Lorenzo Caprile se felicitó ayer en Zamora porque las nuevas generaciones de profesionales de la moda se hayan “liberado del lastre” que identifica el traje tradicional con el franquismo, la sección femenina, y que “vuelvan a inspirarse sin ningún complejo en nuestras tradiciones”, indicó ayer en la inauguración del Festival de Indumentaria Tradicional, organizado por la Agrupación Belenista La Morana, con el patrocinio de la Diputación Provincial y de la Fundación Caja Rural. Una cortapisa de la que no hay rastro en diseñadores internacionales como Carolina Herrera o Balenciaga. “¡Por favor, vamos a quitarnos esa caspa!”.

–¿Qué se lleva Caprile de esta variedad de trajes tradicionales de la Vía de la Plata?

–La riqueza patrimonial. Es una pena que los profesionales aun tengamos este complejo, no solo de la moda, sino del diseño textil, de la decoración, de la artesanía, que no nos atrevamos a saquear nuestro patrimonio histórico.

–¿A copiar?

–A copiar..., como decía Picasso, los mediocres copian; los genios, saquean, o sea, hay que saquear. Me da muchísima pena que estemos lastrados por ese prejuicio de un momento histórico que ya pasó y se ha superado, vamos a seguir con nuestra vida, esa es una parte muy pequeña de nuestra historia. Los profesionales de la moda debemos quitarnos estos complejos tontos porque todos los internacionales cuando se han acercado a él, lo han saqueado, no hay año en el que en las pasarelas no se vea, Balenciaga, Óscar de la Renta o Carolina Herrera, todos. Alguno de nosotros nos atrevemos a poner un mantoncito de manila, un bordadito, un picado y nos llaman desde fachas a franquistas. ¡Ya está bien, vamos a quitarnos esa caspa, por favor!

–Comenzaba su intervención inicial haciendo un alegato para que esta indumentaria tradicional no se pierda, ¿existe reticencia a incorporar elementos de estos trajes a diseños actuales?

–Sí, debemos desprender estos trajes de ese tufillo, de prejuicios, que vuelvan a ocupar el lugar que les corresponde. Tenemos un patrimonio cultural, no me atrevería a decir único en el mundo, pero sí en Europa. Hay que conservarlo, estudiarlo, promocionarlo, y no sentirnos acomplejados tontamente por el recuerdo de algo que pasó hace muchos años, se sacó de contexto.

Los nacionalismos uniformizaron los diseños a finales del siglo XIX y se perdió riqueza en las ropas y matices

–De las piezas que ha visto, ¿hay alguna que le haya llamado especialmente la atención?

–Como soy un poquito urraca, siempre me voy a los bordados y a todo lo que es el trabajo de picados, técnica que me apasiona, la he intentado reproducir en el taller a veces con poca fortuna. Los matizados, esa combinación de las dos técnicas me parece impresionante; y todas las aplicaciones de azabache. Por supuesto, los volúmenes en los que se inspiraba Balenciaga, con dos cortes y patrones muy sencillos, pero que guardan el peso de los siglos y la maestría. Cuando logras la comunión perfecta del patrón y el material consigues ese volumen y esa estructura: un objeto en tres dimensiones maravilloso con muy pocos elementos.

–¿Se puede decir que estos trajes conservan la esencia del arte de la costura?

–Es que el origen de nuestro oficio está aquí, estamos hablando de tradiciones milenarias que se han fosilizado.

–Dice Ana Guerrero Melguizo, del Museo del Traje de Madrid, que el vestido tradicional se ve condicionado en su evolución por los nacionalismos.

–A partir del XIX creo que, para resaltar e incidir en las características especiales de cada sitio, se hizo un trabajo de intoxicación, idealización y de amalgamar tendencias y matices en un traje concreto, y se perdió riqueza, más que evolución.

–¿Se uniformizó la indumentaria en cada territorio como seña de identidad?

–Cada pueblo, cada comarca, cada valle tenía sus características. Ana lo ha dicho, dentro de un mismo pueblo cada artesana tenía su gusto personal, había una tradición de hacer las cosas de una manera, pero cada persona le daba su toque.

Las marcas globales nos han enseñado, a mí el primero, a vestir bien sin gastar mucho, a jugar con la ropa, eso tiene cosas buenas y malas: todos vamos igual de mal vestidos

–Destaca como característica, la funcionalidad de las prendas.

–Reflejan muy bien los oficios; si se es jefe u obrero; los momentos del día; si se tenía o no dinero; si se era viuda o soltera, eso también es diseño.

–¿Cómo está ahora el mundo de la moda, en crisis?

–Patas arriba, para las nuevas generaciones hay otras prioridades: viajar, formarse, tener una casa más bonita, si la pueden comprar, comer mejor, cuidarse. Una serie de marcas globales nos han enseñado, a mí el primero, que te puedes vestir bien sin gastar mucho y cambiar cada temporada, jugar y divertirte con la moda sin un coste elevado. Eso tiene sus cosas buenas y malas: todos vamos igual de mal vestidos.

–¿Y la creatividad?

–Esa es una palabra muy sobrevalorada y más en el mundo de la moda. Si por creatividad entendemos inventar algo que no se haya visto sobre la faz de la tierra, que vean estos trajes y nos lo digan.

Conozco muy bien Zamora y su provincia, de chiquitín iba a los campamentos del Lago de Sanabria, y tengo amigos en Aliste, me encanta la gastronomía y el vino

–¿Qué es lo que más aprecia de Zamora, que conoce bien?

–De chiquitín venía a los campamentos del Lago de Sanabria y conozco bien Aliste, tengo amigos. Después de ver los trajes maravillosos, diré que se come fenomenal y tiene unos vinos buenísimos.

–¿Inspirarán alguno de sus próximos diseños o colecciones?

–Seguramente, igual sí.

–¿Ha aprendido algo?

–Muchísimo, de volúmenes, de proporciones.

–¿Volverá el programa Maestros de la Costura?

–Creo que sí, todo apunta a una quinta temporada.