Los dos alumnos que denunciaron abusos sexuales del fisioterapeuta del colegio de educación especial Virgen del Castillo “han expresado los hechos de forma espontánea”, por ello el relato “tiene más valor, es creíble”, además de ser “consistente y compatible” con la experiencia que tuvieron entre 2016 y 2017, destacaron la psicóloga y la trabajadora social del equipo psicosocial de los juzgados durante el juicio celebrado ayer en la Audiencia Provincial. Esa “eclosión de los hechos”, sin que nadie hubiera preguntado nada a los dos alumnos, uno de ellos autista y con parálisis cerebral y la niña, menor de edad, con el síndrome “Prader-Willi”, fue el origen de la denuncia contra el profesional, de iniciales J.A.F., porque son “un indicio suficiente de que narran hechos compatibles con la realidad, consistentes en lo esencial”, explicaban las peritos judiciales.

“Relataron lo vivido”, concretaron ambas expertas a preguntas de la Fiscalía, de la acusación y de la defensa, para concretar que ninguno de las dos presuntas víctimas “tiene capacidad de reflexión y de cálculo” para inventar unos hechos de ese calibre, “si no fuera cierto habría contradicciones”, sin embargo, “un año después la niña sigue manteniendo lo mismo”, al igual que el varón que tenía 19 años cuando se interpuso la denuncia.

"La niña tiene poca capacidad de imaginación para inventar un relato con continuidad en el tiempo", según la psicóloga del equipo psicosocial de los juzgados

De nuevo, insisten en que los detalles de los abusos que los dos discapacitados dicen haber sufrido pueden haberse perdido condicionados por su capacidad cognitiva limitada y por los meses transcurridos desde que tuvieron lugar entre abril y mayo del curso 2016-2017. Las dos profesionales coincidieron con las conclusiones de los expertos de la Unidad de Atención a Víctimas con Discapacidad Intelectual (especializada en la prevención e intervención en casos de abuso o maltrato) que valoraron las capacidades de los alumnos del Virgen del Castillo para prestar testimonio de forma veraz. Ese equipo utilizó idéntico término al referirse a la versión de la niña, la primera que contó a su madre que el fisioterapeuta “me tocaba los pelillos, ahí”, en referencia a los genitales. La menor “relató lo vivido”, concretaron tajantes.

Estos expertos incidieron en el juicio, como en sus informes previos, en que la menor “no puede dar muchos detalles” del supuesto abuso por el síndrome “Prader-Willi” que tiene diagnosticado. No obstante, los integrantes de la Unidad, cuyo informe sirve como base para el interrogatorio policial y judicial, agregaron que la niña “tenía un pensamiento concreto, poca capacidad de imaginación para inventar un relato con continuidad en el tiempo”, incluso, al contrario, “el paso del tiempo puede juegar en contra y se pierden detalles”.

El que aún es fisioterapeuta del Centro de Educación Especial sostiene que jamás estuvo a solas con las dos presuntas víctimas en la sala del colegio donde les trata y que siempre trabajaba con otra profesional en la misma habitación, “a veces incluso en presencia de otros empleados del centro”, como enfermeros.

El profesional, para quien la Fiscalía exige 8 años de prisión y cuatro sin poder ejercer la profesión, se negó a contestar al Ministerio Público y a la acusación particular en el juicio que sigue la Audiencia Provincial contra él. En su corta intervención y siempre a preguntas de su abogado afirmó que nunca dio masajes a la alumna sin ropa interior y que su trabajo sólo se centraba en ejercicios para movilizar la espalda. Actuaba del cuello a las lumbares, ya que la menor tenía una doble escoliosis.

El imputado, que solo contestó a las preguntas de su abogado, afirma que "nunca estuve solo con los alumnos, a veces incluso estaban enfermeras"

Por lo que respecta al otro alumno y denunciante, el imputado concretó que le manipulaba solo las extremidades inferiores de la rodilla para abajo, sin embargo, el joven, autista y con parálisis cerebral, manifestó a su madre que el fisio “me toca”, lo hizo de forma espontánea y le mostró cómo lo hacía, al igual que a su padre, con la misma expresión e idéntico gesto, declaró el matrimonio en la vista oral. El testimonio de las víctimas se produjo a puerta cerrada a petición de los padres de los dos discapacitados.

Una enfermedad que puede llevar a realizar “mentiras, pero muy inocentes y sencillas”

El síndrome “Prader-Willi” que padece la niña que “contó inocentemente, sin darle importancia,” los presuntos abusos sufridos por parte del fisioterapeuta del Virgen del Castillo ocupó gran parte de los argumentos de la defensa del imputado para hacer especial hincapié en que la menor miente para conseguir lo que se propone. Una interpretación que los expertos que entrevistaron a la alumna echaron abajo porque, precisamente por eso síndrome “no tiene capacidad de abstracción, pensamientos abstractos”, es decir, las mentiras que puede decir “son sencillas, muy inocentes, no elaboradas y para conseguir un beneficio inmediato”, como la comida, una de las obsesiones que se derivan del “Prader-Willi”. Aún así, los padres contaron que “siempre acaba contando lo que ha hecho o deja pistas” para que la descubran.

Los progenitores hicieron especial hincapié en la imposibilidad de que su hija se hubiera inventado los abusos porque “desconoce lo que es el sexo, tiene hasta dificultades para discernir los órganos genitales de uno y otro sexo”. Una circunstancia que también pudieron comprobar las integrantes del equipo psicosocial de los juzgados, “es muy raro que si no ha vivido la experiencia pueda contarla por su discapacidad y su no experiencia” en el terreno sexual. y los de la Unidad de Atención a Víctimas con Discapacidad Intelectual.

La defensa insiste en que los niños fueron dirigidos por sus padres

El abogado del fisioterapeuta trató de demostrar que los dos alumnos del Virgen del Castillo fueron dirigidos por sus padres para que testificaran en contra de su cliente. Una línea de defensa que contradijo con firmeza el equipo de la Unidad de Atención a Víctimas con Discapacidad Intelectual (especializado en casos de abusos y maltrato a discapacitados). Y lo hizo en base, precisamente a las características del espectro autista del joven que tiene actualmente 23 años y del síndrome que padece la menor, a quienes “no se les puede aleccionar, dicen siempre lo mismo”.

"Mi hija desconoce lo que es el sexo, tiene hasta dificultades para diferenciar los órganos de uno y otro sexo", explicó la madre de la niña que denunció

En el caso de la menor, el equipo psicosocial de los juzgados agregó que debido a “su desarrollo madurativo y sexual, más retrasado por su síndrome, es imposible que use como estrategia la mentira”. Los padres llegaron a contar que “basta que tú le digas que haga o diga una cosa para que haga lo contrario” y que “si se le mete algo en la cabeza no hay manera” de que haga lo contrario, agregó la madre del joven autista.

La huella de la memoria y los posibles errores en los recuerdos

La defensa quiso conducir a las dos peritos judiciales hacia la conclusión de que la menor podría haber fabulado sobre los dos abusos sexuales que relató a la madre echando mano de la teoría de la huella de la memoria, de la imprecisión de la misma con el paso del tiempo. Frente a ese planteamiento que trata de desvirtuar la versión de la niña, la psicóloga explicó que, “desde el punto de vista del testimonio, puede haber errores en la reconstrucción de los recuerdos, pero en detalles, que se pierden con el tiempo, no en el núcleo del relato”. Por tanto, “aunque ninguna ciencia es exacta y la psicología tampoco, esa dificultad no le quita valor al testimonio de la menor” que "contó lo que vivió” sin ser consciente de la gravedad de esos posibles hechos. Por tanto, si la ropa interior se la bajó o no antes de los supuestos tocamientos en los genitales, es uno de esos detalles a los que la presunta víctima no daría relevancia. “Recordar y evocar, puede dar lugar a confusión en si llevaba o no puesta qué ropa” en ese momento.