El envenenamiento por aceite de colza se cobró su primera víctima mortal el 1 de mayo de 1981 en Torrejón de Ardoz. La última, según todos los registros, fue una niña de Zamora que fallecía en la capital en 1985 cuando apenas contaba con doce años. En ese intervalo de tiempo, los afectados lucharon por conocer la verdad. Cuarenta años después, la guerra sigue, pero para exigir justicia. El relato de la crisis del Síndrome del Aceite Tóxico (SAT) no difirió mucho en sus inicios del recientemente vivido con el coronavirus. Primero, negacionismo. Después, situación controlada. Y finalmente, sálvese quien pueda. La cifra de intoxicados en la provincia de Zamora según el censo oficial fue de 191 personas. Sin embargo, las asociaciones de personas que la han sufrido afirman que ese número se puede multiplicar muy fácilmente. A continuación, la historia de la colza en Zamora cuarenta años después.

Negacionismo. “En Zamora no hay neumonía atípica”. Este rotundo titular aparecía en la edición del 14 de mayo de 1981 en El Correo de Zamora. Habían pasado catorce días desde que la intoxicación por aceite de colza se cobrara su primera víctima, aquel niño de apenas ocho años de Torrejón de Ardoz. Para entonces, el país contabilizaba cien casos y cinco fallecidos, principalmente en Madrid. Sin embargo, el delegado territorial de Sanidad y Seguridad Social de Zamora, Serafín Álvarez de Paz, calificaba la situación en la provincia de “absoluta normalidad”. Eso sí, la misma crónica ya advertía que el número de consultas en los ambulatorios comenzaba a experimentar “un ligero aumento” durante aquellas jornadas. Las certezas de la administración durarían bien poco.

Primeras víctimas en Zamora. Un día. Veinticuatro horas. Ese es el tiempo que había transcurrido desde la negación de Sanidad hasta el siguiente titular, aparecido en El Correo de Zamora el 15 de mayo de 1981: “Tres enfermos de neumonía atípica, ingresados en el Hospital Provincial”. Habían pasado quince días desde el primer caso en Madrid y no se conocía el nombre de la enfermedad, ni sus causas, pero sí sus efectos: insuficiencia respiratoria, fiebre de 38 a 39 grados, malestar general, dolores musculares, opresión torácica y manchas por todo el cuerpo. Con ese cuadro, tres vecinos de San Cristóbal de Entreviñas ingresaban en el entonces Hospital Rodríguez Chamorro. Eran un varón de 36 años y dos mujeres de 33 y 41 respectivamente. Y los tres eran hermanos. El Síndrome del Aceite Tóxico había llegado a la provincia, aunque todavía nadie sabía a qué atenerse frente a él.

Una fallecida en la capital. Cuatro días después de aquello, el 19 de mayo de 1981, la provincia de Zamora se despertaba con una fatal noticia. Una joven de veinte años y residente en la capital había fallecido a causa de esta neumonía atípica. El relato es desgarrador. “La desventurada joven ingresó en el pabellón de infecciosos del Hospital Provincial alrededor de las dos de la tarde, y falleció a las cuatro y media de la tarde víctima de un ataque agudo y fulminante de la misteriosa enfermedad”, dictaban las páginas de El Correo de Zamora. Aquello comenzaba a descontrolarse y la provincia contaba ya cinco hospitalizados y dos personas en observación. Pese a todo, las autoridades continuaban mandando mensajes de tranquilidad: “El brote epidémico, por el momento, no presenta una incidencia demasiado preocupante”.

Reunión de urgencia. La situación era más que complicada. Zamora contaba ya con ocho casos, todos ellos asociados entre tres familias. La neumonía, que había nacido en Madrid, se extendía a marchas forzadas por las diferentes provincias de Castilla y León. Por eso, el 23 de mayo se reunieron los delegados territoriales de Sanidad de toda la región. Una suerte de interterritorial en la que se valoró la estrategia a seguir. Mientras tanto, la Federación Española de Hostelería hacía un llamamiento para evitar una caída estrepitosa del turismo, motor del país.

Casos aislados. Un mes después de aquel infausto 1 de mayo, el director general del INSALUD, Gabriel González Navarro, visitaba Zamora dentro de una gira por las provincias afectadas por esta enfermedad con el objetivo de tranquilizar a la población. Y lo intentó. “El brote de neumonía atípica no ofrece motivos serios de preocupación en Zamora”, decía. Unas palabras que contrastaban con los datos. Y es que, la provincia comenzaba el mes de junio con un promedio de tres a cinco ingresos diarios, salpicados por más fallecimientos. Como el de una enfermera del Hospital Provincial que resultaba víctima aquel 2 de junio de 1981. España, ese día, registraba ya 2.500 hospitalizados.

Alerta: aceite a granel. “En la investigación epidemiológica sobre el brote de neumonía atípica, se ha detectado que, pese a estar rigurosamente prohibida por la legislación vigente, en determinadas zonas se produce la venta ambulante domiciliaria de aceite a granel que parece proceder de una mezcla de aceites comestibles con otras sustancias prohibidas”. Así anunciaba El Correo de Zamora en su edición del 11 de junio de 1981 el posible causante de la enfermedad que por aquel entonces ya contaba con cientos de afectados en la provincia y miles en el conjunto de España. Dos días más tarde, se confirmaba en las mismas páginas y a través de una nota de la Dirección General de Salud Pública una “relación directa entre el consumo de aceite sin marca adquirido en venta ambulante a domicilio y la aparición de casos de neumonía atípica en las familias que lo habían consumido”.

Venta ambulante. Una vez conocida la causa de la enfermedad, las autoridades comenzaron a investigar la procedencia del aceite de colza que había envenenado a la población con menos recursos. A finales de la década de los ochenta, se pudieron establecer conexiones claras con una cooperativa de Extremadura que realizaba venta ambulante por Castilla y León, siendo la provincia de Zamora una de sus principales paradas. Pero, el daño ya estaba hecho y era irreparable.

El baile entre las cifras oficiales y las de las víctimas deja a cien zamoranos en el limbo

Cuatro décadas después, las víctimas del aceite de colza se sienten maltratadas y olvidadas. La muestra más clara de esta situación son los registros oficiales realizados por el Gobierno, en los que se ha negado el reconocimiento de intoxicados a más de un centenar de zamoranos. Las asociaciones de víctimas contabilizan hasta 350 afectados y 13 fallecidos en la provincia de Zamora. Sin embargo, los datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social referentes a las víctimas que cobran prestación apenas arrojan 191 personas en ese censo. La plataforma de afectados “Seguimos Viviendo” reconoce a este diario que hay otro registro oficial, el del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, donde figuran 206 afectados. Un baile de números que no hace sino reforzar la teoría de las víctimas de que han sido maltratadas durante todos estos años. Por todo ello, esta organización no deja de reclamar “reparación moral, homenaje de dignidad y respeto como acto de Estado a las víctimas, fallecidos, familias y profesionales”. Un final que podría servir en el interior, pero que todavía está lejos de convertirse en realidad.