La digitalización del Registro Civil ha dado jaque mate al famoso y, muy valorado en tiempos no tan pretéritos, libro de familia, cuidado hasta hace apenas dos décadas como oro en paño por la importancia que tenía para acreditar el estado civil de los ciudadanos y para acceder a numerosas ayudas. En su lugar, las certificaciones, que podrán solicitarse presencialmente o a través de Internet, cumplirán con esa función, de hecho ya lo están haciendo, explican fuentes judiciales.

De modo que, la oficina de este organismo en Zamora, situada en el Juzgado de Justicia, dejará atrás la tramitación anual del medio millar de esos documentos en los que no solo se dejaba constancia de las uniones civiles, sino de los acontecimientos que rodeaban la historia de sus integrantes: nacimientos, divorcios, segundas nupcias, adopciones y defunciones. El libro de familia, con más de cien años a sus espaldas, pasa a formar parte desde ayer del escaso vestigio del pasado analógico que la pandemia está terminando por desintegrar en el Ministerio de Justicia, tan apegado a aquellas formas de funcionar.

Perdido ese carácter consustancial a la vida e historia de los matrimonios, del núcleo familiar, los funcionarios se librarán de la engorrosa tarea de expedir unos documentos cada vez más olvidados por sus protagonistas. En los últimos años, era “un trabajo absurdo, lo hacías y la gente no lo recogía”, como demuestra el hecho de que el Registro acumule más de 200 libros de familia a la espera de que sus titulares acudan a recogerlos, algunos datan del año 2001. Y por decenas hay también guardados en una caja muchos entregados en la oficina para su actualización, para que se anotara el nacimiento, la defunción, el divorcio o cualquier otra alteración que afectaba a la familia.

La conclusión inequívoca es que el libro de familia “ha dejado de tener sentido”, explican fuentes judiciales. Y ha ido perdiendo esa función esencial a medida que la sociedad ha avanzado en la visión del matrimonio, especialmente desde que dejó de ser indisoluble, con la llegada del divorcio, abundan las mismas fuentes.

De la escasa importancia que tienen esos librillos de pastas azules da idea las solicitudes de duplicados por el extravío o la pérdida de los entregados tras el matrimonio, a las que el Registro da respuesta de forma ágil, a pesar de los olvidos de sus dueños. La explicación está en que “su uso más habitual” para realizar trámites necesarios “cuando los hijos son más pequeños”. Ahora, los zamoranos “se conforman con las certificaciones”, que tenían la misma validez, y “no vuelven” a buscar el libro.

La nueva fórmula para inscribir matrimonios, divorcios, nacimientos, adopciones y fallecimientos no tendrá ninguna repercusión en el día a día del trabajo que desarrolla el Registro, explican esas fuentes judiciales consultadaz, “no cambia nada, salvo que no se expiden los libros de familia”, ya que la tarea continúa siendo la misma. Los ciudadanos pueden obtener los certificados con su DNI digital, a través de Internet, entrando en el Registro vía online o de forma presencial, como desde hace años ya.

Sin embargo, este cambio “no quiere decir que los libros de familia no sean válidos, se pueden seguir actualizando en la oficina de la calle del Riego. Las parejas ya no se llevarán el famoso librito de pastas azules a sus casas tras unir sus vidas. Probablemente la llamada generación T (“táctil”), los que han nacido en esta era digital, ya no heredarán el que fue un significativo documento en otras épocas. El recuerdo familiar pasa a formar parte de historias pasadas.