Por primera vez en 30 años, el tramo urbano del río Duero a su paso por Zamora capital entra en el Censo Internacional de Especies Acuáticas Invernantes, un trabajo de campo que sitúa a este gran humedal en el tercer lugar en importancia de los existentes en la provincia por primera vez en la historia de este catálogo.

Solo la Reserva de las Lagunas de Villafáfila, el más importante de la provincia y “tradicionalmente de Castilla y León, en competencia ahora con La Nava en Palencia”, y el embalse de Ricobayo superan al “piélago” de la capital en riqueza de aves ligadas a un medio acuático. En 2019, ese tercer puesto lo ocupaba el embalse de Santa Eulalia de Tera, donde se sitúa el Puente Quintos. En total, se estudia para elaborar el catálogo unos 14 humedales en la provincia, lo que ofrece un dato sobre lo destacado de este tramo urbano en ese conjunto de espacios que acoge las migraciones de ejemplares invernantes en Zamora, y en Castilla y León.

Uno a uno, se toma nota de cada alado que se avista a lo largo del curso del río en la capital, una minuciosa y paciente labor que se hace coincidir, como es lógico, con el momento en el que hay una mayor concentración de “individuos”. Se designa “una fecha homogénea en todas las regiones de España y en todos los países” que se incluyen en ese Censo Internacional creado en 1990, explica el ornitólogo y naturalista zamorano, Alfredo Hernández Rodríguez.

Detrás de este método está el objetivo de no contar las mismas aves en diferentes puntos, dado que se mueven mucho. El intervalo de tiempo que se designa para llevar a cabo ese recuento en los 120 países que participan del censo se suele fijar entre el 16 y 17 de enero, aunque se puede ampliar un poco en función de los imprevistos meteorológicos, como las lluvias o el viento fuerte. En esos días la detección de los pájaros es menor, por lo que puede trasladarse la operación a otra jornada muy cercana para evitar distorsiones en la operación que provoca esa movilidad de los individuos que refería el ornitólogo zamorano.

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GALERÍA | El Duero en Zamora, tercer humedal de la provincia Jose Luis Fernández

Esas adversidades meteorológicas registradas en esos dos días en Zamora obligaron a llevar al día 22 de enero la elaboración de este primer censo del humedal de la capital, encargado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, organismo competente en la confección de ese recuento en toda la comunidad desde hace 30 años.

Fue preciso esperar en la capital y “cuando la meteorología dio un respiro” comenzar ese meticuloso trabajo, explica el también naturalista zamorano, conocedor en profundidad del Duero en el tramo de la capital, que estudia desde mucho antes de que se crearan estos mecanismos de control de la fauna.

Ese rastreo constante y a diario del río que desde hace más de tres décadas ocupa a Hernández Rodríguez mucho de su tiempo, el profuso estudio de sus riberas en un amplio perímetro, que va más allá del tramo que observan los zamoranos desde ambas márgenes, resulta esencial para tener localizados al milímetro a cada una de las aves que eligen el Duero en la capital como lugar para sus estancias invernales. La Administración autonómica cuenta con colaboradores, con agentes ambientales y, a veces, como es el caso de Zamora capital, trabaja con naturalistas y ornitólogos.

Los expertos se emplean en localizar, censar y estudiar la evolución de estas poblaciones, y localizar los puntos más importantes donde se acomodan las aves acuáticas para pasar el invierno en este tramo urbano del Duero. Esta tarea censal ha permitido observar el importante descenso de la llegada de estos pájaros invernantes a la provincia, lo que redunda este 2021 en censos menores.

Zamora entrará como humedal por primera vez en ese catálogo en el que aparecen 353 de toda Castilla y León

Esa es la consecuencia del aumento de temperaturas en el centro y norte de Europa, causa de que cientos de alados ya no bajen hasta España y, por ende, a Zamora. Baste como apunte que en Villafáfila se ha pasado de registrar 30.000 individuos de ánsar común en los años 90 del siglo pasado a los menos de 2.000 que actualmente llegan desde Alemania, Holanda, Polonia, Suecia y de Noruega.

Esto no implica que se queden en sus países de origen, “pero sí que lo hagan en Holanda o en Francia, ya no bajan los Pirineos”, no lo necesitan para huir del frío. Esta nueva conducta se corresponde con el descenso de nieves que se registra en Holanda desde hace unos años. Tiempo atrás, las intensas nevadas en ese territorio, al sepultar los cultivos, “les impedía comer; también la implantación de otros cultivos favorece ese cambio de destino, al facilitarles la alimentación”.

Zamora capital entra este año a engrosar la lista de los 14 espacios de la provincia incluidos por la Administración autonómica para confeccionar el Censo Internacional de Especies Acuáticas Invernantes, junto a embalses, como el de Ricobayo, y lagunas grandes. Entrará como humedal por primera vez en ese catálogo en el que aparecen 353 de toda Castilla y León, y será uno de los 120.000 a nivel mundial. Esa riqueza de fauna que llega a Zamora capital y se queda en estos duros meses a invernar incluye aves que solo se pueden ver en la capital, en el entorno del río, como el avetorillo común o el martinete común, especies que migran a África y que antes solo se las podía avistar en primavera y verano. Ahora, sin embargo, hacen un alto en el camino para vivir el invierno en el tramo urbano del Duero.

Ánsares en el Duero

De nuevo, el cambio climático se cree que puede estar detrás de estas nuevos hábitos observados en estas familias: se vienen quedando en la capital zamorana desde los años 90 del siglo pasado. Con anterioridad, proseguían su camino hacia África tras el calor, “como ha pasado con la cigüeñas, aunque a una escala más pequeña”, apunta Alfredo Hernández Rodríguez.

Especial Protección

Esta inclusión en Censo Internacional de Especies Acuáticas Invernantes, en el que este primer recuento aporta 1.107 ejemplares que pululan por este espacio fluvial de la capital, aves de 20 especies diferentes, entre ellas la gracilla bueyera, es una baza más, importante, para que el Duero recupere la denominación de Especial Protección, una aspiración a la que no renuncia el Ayuntamiento de Zamora, como viene expresando su concejal de Medio Ambiente, Romualdo Fernández Gómez, desde hace tiempo y para lo que ha encargado un estudio que avale ese necesario blindaje para salvaguardar su biodiversidad.

Esos miles de ejemplares que hacen escala en la capital, que bajan de las gélidas tierras del norte europeo y de Asia, Alemania, de Rusia, Reino Unido o de Escandinavia, entre otros países, son “un número importante, por cantidad y variedad, y porque son especies importantes que no aparecen en otros lugares”, destaca el experto. Esta peculiaridad refuerza la aspiración a especial calificación que mantenga a salvo el tramo urbano de la mano invasora del hombre, de una transformación que rompa la gran riqueza de su fauna, su flora y paisajística.

El método

Por lo que respecta la método empleado para confeccionar el censo, es sencillo y, a la vez complejo, hay “recorrer las orillas de la ribera del Duero” durante esas 48 horas establecidas para todos los que participan en su contar a cada individuo. Hernández Rodríguez se fijó para localizarlos en el tramo de unos seis kilómetros de río, desde la aceñas de Gijón hasta la desembocadura del Valderaduey, donde confluyen ambos ríos.

Alfredo Hernández escudriñó el tramo de unos seis kilómetros de río, desde la aceñas de Gijón hasta la desembocadura del Valderaduey, donde confluyen ambos ríos.

A lo largo de ese tramo, se fijan puntos de parada para calibrar y contar las aves, “debes ser lo más certero posible, permaneces de pie, esperando a que aparezcan y vas anotando” el número y la especie. En las zonas de mucha vegetación, “tienes que parar para detectar a los individuos por sus sonidos o porque se dejan ver”. Los dormideros de aves, los árboles que cada grupo de especies diferentes tienen copados para buscar la rama en la que pasar la noche, se convierten son fundamentales para este trabajo de campo en Zamora capital. “A última hora de la tarde, te acercas para ir contando uno a uno a los que van entrando al árbol”, llegan en bandadas. Los cormoranes grandes tienen dos dormideros y existe otro de garcillas bueyeras.

La crecida del río este invierno ha influido en una disminución del censo, si se comparan los datos con el recuento del año pasado que hizo el ornitólogo por su cuenta. Al venir las aguas más turbias y con mucha corriente tras las lluvias, las especies pescadoras tienen más difícil capturar peces y se trasladan a embalses próximos con aguas más plácidas. Es lo que ha podido ocurrir con los cormoranes que en noviembre, cuando había paso de aves hacia el sur de la Península y una mayor cantidad de peces, por el tramo del Duero en Zamora capital se pudieron contabilizar más del medio millar de esos ejemplares. Sin embargo, el 22 de enero, el recuento no llegó a contabilizar los 300.