Las salas de la planta principal del centro terapéutico Ciudad Jardín se abren a los lados de un largo pasillo. Es martes por la mañana en este hogar de día de la Asociación de Familiares y Amigos de Enfermos de Alzhéimer y otras demencias (AFA), y varias de esas estancias están ocupadas por pequeños grupos de usuarios y por los profesionales que les orientan. Algunos mayores realizan ejercicios físicos con aros, otros reciben estimulación con pequeñas pelotas y en un tercer habitáculo es la hora del café. Pero el edificio respira vida. Cada minuto que pasa aleja un poco mas a este lugar de la pesadilla de un cierre de casi cuatro meses que vino de la mano del estallido de la pandemia.

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GALERÍA | La vuelta a la rutina en el centro de alzhéimer de Zamora Emilio Fraile

“El viernes 13 de marzo de 2020 estaba entrevistando a una fisioterapeuta y la cité para empezar el lunes”, recuerda Manuel Figueruelo, el director del centro. El coronavirus se interpuso en los planes del responsable de AFA Zamora, que vio cómo aquel “tsunami” arrasaba con todo. Tocaba cerrar: “Nos fuimos para casa precipitadamente y empezamos a avisar a las familias y a llamar a todo el mundo. Fue un lío terrible”, recuerda. La plantilla al completo se fue al ERTE y los usuarios y sus familias iniciaron un confinamiento especialmente duro.

Figueruelo señala que “hay personas que tienen demencia que no entienden por qué no pueden salir de casa a dar un paseo”. Durante la terrible primavera de 2020, algunos de estos enfermos llegaron a “aporrear las puertas y a generar momentos difíciles, también con ciertos vecinos que no entendían la situación”. El Gobierno tardó semanas en permitir el alivio de las salidas a la calle para el colectivo.

Mientras tanto, los profesionales de AFA Zamora cerraron filas para intentar sumar a distancia. Los trabajadores se distribuyeron la tarea y mantuvieron un seguimiento telefónico de las familias de los centros de Zamora y de Toro: “Nosotros nos veíamos metidos en casa, con ansiedad e incertidumbre, pero sentíamos la necesidad de ayudar, porque las familias también te trasladaban su impotencia”, señala Figueruelo.

Actividades desarrolladas en el centro. Emilio Fraile

El impás para el centro de día Ciudad Jardín duró 116 días. Ese es el tiempo que medió entre el 13 de marzo y el 7 de julio de 2020, cuando los usuarios pudieron regresar. Antes de eso, varios profesionales volvieron al edificio para diseñar un escrupuloso plan de contingencia, que estableció la creación de seis grupos burbuja de cinco personas cada uno, “pequeño islotes sin contacto entre sí”.

De este modo, el centro Ciudad Jardín renació con la presencia de 30 usuarios, la mitad de los que tenía el 13 de marzo. Por el camino se quedaron varios grupos de envejecimiento activo y se aplazó, hasta mayo de este 2021, la idea de abrir una residencia en Toro, cuyo hogar de día sí pudo retomar la actividad con un protocolo idéntico al establecido para Zamora.

Una de las psicólogas del centro, Laura Manteca, recuerda aquellas semanas de confinamiento como un periodo de “caos”. “Cuando los usuarios con demencia salen de la rutina que tienen aquí, se encuentran más desubicados y empiezan a aparecer alteraciones de conducta. Hay momentos de ansiedad, de desorientación y también aumentan los problemas de movilidad; se produce una sobrecarga para el cuidador”, explica la profesional.

Una trabajadora desinfecta una pelota. Emilio Fraile

De este modo, la ayuda a las familias durante el encierro domiciliario se centró en “permitir el desahogo emocional y en orientar la organización de actividades de estimulación cognitiva”. Todo pautado para tratar de paliar una problemática que se agolpó a las puertas del centro Ciudad Jardín cuando los usuarios regresaron en el mes de julio.

“Cuando llegaron, tenían la movilidad muy afectada, alteraciones de conducta en un porcentaje muy amplio de los casos y desorientación. Eso hizo que su memoria estuviera más afectada”, comenta Manteca, que percibió, “a grandes rasgos, evidencias de mayor deterioro”. La sorpresa positiva llegó de la mano de la readaptación a la rutina: “Hubo algunos casos en los que no se alcanzó el punto inicial, pero sí hemos conseguido niveles estables”, asegura la psicóloga de AFA Zamora.

Las palabras de la profesional cuentan con el respaldo de los datos. Según las cifras que maneja el centro, el 88% de los enfermos había disminuido sus capacidades de movilidad tras el confinamiento; y el 58% había sufrido una caída en sus capacidades cognitivas y funcionales. Menos de seis meses después de la reapertura, un 70% había recuperado el terreno perdido por culpa del encierro.

Una mujer trabaja con una pelota. Emilio Fraile

La terapeuta ocupacional Lucía Martín explica que “el aislamiento social influye en la capacidad cognitiva”, pero incide también en la importancia de las terapias para controlar el deterioro de los pacientes: “Estamos utilizando la misma metodología, pero con nuevas medidas para tratar de llegar a los objetivos”, indica la profesional, que ha tenido que reinventarse para funcionar con grupos más pequeños, y sin recursos como ciertos instrumentos musicales o la estimulación sensorial.

Martín destaca que los usuarios “se han adaptado bastante bien a las nuevas normas” para seguir batallando contra una enfermedad “en la que la rutina resulta imprescindible”. También es indispensable el apoyo familiar, un respaldo que se ha hecho más necesario que nunca, pero también más duro para quienes acompañan a diario a los enfermos. Durante los cuatro meses de cierre, los seres queridos asumieron una labor de 24 horas, sin el recurso del tercio de jornada que normalmente pasan estas personas con alzheimer en el centro Ciudad Jardín.

Además, la dureza del confinamiento en los casos más difíciles de gestionar, y la reducción forzosa de plazas en centros como los de AFA Zamora, llevaron a algunas familias a optar por el recurso de las residencias, con todo lo que eso ha conllevado durante la pandemia: “Fueron decisiones duras”, reconoce la trabajadora social Elena Ramos, que lamenta que el coronavirus se haya llevado por delante también la vida social que se había generado entre los seres queridos de los usuarios.

“El programa de atención a familias es muy amplio. Desde el apoyo grupal hasta otras actividades y salidas. Ahora, todo el procedimiento es mucho más delicado”, desliza Ramos, que revela que muchos hijos y parejas de los enfermos han mantenido el contacto virtual para darse apoyo en este tramo tan complejo.

En ese sentido, conviene subrayar que el regreso tras la pandemia, aunque razonablemente exitoso, no fue una balsa de aceite para AFA Zamora: “Ha sido un sinvivir, con personas que han tenido a su familiar hasta cuatro veces en cuarentena”, apunta Manuel Figueruelo. Solo la vacunación aplacó el temor y los sustos, aunque la precaución se mantiene intacta. Nadie quiere riesgos.

En la planta de arriba del centro Ciudad Jardín, otro grupo de usuarios lee las noticias del día en la provincia a través de un proyector. El profesional que dirige sus actividades explica que esta rutina también ayuda a los enfermos en su día a día. En la mesa, los mayores mantienen distancia y mascarilla. Para eliminar esas reglas aún toca esperar.

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