Joaquín Gallego forma parte de la terna que decidirá el futuro de la Marca Zamora el próximo 23 de mayo. Dicho de otro modo, este diseñador gráfico, con una brillante mochila de experiencias profesionales a sus espaldas, será uno de los tres encargados de escoger el sello que se convertirá en la imagen de la provincia tras la resolución del concurso público convocado por Zamora 10. El artífice de la imagen que representa a la Universidad Complutense de Madrid o del desarrollo de identidad de Banesto tendrá que elegir, junto a sus compañeros, entre las 58 propuestas recibidas y ya anticipa que no será sencillo hallar el elemento ideal que se busca.

–Con la experiencia que tiene a sus espaldas, ¿cree que es complicado hallar la marca que encaje a la perfección con un territorio?

–Sí, es un trabajo muy específico y muy complicado. Tiene que representar la idiosincrasia de la ciudad, de la comunidad o del país; debe evocar aquello que sea más identificativo del territorio que corresponda en cada caso y ha de tener una vocación de perdurar en el tiempo. La marca ha de durar muchos años. En realidad, cuantos más mejor.

–¿Se corre el riesgo de que la marca caduque enseguida si no se acierta?

–Efectivamente, tiene que ser ajena a las modas y ha de contar con una solidez que le facilite comunicar lo característico del territorio al que representa.

–¿Requiere de una búsqueda importante por parte del profesional?

–Sí, una búsqueda desde el punto de vista histórico, económico, cultural o turístico. Sobre todo, esto último, porque el uso de una marca de estas características se encuentra fundamentalmente en el ámbito turístico.

–Hay muchas marcas de este tipo que representan a ciudades o instituciones. ¿Cuáles son los errores más comunes que se comenten a la hora de elegirlas y cuál es la clave de su éxito?

–El primer error es seguir una moda, incurrir en gráficas que tengan que ver con lo que está en boga en ese momento desde el punto de vista de lo estético. Habría que prescindir de esto. Luego, el no representar o el no evocar aquello que efectivamente es lo característico, lo personal de ese territorio.

–¿Se suele encontrar en estos concursos esa marca idónea para el territorio?

–Es muy complicado, porque este es un trabajo de altísima cualificación. Requiere un estudio y un análisis previo de la ciudad, de su historia, de su cultura y de su desarrollo. Entonces, en la medida en la que es un trabajo de gran cualificación en el campo del diseño gráfico, lo correcto sería acudir a un concurso cerrado de estudios que tengan una demostrada solvencia en este contexto. Un concurso abierto, en el que todo el mundo se puede presentar, dificulta encontrar una solución adecuada y ajustada a la necesidad. Es casi una casualidad que se alcance eso. Y luego, independientemente de los símbolos que se hayan escogido, hay una parte importantísima que es el desarrollo, la aplicación y la implementación de la marca. Eso requiere de un manual de normas de utilización y es un trabajo prácticamente quirúrgico.

–Aunque sea complicado acertar a la primera, ¿Zamora debe seguir el camino de lograr una marca que la defina como territorio?

–Sí, sí. Sin duda. Es una cuestión histórica. Una ciudad relevante siempre ha tenido, desde la heráldica o incluso antes, un elemento que la identifica. Es una necesidad ancestral, y es importante porque la marca se convierte en la firma, en el sello de comunicación e identificación de cualquier acción que transmitan la ciudad o el territorio al público en general.

–¿Cada cuánto tiempo se tendría que renovar una marca de este tipo?

–Hombre, lo ideal es que dure toda la vida. Eso sería lo idóneo, pero yo entiendo que una marca, como mínimo, tendría que tener una vigencia de 50 años. Digo eso como mínimo. Le puedo poner un ejemplo muy bueno de esto que estamos hablando: la Comunidad de Madrid y su recordado diseño del cuadrado con las estrellas, que tiene una vigencia casi eterna. Sí es posible que, con el paso del tiempo, las marcas requieran de una readaptación, un desarrollo o una modernización. Esto sí es algo muy normal. Si usted ve la marca inicial de Coca Cola y ve la de hoy, sin que el público haya percibido cambios, se ve que la primera y la actual son muy distintas. En este ejemplo, lo que ha habido es una buena adaptación a los códigos de percepción de cada momento.