La España rural contribuye un 34% más a mitigar el cambio climático y 20 veces más a conservar la biodiversidad, según un informe realizado por Greenpeace. La conclusión del estudio es que los pueblos y los municipios de la España Vaciada (su aire limpio, sus bosques, sus humedales, sus pastos y su producción alimentaria no industrial) son un sumidero de dióxido de carbono. Sin duda, una clave fundamental en la lucha contra la emergencia medioambiental que amenaza con colapsar el planeta. Combatir la despoblación es, pues, una manera de plantar cara al calentamiento global (el periodo 2015-2019 es el más cálido jamás registrado).

Solo el 16% de la población española continúa viviendo en ese 85% del territorio llamado España Vaciada y del que, advierte el informe, depende la supervivencia de toda nuestra población. “Cuando se habla del abandono de la España rural, sobrevuela el tono de la nostalgia, como quien rememora una antigua canción que le hizo feliz tiempo atrás. Pero el medio rural no es, ni puede ser, un recuerdo del pasado porque de él depende, sin discusión, nuestro presente y futuro. Y no solo porque el medio rural y natural es quien nos alimenta, que ya sería una razón definitiva, sino porque, entre otras cosas, solo él nos puede proteger de los peores impactos de la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad, la gran amenaza inminente para nuestra supervivencia”, destaca el estudio, que recuerda que España es el país con más biodiversidad de Europa.

“Se ha demostrado que la pérdida de biodiversidad favorece las zoonosis (enfermedades transmitidas por los animales) porque los microbios no encuentran sus hospedadores originales y acaban infectando al ser humano”, subraya el informe. “Cuidemos el medio rural y contribuiremos a luchar contra el cambio climático”, declara Julio Barea, miembro de Greenpeace y residente en un pueblo castellanoleonés con escasa conexión a Internet y en el que pequeños problemas domésticos son imposibles de solucionar por motivos económicos. Algo que también ocurre en los pueblos de la provincia de Zamora. Y es que el mundo rural empleaba a más de 4 millones de personas en los años 60 mientras que, actualmente, no supera las 900.000 personas.