVID en la estadística de octogenarios, nonagenarios y centenarios, que se han visto más afectados por la enfermedad que otros grupos de edad, pero ese dato coyuntural no frena el avance del envejecimiento, como se percibe en el hecho de que la provincia haya vuelto a incrementar su cifra de mayores de 65 años, ya son casi uno de cada tres habitantes, y de mayores de 70, casi uno de cada cuatro.

Problemas de natalidad

Ese aumento de la proporción de personas mayores en el territorio deja en minoría a las personas en edad de tener hijos. De ahí que la natalidad siga desplomándose año tras año. De hecho, la tasa de Zamora es la más baja de todo el país, con 4,68 nacimientos por cada mil habitantes. Según el INE, tan solo vinieron al mundo 798 bebés en todo 2020 en la provincia; en el lado contrario, murieron 3.230 personas. El lastre del saldo vegetativo resulta muy pesado.

Además, para poner en contexto el descenso del número de nacimientos en los últimos años, la tasa de natalidad juega un papel clarificador. Hace solamente cinco años, la cifra se situaba en 5,13 alumbramientos por cada mil habitantes; hace una década, en 6,12; hace un cuarto de siglo, en 6,53; y cuando se empezaron a elaborar estas estadísticas, en 1975, en 11,19. Es decir, más del doble que en la actualidad, según el INE.

Estos datos han llevado a algunos expertos y políticos, como el propio vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, a poner el foco en las políticas de atracción de población más que en las acciones destinadas a fomentar la natalidad. El planteamiento se basa en el hecho de que determinadas zonas han alcanzado un nivel de envejecimiento tal que, por mucho que se incentiven los nacimientos, ya no hay opciones de que esas medidas tengan efecto: “A partir de los 60, las políticas de natalidad no tienen éxito”, resumió recientemente, con retranca, el propio Igea.

En todo caso, lo cierto es que la provincia mantiene las tendencias que la sitúan como una de las zonas más envejecidas de la Unión Europea en las próximas décadas. La pérdida de población y de gente joven lastrará el futuro mientras nadie le ponga remedio.