El barrio de San Lázaro despidió ayer a Carlos Ramos Mediavilla, uno de sus vecinos más queridos, aunque muchos lo conocerán, sobre todo, por el sobrenombre cariñoso de "Churri", fallecido el pasado miércoles a los 58 años de edad. Sanlazarino de pro, semanasantero y amante de todas las tradiciones zamoranas, Carlos Ramos había trabajado en la empresa Zamora Limpia, era voluntario de Cruz Roja pero, sobre todo, formaba parte de ese paisanaje que da valor auténtico a la raíz y al sentimiento de Zamora. Llevaba la música en el alma y formó parte tanto de la banda de tambores de la Cofradía del Silencio, de la del Consorcio de Fomento Musical y, más recientemente, de la de Nacor Blanco. Sus compañeros no faltaron ayer en la despedida, numerosa, aunque ateniéndose a las restricciones sanitarias, en las que el dolor se mezclaba con el sentido del humor que caracterizaba también al sanlazarino. Tras ser velado en el tanatorio Sever, el féretro con los restos de Churri fue recibido a la entrada de la iglesia de San Lázaro a los sones de Thalberg, marcha que tantos Viernes Santos escuchó cuando ejercía de merlú en la Congregación. En presencia de su querido Jesús en su Tercera Caída y de la Virgen del Yermo, cuya cofradía ocupaba también parte de su corazón generoso, desde donde esté, habrá disfrutado de las marchas que sonaron durante la celebración litúrgica: Nazareno de San Frontis y La Cruz. La salida del féretro no podía ser de otra manera para quien tanteó suerte como novillero. Si el funeral se celebró a la torera hora de las 5 de la tarde, entre lágrimas, los compañeros de Nacor Blanco, le dedicaron el pasodoble taurino por excelencia: El Gato Montés. Churri deja un hueco en el corazón de todos los que le conocieron, y un espacio más en esa tierra zamorana que amaba y cuyas tradiciones veranaba. Descanse en paz.