María Riera participa esta tarde (18.00 horas) en la programación puesta en marcha por la Biblioteca Pública del Estado para celebrar el Día Internacional del Libro Infantil. Se trata de un intenso programa de una semana de duración en el que se incluyen desde talleres hasta cuentacuentos, pensando en los más pequeños de la casa, para inculcarles su amor por la lectura y la literatura. María Riera presenta hoy su espectáculo “Lo que no te han contado”, donde descubre una nueva visión de los cuentos infantiles más tradicionales. Defensora de los clásicos por los valores que llevan enseñando generación tras generación, esta cuentacuentos apuesta por la complicidad y el humor como armas infalibles para captar la atención del público infantil e introducirlo en otros mundos e historias sorprendentes que harán volar su imaginación y aprender a desenvolverse en el mundo real.

–¿Qué va a descubrir esta tarde en la biblioteca el público infantil con su espectáculo “Lo que no te han contado”?

–Una versión diferente de cuentos clásicos como “Caperucita Roja” o “Los tres cerditos” o de canciones como “El barquito chiquitito”. Los niños conocen estas historias de manera general, pero les introduciré en una parte del cuento o un punto de vista que nunca le han contado.

–¿Puede poner algún ejemplo?

–En “Caperucita Roja” narrarán la historia otros personajes diferentes a la protagonista y en “Los tres cerditos” se conocerá la versión de cómo lo vivió todo el lobo. También les explicaré la razón por la que el barquito chiquitito no sabía navegar, a través del cuento “Ratón y los vientos”.

–¿Habrá alguna otra sorpresa en su espectáculo?

–Como todos los niños y niñas tienen idealizados a los príncipes y princesas, que tienen de todo en su vida, les voy a descubrir, a través de otro cuento, que en realidad se aburren enormemente. Y además hablaremos de amor, pero no el concepto asociado a la etapa juvenil, sino que les contará que los abuelos también pueden estar enamorados, con la historia de amor de una pareja mayor.

–Está más que comprobado que los cuentos clásicos siguen conquistando a las nuevas generaciones. ¿Cuál es la razón por la que tienen tanto éxito, a pesar de ser historias de otros siglos?

–Creo que es porque hablan de cosas básicas, que tienen que ver con el miedo, el valor o la amistad. Los cuentos clásicos lo son, de hecho, por son universales, como ocurre con la música y el cine. Hay muchas canciones y películas que nunca mueren, porque son buenas y cuentan historias que llegan, independientemente de la época en la que uno viva.

–¿Los cuentos actuales no tienen estas características de los clásicos?

–Creo que ahora hay demasiado castracismo en cuanto a tener cuidado con cómo le presentas al niño la realidad y los problemas del día a día, incluso la maldad de la realidad. Considero que el niño tiene que conocer todas estas situaciones, porque es lo que va a vivir. Tiene que descubrirlas desde el extremo, desde lo bueno muy bueno y lo malo muy malo, como ocurre en los cuentos clásicos, para poder distinguirlos. Dulcificar las cosas confunde al niño, porque el mundo no es de color de rosa.

–¿Esas enseñanzas sí que se señalan en los cuentos tradicionales?

–Por supuesto. Creo que no hay que tener reparo en utilizar en los cuentos la palabra matar o engañar, porque son conceptos que están en el mundo. Los niños tienen que posicionarse y para eso hay que mostrarles los extremos. Creo que los clásicos por eso van a tener éxito siempre, porque gracias a ellos conocemos el bien y el mal.

–Aparte del mensaje, también es importante la manera de transmitirlo. ¿Cómo se enfrenta uno al público infantil?

–Desde la complicidad y desde el humor. Tú les tienes que hacer cómplices de la historia y partícipes de ella sin que te desmonten la línea y tus tiempos. Y siempre desde el sentido del humor. Hay que tener en cuenta que el patrón del niño es algo que no va a cambiar, porque el cerebro tiene una manera de funcionar, empatizar y descubrir el mundo. Es así ahora y fue así hace cincuenta años. Si tú a un crío le das complicidad y sentido del humor y siente que contigo aprende, es seguro que te va a prestar atención.

–Aun así, es necesario formarse para todo esto, como ha hecho usted, con cursos de interpretación o clown y, por supuesto, de narración oral.

–Creo que cuantos más palos toques y más puntos de vista tengas para afrontar las cosas, será mucho mejor. Además, por otra parte, yo también soy madre y los niños pequeños se convierten en una auténtica escuela. Estar con ellos, verlos crecer, conocer lo que les interesa y saber cómo enfrentarte a ellos, cómo compartir juntos el ocio y la diversión me ha dado también muchas tablas en mi profesión de cuentacuentos. Por otra parte, también me gusta mucho la creación plástica y trasladar los conceptos de algo a través de los objetos.

María Riera, en uno de sus espectáculos.

–¿Son un público más agradecido que el adulto?

–Los críos tienen un poder de abstracción mucho mayor que un adulto, tienen más imaginación y el mundo no es solo lo que pueden ver, sino también lo que no. Afortunadamente, son menos objetivos y menos realistas que un adulto, así que poder manejar todo ese mundo me parece que es algo muy enriquecedor.

–¿Qué aportan los cuentos al desarrollo infantil?

–Te llegan a poner en situaciones de la vida en realidad y aunque no hayas vivido esa dinámica y esa historia, te ayudan a enfrentarte a ella. Los cuentos siempre te hacen pensar, como una película que ves y con la que puedes empatizar y estar o no de acuerdo con lo que ocurre. Es importante que te surjan las dos posturas, porque te posicionas y gracias a eso tienes una visión periférica de una situación que te hace reflexionar y pensar, que te divierte o incluso te entristece, pero lo importante es tocar las emociones. Cuando te están contando algo eres capaz de trasladarte a esa situación, aunque sepas que, personalmente, no te afecta, que también es importante.

–¿Le ha costado adaptar sus espectáculos a esta nueva normalidad surgida de la pandemia?

–Personalmente, el tema de la retransmisión, de hacer cosas a través de la pantalla, me ha resultado muy complicado y no lo he hecho. Yo principalmente manipulo objetos, así que tener un único punto de vista y forzar la mirada únicamente al objetivo no me convencía. Pero lo que sí hice fue grabar audiocuentos, con los que, de alguna manera, sigues invitando a la imaginación, que es lo fundamental. Siempre hemos escuchado cuentos porque nos los han leído, mientras nosotros hacíamos nuestras figuras creativas en la cabeza. Esa fue mi gran apuesta cuando no se podía realizar nada de manera presencial.

–¿Y cómo se ha adaptado una vez que volvieron a abrirse los espacios culturales al público?

– Cuando ya hemos comenzado con lo presencial, como yo en mis espectáculos siempre tengo un lugar fijo y manipulo objetos en la mesa, el acercamiento tampoco era muy necesario. Yo no interacciono con los niños como puedan hacer otros cuentacuentos, que se acercan más a los niños. Así que, en ese sentido, no he tenido que adaptar demasiado mis espectáculos, tan solo en los cuentos en los que me acerco para enseñar los objetos y los hago partícipes he tenido que adaptarme a la distancia, pero eso no afecta a la historia en sí ni a en cómo la reciben los niños.