Aún es pronto para conocer qué efectos tendrá exactamente en la salud mental de los zamoranos, “aun estamos en combatir el virus”. En la fase posterior, “veremos cómo se gestionan” los efectos psicológicos. Lo único seguro es que “habrá una sobredemanda de atención psiquiátrica y psicológica para resolver los problemas emocionales”, indica el jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Zamora, Manuel Franco Martín.

Vivimos “la tormenta perfecta para que las dificultades de manejo” ante las especiales circunstancias que el COVID ponga delante a los ciudadanos terminen “en cuadros de estrés y de ansiedad, incluso, pueda derivar a cuadros depresivos”. Pero para que se desaten estas dolencias “todavía no ha habido tiempo. Se empieza a notar un incremento de personas con ansiedad, pero no casos extremos. No se puede predecir el alcance, todo son especulaciones porque nunca se nos había dado una situación como esta”, agrega Franco Martín.

Sin embargo, el servicio que dirige “se está preparando para lo que vaya a venir, incorporando técnicos, en la plantilla de psicólogos hay dos profesionales más”, con lo que Salud Mental del Sacyl dispone ahora mismo de nueve. El Complejo Asistencial de Zamora cuenta ya con programas de ayuda y de prevención “para aplicarlos cuando sea necesario”.

Se han desarrollado otros de soporte para personal sanitario, “dirigidos a combatir el estrés y la ansiedad” que padecen a consecuencia del intenso trabajo con enfermos de COVID. Estos “se aplicarán” a pacientes con afecciones psicológicas por la pandemia que lo precisen “porque han funcionado con los sanitarios, son una garantía, están listos de cara a lo que va a venir”, agrega Franco Martín.

El incremento de pacientes en las consultas de Salud Mental está en un 10% o 15%, un porcentaje similar al registrado antes de la irrupción del coronavirus, mientras descarta que se puedan establecer franjas de edad en las que los efectos psicológicos de la pandemia sean más acusados, “depende de cómo afecta a cada individuo”.

En principio, “la gente más joven tiene menos recursos psicológicos para afrontar tal situación, pero también menos riesgos, mientras que los adultos, al revés: son más vulnerables, pero tienen más recursos”. Por tanto, “no se puede plantear que haya un grupo más vulnerable que otro” a los cuadros de estrés y ansiedad o depresión consecuencia de esta era COVID, estamos ante “una afectación global”, en la que las pérdidas son económicas, de trabajo, de seres queridos, de salud, por tanto, “la situación de estrés es un riesgo general”.

Jóvenes zamoranos disfrutan en grupo. | Nico Rodríguez

La postpandemia nos colocará ante ese escenario que se produce cuando la persona “deja de tener su vida controlada y organizada, y se produce el estrés, pero no sabemos lo que va a pasar”, insiste el psiquiatra. Ese el momento en el que cobran una importancia esencial “los recursos psicológicos o capacidad de adaptación que cada uno tenga” para abordar ese estrés. No es más que la “respuesta del organismo ante una situación de amenaza” como la que lleva desatando el coronavirus en el último año, “una amenaza que escapa al control de la persona y provoca estrés”. Las respuestas serán tan diversas como las herramientas, “esos recursos psicológicos” que cada individuo tenga. Y tienen importancia las ayudas económicas y sociales que puedan ayudar a paliar la crisis que se avecina.

La situación que está por venir, cuando ya la pandemia esté controlada, “es compleja en todos los sentidos”, advierte el psiquiatra, derivada de una crisis económica sin precedentes que supone “una amenaza real” sobre la forma de vida de los individuos que se quedan sin sus trabajos, sin sus negocios, sin sus casas..., agrega. El cierre de negocios, la pérdida de trabajo, el incremento de las deudas económicas..., “todo esto supone un mezcla extrema” para cuya gestión psicológica no todos los ciudadanos tendrán los recursos necesarios.

El experto recala en otro factor desestabilizante para la persona, “el aislamiento, el distanciamiento social y el cambio de vida” que ha impuesto el COVID, “la convivencia más compleja en el hogar” que se refleja en “el incremento de divorcios”. Esa amenaza del virus “es real en muchos casos, existe un excedente de mortalidad”, que confronta con el sentimiento generalizado de que “esto no tocaba. Nadie estaba preparado para vivir esta pandemia” que disparará la demanda de ayuda psicológica y psiquiátrica por no haber podido vivir el duelo, ni despedirse del ser querido, en algunas familias más de uno, ni pasar por una preparación, “ir haciéndose a la idea de la muerte, que ayuda a aceptarla”.

Los médicos de familia detectan más casos de ansiedad en sus consultas

Esto, sin olvidar a los pacientes ingresados por el coronavirus. Los médicos de familia, por contra, sí han detectado ese aumento de pacientes con cuadros de ansiedad, “unos niveles mayores que antes del coronavirus”, explica la facultativa Carmen Hernández, que ejerce en la provincia. Al principio de la pandemia, “por miedo al contagio; ahora, por el aislamiento social y por los problemas económicos” derivados de la falta de trabajo.

Los cuadros de insomnio, “también bastante acusados”, son motivo de consulta en estos tiempos de COVID, dada la menor actividad física y la ausencia de las rutinas que ordenaban la vida de los ciudadanos hasta hace un año. La médica explica que sus pacientes relatan dificultades para conciliar el sueño y la interrupción del mismo durante la noche en adultos en general. Y recuerda que el insomnio crónico y el estrés postraumático son “situaciones de postguerra”.

El aislamiento social ha tenido incidencia en el deterioro del nivel cognitivo de las personas mayores, especialmente en edades de entre 75 y 80 años, un colectivo que “cuando ha vuelto a salir de casa para hacer la compra se encontraba más perdido, con pérdidas de memoria”, explica. La consecuencia ha sido una derivación mayor a Neurología, también a Psiquiatría, “es una moneda muy cara que han tenido que pagar”.

Los ansiolíticos y las pastillas para dormir, hipnóticos, son las más recetadas para estos cuadros, estos últimos en todas las grupos de edad, si bien el problema es más acusado en los pacientes más mayores. Los antidepresivos, por contra, son los menos recetados. En una franja de edad más joven, son las mujeres las que demandan medicación con mayor frecuencia.

La somatización de dolencias como molestias estomacales, musculares o de cabeza, no son sino síntomas del estrés y la ansiedad que genera esta pandemia. La médica de familia alude también al doble dolor causado por las pérdidas de familiares en este año: no poder despedirse de sus seres queridos, verlos ni hablarlos.

El incremento de consumo de psicofármacos, ansiolíticos y antidepresivos, lo confirma el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Zamora, Juan Prieto Corpas, y lo cifra en el 15% aproximadamente, frente al uno por ciento anual habitual. Ese aumento se deriva, principalmente, de la receta de ansiolíticos como el lorazepam y alprozalam “porque es de acción más rápida para tratar las crisis de ansiedad”, declara Prieto Corpas, quien ha presenciado en su farmacia “en vivo y en directo” episodios de este tipo. El profesional apunta que “el incremento más fuerte” de recetas de este tipo de medicamentos procede de Atención Primaria.

La palabra de los expertos

Como el jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial, la médica Carmen Hernández apunta que las consecuencias de las limitaciones por la pandemia “se verán a nivel de salud mental” cuando el contagio del virus deje de ser el principal escollo a salvar. Y se refiere a esas personas con “menos habilidades para enfrentar esta situación”.

De entre esas consecuencias perniciosas, la pandemia se sitúa como detonante de suicidios, de hecho Franco Martín recuerda que “hemos puesto en marcha un programa de formación de profesionales e intervención específica para evitar suicidios desde el año pasado”. El incremento con la pandemia de grandes factores de riesgo, como la ansiedad, los problemas personales y sociales, explica esa decisión, añade el psiquiatra. Especifica que “no vemos un pico claro de intentos de suicidio” y puntualiza que habrá que esperar al final de la pandemia para comprobar ese aumento “porque en estado de alarma solo te preocupas de salvar tu vida, ahora estamos preocupados en sobrevivir y volver a la normalidad”.

Una mujer compra en una farmacia de Zamora Emilio Fraile

No obstante, La provincia de Zamora continúa entre las que menor índice de suicidios al año registra, continuamos en la media anual de años anteriores a la llegada del coronavirus. En 2020, en plena irrupción del virus, se contabilizaron en la provincia una docena de zamoranos se quitó voluntariamente la vida, apunta el director del Instituto de Medicina Legal, Antonio González González. “Estamos en el número habitual, dentro de la estadística anual”, declara el forense, quien puntualiza que existe un pequeño repunte por la llegada de la primavera, “como ocurre en otoño también”, pero que desde enero ha habido seis. Tampoco se puede determinar si alguno de estos actos se corresponden con la situación de estrés o angustia que el COVID haya generado en la persona fallecida, personas “que no pueden seguir viviendo por la situación en la que están”, que les sobrepasa.

“Muchos jóvenes se muestran apáticos sin causa concreta”

Muchos jóvenes, “sin identificar una causa concreta, se muestran apáticos y nostálgicos” durante este primer año de pandemia, explica la psicóloga zamorana, Mar Gallego, especializada en el área Infanto-Juvenil, quien atribuye ese estado, en parte, “a la falta de perspectiva sobre cuándo va a finalizar esta situación” provocada por la situación. Detrás está “el deseo de volver a disfrutar plenamente de su cultura de grupo”, que han suplido con el uso de las redes sociales, que les ha permitido mantener el vínculo con sus iguales. Por lo que respecta a estas nuevas consecuencias, a nivel psicológico, “la repercusión en el ámbito clínico es variada”, de modo que “han acudido a consulta niños que percibían sensación de ahogo con la mascarilla y que desembocaba en reacciones de ansiedad”.

También han recibido atención por “situaciones de duelo por pérdida de familiares; y casos graves en los que una sensibilidad previa los hace más vulnerables a desarrollar un trastorno en situaciones de alto estrés, como es el desarrollo del Trastorno Obsesivo Compulsivo con temor a contaminación por COVID-19”. No obstante, la mayoría de los adolescentes “presenta una buena adaptación” ante la pandemia. Los cambios en la forma de relacionarse socialmente a causa del coronavirus “afecta a niños y adolescentes como al resto de grupos de edad”, a los adultos. Y en ese escenario, indica “la importancia de las redes sociales para dar permanencia y continuidad a los vínculos de amistad”.

La experta destaca “el papel esencial que ya venían desempeñando las redes sociales en lo que a la interacción” se refiere. Sin dejar de referirse a los perjuicios de la mala utilización de estas nuevas tecnologías, “salvando esos inconvenientes que puede acarrear ”, Gallego destaca que “los jóvenes están sacándole un buen uso para cubrir los déficits en la interacción cara a cara a los que obliga la situación actual”, es decir, para suplir esa falta de contacto directo entre los individuos que impide la pandemia. Concluye que deberían organizarse ya los apoyos a niños y adolescentes, “con una mirada empática” hacia ellos, para minimizar los efectos secundarios que tendrá la situación de pandemia en la salud mental, ya detectados en personal sanitario.