Acaba de recoger en su último volumen, “Una biblioteca en el oasis”, 60 artículos publicados en la revista católica Magnificat, en los que trae a autores clásicos como Cervantes, Dickens o Chesterton para reflexionar sobre la fe y la vida, una obra en la que el escritor zamorano Juan Manuel de Prada da rienda suelta a sus creencias. Desde ellas, advierte en esta entrevista de los peligros del capitalismo salvaje y aboga por el reparto de la riqueza desde la perspectiva del cristianismo.

–No menciona su primera obra, “Coños”, en la relación de libros de este último volumen. ¿Pudor o reniega de él?

–Es un libro de juventud que se aleja más de mis actuales inquietudes naturales y literarias, no reniego, resulta más lejano. Hoy sería impensable publicarlo, no por irreverente, sino por las corrientes ideológicas que hay, se consideraría un machista. No lo menciono porque como escritor te identificas más con lo último que has publicado. Es un homenaje a Ramón Gómez de la Serna, con pretensión de juego literario que hoy en día resultaría muy osado. Es como la moda que usábamos de jóvenes, hoy nos parecería una horterada.

Mi libro "Coños" sería impublicable hoy, no por irreverente, sino porque se consideraría machista

–Frente al capitalismo o el comunismo, usted propone la doctrina cristiana del distributismo.

–No es una doctrina, es una alternativa al comunismo o capitalismo, que son lo mismo. Es la reivindicación de la economía natural: distribuir para acabar con los males económicos, personales, sociales. Si tienes propiedad, hay arraigo, te quedas en tu tierra y luchas. Si el sentido común no se hubiera proscrito, se impondría el reparto de la propiedad. La concentración de la economía da beneficios monstruosos a grandes conglomerados empresariales que destruyen las economías nacionales, pequeños negocios van cerrando y Amazon apenas paga un 5% de impuestos. La plutocracia quiere concentrar la propiedad y los gobiernos trabajan para ella.

–¿Cree que la iglesia católica actúa en esa línea?

–La Iglesia, en los últimos tiempos, denuncia la deriva del capitalismo y hay que continuar, porque capitalismo y comunismo también tienen una visión antropológica, no solo de una forma de organizar la economía, las sociedades, sino al ser humano, y es monstruosa. Antinatalismo y capitalismo van de la mano, este necesita trabajadores que no tengan hijos, así se conforman con sueldos peores, no luchan tanto por mantenerse en su tierra, te debilitas a ti mismo. Estas grandes cuestiones han dejado de hablarse en la Iglesia, aunque el Papa Francisco las ha puesto sobre la mesa. El capitalismo de hoy arroja a la periferia a mucha gente.

–¿El catolicismo se mantiene en una involución que le impide conectar con la sociedad?

–No, la fe nada tiene que ver con una ideología. Las creencias son sucedáneos de la religión, la gente se aparta de la fe porque las adopta. Se usa la religión para lanzar determinadas ideologías. El evangelio está vigente, nosotros nos hemos quedado obsoletos, nos montamos una vida alternativa para hacernos la ilusión de que rechazamos la que no está vigente. La invasión ideológica mata la fe que promete una vida dichosa en la que resarcirse de sufrimientos; y las ideologías, traer esa vida a la tierra mediante una especie de taumaturgia extraña que no se lleva a cabo. Cada vez hay más personas que viven sin religión, nunca se ha dado un mundo tan radicalmente ateo, tan descreído.

Juan Manuel de Prada Nico Rodríguez

–Pero también existe la ética.

–Sí, pero la expresión sobrenatural no y eso es insólito en todas las civilizaciones, es un fenómeno de nuestra época. La tradición occidental estuvo siempre vinculada al cristianismo. No es una evolución porque la naturaleza humana no evoluciona, es igual que hace miles de años, y la inquietud religiosa está ahí. Con el coronavirus se ve claramente, las plagas te confrontan con las realidades últimas, hacen más presente la muerte en tu vida, te haces preguntas. En esta plaga no ha ocurrido, es ilustrativo de la tendencia al ateísmo.

–¿Y es malo que exista el ateísmo?

–No se trata de que sea malo o no, es una mutilación, “quitad lo natural y quedará lo antinatural”, decía el autor Chesterton. En la Biblia no aparecen ateo ni ateísmo; la idolatría existía, pero no el ateísmo. Es negativo porque ese hueco lo llenas con una idolatría. La naturaleza del ídolo es difícil de determinar, siempre es el dinero, porque todo apela al dinero, al final, también los placeres más hedonistas. Es un hecho, que hay más idólatras, de sexo, de ideología…

–¿Por qué la ideología le provoca tanta alergia?

–Porque está destruyendo a las naciones y a España, que es la que me preocupa, es una sociedad incapacitada para el esfuerzo común porque la gente se odia de forma concreta y minuciosa. En Cataluña hay familias peleadas, ocurre en toda España. El odio que ha introducido es monstruoso, hace fuertes a las oligarquías partitocráticas que necesitan exacerbar la división para ello, ofrecer posturas distintivas, ideologizarlo todo para construirse identitariamente. Y fanatizan a sus seguidores de forma loca, ocurre hoy, si una compañía eléctrica cobra exagerado, la gente se encabrona o se resigna según sea afín o no al partido que gobierne. Una sociedad que funciona así es una sociedad muerta, esto me parece peligroso y perturbador.

Hoy interesa Rociíto, no el fin de mundo, hay un empobrecimiento intelectual en los medios de comunicación

–¿Se siente realmente arrinconado por su fe católica?, porque esa moral se mantienen como eje sustancial de la forma de estar en el mundo occidental.

–Indudablemente sí. El ámbito cultural es muy irreligioso o abiertamente antirreligioso. Lo percibo que cada vez más. Una persona religiosa se percibe como un bicho raro, poco común y que ha decido romper con su época y no tiene nada que ver con su realidad. El arte, la vocación artística, tiene mucho que ver con la inspiración, que es comunicación divina, te saca de tus casillas. El artista se diviniza cuando crea, y en el artista contemporáneo hay algo de revuelta contra Dios, de rechazar de forma activa y beligerante esa divinidad, se comporta de forma cainita. Para muchos se convierte en una persona odiosa.

–Pues se diría que es usted un masoquista, sigue de tertuliano.

–No, las he abandonado, solo voy a alguna radiofónica. Creen que tienes que ser liberal, si defiendes la visión cristiana eres un marxista y te quedas en terreno de nadie. O se te identifica como católico solo, un meapilas y que todo lo que diga es grotesco, y eso dificulta mucho la posibilidad de comunicación. Se cree que una persona religiosa no tiene las inquietudes artísticas, sociales o políticas, se cree que un católico es una especie de friki del evangelio y, al contrario, la fe ensancha tu interés por lo humano, se vuelve más apasionante.

–¿Se puede ser católico y de izquierdas y de derechas?

–Creo que no. Las ideologías son herejías del cristianismo, se quedan con aspectos parciales del mismo. La derecha toma más los aspectos morales y se desarrolla anticristiana en aspectos sociales; las izquierdas toman la visión económica y rechazan la visión moral. Ambas atomizan la visión cristiana, son formas fragmentadas del cristianismo. La fe, si es comprometida con la realidad y no un escapismo de ella, si se implica en la realidad, ofrece una visión más abarcadora y encuentras la posibilidad de ensamblar esos fragmentos de las ideologías.

–Detrás de nuestra cultura hay muchas horas de misas, catequesis y confesionario, y muchos años de connivencia con ese capitalismo que usted aborrece para que se extienda el ateísmo.

–Eso no está en las generaciones nuevas, hay una absoluta ignorancia de estas cuestiones. Hay una ruptura en la transmisión cultural, aunque después de una etapa de rechazo, de descreídos, pueden llegar generaciones que sientan el deseo de recuperarla. Muchos de los autores que comento en este libro, incluso Cervantes o Calderón, eran autores católicos, era lo normal entonces, pero hoy un escritor católico es una rareza y se le denomina como a alguien que escribe para un gueto, esto es único en la historia. A una generación de incrédulos le suceden otras de crédulos.

–¿Eso no convierte a la sociedad en más plural y libre?

–Si es que el cristiano se caracteriza por hacer suyos paradigmas de otras culturas, las acepta: la grecolatina, primero; e incorpora las culturas de los lugares por los que se extiende. Hoy el hombre rompe con su tradición y se convierte en huérfano, en una persona más manipulable, a través de los medios de comunicación, de la propaganda puedes provocar reacciones. Estoy perplejo de que la gente salga a la calle con mascarilla, que no sirve para nada, solo que tiene sentido en ambientes cerrados o muy cerrados, pero ir hasta el Alto de los Curas con ella es ridículo. Lo hacemos porque nos lo ordenan. El hombre contemporáneo es el más maleable y manipulable, es inconcebible.

He dejado las tertulias porque creen que debes ser liberal, si no te creen un meapilas

–No será un negacionista…

–No, en cuanto te atreves a discutir el relato oficial te conviertes en un negador de la realidad. En absoluto, pero hay cosas irracionales, llevo una vida muy recogida porque estoy con mis padres. Una cosa es no ser negacionista y otra no ser un gilipollas, hay cosas que pueden discutirse.

–Ha costado siglos que las creencias religiosas se queden en el ámbito personal para dar paso a una sociedad abierta y plural. ¿Su perspectiva no echa abajo ese principio de las democracias?

–Esto es falso, el ser humano es un animal político, como decía Aristóteles, necesitamos hacer públicas las cosas en que creemos, no mantenemos nuestro amor en el ámbito privado, lo hacemos público, cualquiera de nuestras inquietudes, necesitamos expresar lo que creemos. Con la religión pasa lo mismo, hay un vínculo vertical entre Dios y la persona, pero también horizontal, con la comunidad y necesita una expresión comunitaria, otra cosa es que la religión quiera establecer una amalgama con el poder político.

–¿Rebelde, provocador, agitador ideológico, qué le define más?

–Provocador, a mi pesar. A mucha gente se lo resulto, pero no existe pretensión de serlo. Muchas veces tengo la sensación de estar diciendo cosas de sentido común que causan escándalo y me parece preocupante, creo que están pasando cosas extrañas, en las cosas más nimias. Hoy hay un problema de que lo que digas es provocador porque el pensamiento inducido se ha extendido de tal modo que te convierte en provocador. Pero es un poco absurdo.

–¿A qué se refiere?

–El otro día dije en la radio que consideraba que cuando se empezó a experimentar con las vacunas se nos dijo que los protocolos no se podían saltar y que no habría vacunas hasta 2021, de hecho cuando sale la primera vacuna, los científicos dijeron que no había fiabilidad y que no era seria, no admitía crédito, y una semana después salen las occidentales y, de repente, de eso se deja de hablar. Si hoy recuerdas esto, todo el mundo se vuelve contra ti. Se recuerda lo que se dijo, lo que están haciendo es utilizarnos como cobayas y esto me deja perplejo. Se han abreviado misteriosamente.

Estoy perplejo de que la gente salga a espacios abiertos con mascarilla, solo porque nos lo ordenan, es absurdo

–Se Dice que en estas colaboraciones que recoge en este libro se sintió en un oasis de libertad, pero si usted no se calla nada...

–En él puedo escribir sobre mis inquietudes personales como quiera y lo que quiera. Hoy cada vez es más difícil hacerlo en los medios de comunicación, se han degradado mucho, ha habido una depauperación y está ocurriendo de forma vertiginosa. Te llaman de un medio porque tienes una visión especial, pero al final te piden que escribas del PP y el PSOE, que entres en el barrizal político, que me parece secundario.

–¿No se siente cómodo en los medios de comunicación?

–El hombre, la mujer de letras lo tiene más difícil para tener cabida en ellos porque debes renunciar a tus inquietudes o tu particular visión del mundo. No era así hace veinte años. Hoy les interesa Rociíto pero no el fin del mundo, por ejemplo. Hay un empobrecimiento intelectual de los medios de comunicación, es algo indudable, antes la gente veía obras de Calderón de la Barca o a Chéjov.

–¿Esta pandemia nos devolverá hará una sociedad…?

–Será una sociedad muy inquietante, pro también el ser humano, la naturaleza humana cambia y, tarde o temprano, llegará una gran transformación porque la gente se dará cuenta de que la están engañando. Será una sociedad más insolidaria e individualista, llena de desconfianza y reservas, tras la pandemia, ya lo estamos viendo. Pero no soy fatalista y esto cambiará. Una vía es la recuperación de la fe religiosa que tiende a hermanar y generar vínculos de apoyo y ayuda mutua, puede contribuir a esa regeneración necesaria.

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–¿Y en lo político, cómo estará el panorama?

–La plutocacraia será más poderosa, las economías nacionales serán devastadas, los gobernantes se dedicarán a acatar este designio y a generar sociedades cada vez más enviscadas, con clases medias más empobrecidas, una ingente proporción de la población sin trabajo vivirá con subsidios, mientras los grandes conglomerados crecen e invaden todo.