Cualquier alteración de la vida cotidiana genera ansiedad y potencia los trastornos de la conducta alimentaria. El COVID ha sido un gran imprevisto, “antes del virus estaba más segura, tenía bastante controlado mi trastorno alimentario, pero esta situación te hace recaer. El estrés está detrás" y el coronavirus ha sabido cómo inyectar ese mal moderno a borbotones, abunda Ana (nombre ficticio), afectada por esos trastornos. A ella y a muchas más: no hay que olvidar que una de cada cuatro adolescentes y jóvenes zamoranas sufre este grave problema.

Como con Ana, que encontró un gran apoyo en Azayb hace tiempo, esta asociación zamorana que ayuda a personas con anorexia y/o bulimia, trastornos “muchas veces unidos”, junto al de “los atracones”, menos popularizado, está trabajando intensamente en pandemia para que esas familias y sus hijos no se sientan solos.

Azayb ha visto crecer en estos meses de pandemia, en un alto porcentaje, el número de llamadas de padres solicitando ayuda, preocupados porque su hija o su hijo presentaba algún trastorno de este tipo que la estrecha convivencia traída por el virus ha puesto al descubierto y del que los progenitores ni sospechaban. “Han aumentado las consultas, tenemos más llamadas, familias angustiadas que no saben cómo manejar el problema”, explica su presidenta, Pasión Guzmán, que conoce a fondo a través de una allegada las fases por las que se pasa hasta la “difícil y costosísima recuperación”.

Victoria López, psicóloga

Victoria López, psicóloga

Ese esfuerzo se mantiene durante toda la vida, “no te recuperas nunca, es como una adicción”, destaca Ana, quien describe a la perfección cómo funciona la psicología de las personas con esta conducta, “ese juego mental en el que tú controlas, te refugias en aquello que controlas y con lo que te sientes segura, en mi caso, el trastorno bulímico o de anorexia, de pende. Te metes en tu jaula, pero te tiene encadenada, buscas la calma y la encuentras ahí”, agrega.

Pero ese control solo es momentáneo, después llega “la culpa, “he vuelto a fallar, no voy a ser capaz”. Y el autocastigo otra vez, la baja autoestima”. Detrás de estas conductas hay “niñas con un coeficiente intelectual alto, sensibles, con un alto nivel de exigencia”, indican Pasión y la psicóloga de la Asociación, Victoria López. Los niños son “muchos menos, pero comienzan desde hace unos años con la vigorexia”.

Mari Ángeles, madre de afectada

Mari Ángeles, madre de afectada

El estereotipo de que estas niñas y jóvenes tienen esa conducta porque “quieren estar más delgadas o guapas, hay que desterrarlo. Eso solo es el envoltorio, no la raíz”, Enma, otra afectada, se remite a otro trasfondo, “la inseguridad. El problema es de raíz, hay que tirar y levantar capas y capas para llegar al fondo”. Y es que “vivimos en el negocio de la delgadez”, apostilla Victoria, la psicóloga. Y “la autoexigencia, la mayoría queremos ser perfectas en el sentido de cumplir las expectativas que los demás tienen en mí y me esfuerzo por ello”. En definitiva, “te maltratas para tratar de conseguirlo, pero nunca llegas a ese nivel porque siempre hay más metas”. La psicóloga abunda: “se trata de la intolerancia a la frustración, la autoexigencia para complacer al otro y a ti mismo para que te quieran. Y nunca estás satisfecho porque no se valora lo conseguido, sino lo que te queda por conseguir”. Pero quienes sufren estos trastornos alimentarios, “con la comida sí pueden controlar”. También “es un refugio”.

Enma, afectada

Enma, afectada

En esta pandemia, la mayor convivencia del núcleo familiar genera “conflictos y mucha más ansiedad en el menor que sufre el trastorno porque los padres al estar más tiempo en casa les controlan más. Ha habido más consultas”. Pero la anorexia y la bulimia siguen siendo “un tema tabú”, explican desde Azayb, que ayuda a las niñas en esas situaciones y a sus familias, en las que “las madres llevan el 99% de la carga”, recalcan. Poner fin a estas situaciones requiere educación porque “¿quién no ha hecho dieta alguna vez para perder kilos? Es un negocio muy rentable y la presión social a todos los niveles está ahí”, recalcan, “todo está montado en esta sociedad en torno a la estética, el cuerpo cambia en la adolescencia y los escarceos con la comida tienen que ver con eso, está en el origen de este tipo de trastornos de la conducta”.

Mar Gallego: “El virus puede ser un trampolín del problema”

La pandemia no necesariamente tiene que ser la causa del aumento de los trastornos de la conducta alimentaria entre niños y adolescentes, “puede ser el trampolín que dispara el problema”, explica Mar Gallego, psicóloga infanto-juvenil zamorana. Las circunstancias de vida impuestas por el COVID, puntualiza, “son de alta tensión para todos y se precisa una buena gestión emocional para sacarla adelante con éxito”. Apunta que “esta vulnerabilidad” que genera la nueva normalidad, “amplifica” algunas dificultades, “ya se habla de pandemia psicológica”. En cuanto al trastorno alimentario, “es muy habitual la presencia de otros trastornos emocionales”.