En una tierra yerma de vocaciones, una ordenación sacerdotal debe traducirse en acontecimiento. Juan José Carbajo es ese brote verde en el duradero barbecho que sufre la Iglesia Católica desde la entrada del nuevo siglo. Y lo es, más aún, si se tiene en cuenta que se encomienda a la Diócesis de Zamora, conformada por una curia muy envejecida que ha de emplearse a fondo para llegar a todos los rincones de su dominio debido a la dispersión poblacional. El nuevo sacerdote recibió ayer la unción del crisma de manos del obispo Fernando Valera en una ceremonia encumbrada por el escenario de excepción que brinda la Catedral y con la participación de buena parte del presbiterio de la provincia. Un grupo de ministros que ha dado la bienvenida a Carbajo con los brazos abiertos, conscientes de que pasarán varios años hasta que otro joven decida seguir la llamada.

Probablemente, las palabras que ayer dirigió el obispo Valera a Juan José Carbajo serán el mejor de los consejos para comenzar su vida ministerial. “A partir de ahora, la cercanía es tu trabajo, y es un trabajo de entrega y generosidad”, le dijo durante su homilía. Una frase que aporta más de lo que parece si se radiografía el escenario al que el nuevo presbítero va a tener que enfrentarse a partir de este momento. Su incorporación a la curia supondrá un soplo de aire fresco para los 66 sacerdotes que, según los registros diocesanos, se mantienen en activo en Zamora. Entre ellos, deben repartirse las 303 parroquias agrupadas en siete arciprestazgos. Vocación o desastre.

El nuevo sacerdote, natural de Villalube, durante la ordenación. | Jose Luis Fernández

La ceremonia celebrada ayer en la Catedral cumplió los pasos marcados en toda ordenación sacerdotal. Tras prometer servir a Dios, Juan José Carbajo se tumbó a rezar boca abajo mientras la letanía recordaba a santos y beatos tan de la tierra como San Atilano, San Ildefonso, la Madre Bonifacia o Antonio Faúndez que, siendo natural de La Hiniesta, encontró la muerte en Bullas, el lugar de nacimiento del obispo Fernando Valera. Una vez concluido este episodio, Carbajo se colocó de rodillas frente al altar para recibir la imposición de las manos sobre la cabeza por parte de la curia presente, antes de que Valera le ungiera con el crisma.

Tras estos ceremoniosos actos, se invistió al nuevo presbítero con la casulla y la estola, símbolo de su conversión al sacerdocio. Un camino que no ha sido fácil, ni corto. Nacido en Zamora en 1994, pero natural de Villalube y con raíces en Valdefinjas, Juan José Carbajo pasó por el colegio de su pueblo y la escuela de Coreses antes de trasladarse al IES Alfonso IX, para posteriormente iniciar sus contactos con el Seminario Menor. Una vez allí, apostó por su ingreso en el Seminario Mayor del Teologado de Ávila, en Salamanca, donde residen los seminaristas mayores de Zamora. Aquello ocurrió en septiembre de 2012, momento en que comenzó sus estudios de Teología, que concluyó en 2017. Hace tan solo dos años, terminó también el currículo de Derecho Canónico y desde entonces ha estado ligado a diferentes tareas pastorales.

Rito de imposición de las manos sobre la cabeza. | Jose Luis Fernández

Hace apenas unos días, Carbajo reconocía en las páginas de este diario que el gran cambio del diácono es la posibilidad de celebrar la eucaristía. Misión que deberá abordar una vez se le encomienden obligaciones parroquiales. Y no es poco, habida cuenta de la delicada situación de la Iglesia de la provincia en materia de sacerdotes. “El presbiterio de Zamora se ve hoy enriquecido y esperamos que esta Iglesia sea bendecida por santas y abundantes vocaciones”, decía ayer el obispo Valera antes de dar por concluida la ordenación. Unas palabras que, más que a deseo, apuntan a necesidad. Por el momento, nadie sabe cuánto tiempo podrá pasar hasta ver otra ceremonia como la de este domingo. Por eso, hoy es día de alegría para todos los católicos de Zamora.