Este tipo parece que tiene talento”. José Luis Coomonte hacía gala, una vez más, de esa fina ironía, del humor inteligente que le acompaña siempre, con el que juega también en el discurso de sus obras, 33 de ellas expuestas en el Museo Etnográfico de Castilla y León hasta el 6 de junio bajo el título “Reto y materia”.

El poliédrico artista zamorano, innovador y vanguardista que presume a cada rato de ir ya por los “88 tacos”, se refiere con asombro a su propia capacidad creativa, fruto de una incesante actividad intelectual que le mantiene lleno de mensajes y reflexiones que libera a través de sus esculturas. Piezas que cobran vida sobre todo tipo de materiales: vidrio, escayola, corcho, bronce, hierro, madera, aluminio... sorprendentes por su lenguaje fresco y contemporáneo.

Coomonte deja de lado los convencionalismos, los arquetipos que se enseñan en las facultades de Bellas Artes, fue profesor en la Universidad de Salamanca. Rupturista e innovador, admirador del escultor zamorano Baltasar Lobo, fue también profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde compartió clase con “Antoñito López”, entonces “yo que era clásico como él, hacía lo que veía, ahora he cambiado y hago lo que no veo”.

Dueño y señor de la materia, “a veces me preguntan cómo puedo trabajar todavía con hierro”, dice mientras se mira y agita en el aire sus manos rugosas de tanto doblegar los metales más duros. El zamorano explica que “siempre he trabajado con todo tipo de materias y material muy fuerte que nadie se explica cómo Coomonte ha podido. Y no hablo del Miliar de La Marina, la Farola o la escultura trasladada al parque San Martín de Abajo”, sino de otras de muchas más envergadura.

El artista muestra la versatilidad de una de sus piezas. | Emilio Fraile

Coomonte no quiere una rueda de prensa convencional, se dispone a improvisar y, aunque advierte que está abierto a cualquier pregunta, “aunque sea indiscreta, yo os contesto”, lo cierto es que toma la palabra, “voy a ir hablando”, y los periodistas la pierden. Va saltando de su trayectoria profesional a lo más íntimo de su vida privada. “He ganado mucho y me han gastado mucho porque me he casado cuatro veces y he tenido niños”, explica sin remilgos, desde la transparencia que aplica a su forma de ser y estar en el mundo. “Era muy atractivo, decía cosas preciosas, he sido un encantador de serpientes, ¡Yo qué sé!”. Y se define: “soy una persona libre, hace poco un francés me ha regalado un cuadro que es una foto mía y un puzzle”, un puzzle porque “yo soy muchas cosas, demasiadas”.

Aunque asegura que esta exposición fue una propuesta del director del Museo, José Luis Calvo Domínguez, el artista se veía encantado de poder explicar su arte una vez más, un proyecto que tiene en mente en colaboración con el Etnográfico. Ayer volvía sobre sus pasos para recordar que su larga vida está colmada de éxitos, “yo ya he hecho muchas exposiciones y no tenía ganas de otra”. De inmediato entra a analizarse a sí mismo y a concluir que la muestra, en realidad, “no es para exponerme al público, sino para mí, soy un egoísta” porque le permite “ver la obra que me interesa más o menos, después de no haberla visto durante tiempo”.

Dio pequeñas pinceladas de su amplio palmarés y de su profuso currículum, su reconocimiento en la Bienal de Arte Sacro de Salzburgo, en la II bienal de París y es seleccionado para la exposición en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, su participaciones en exposiciones nacionales e internacionales (Madrid, La Haya, León, Ruan, Nueva York, México). Y su huella con sus esculturas, “mucha obra”, monumentos hoy en distintas ciudades como Madrid, Salamanca o Zamora. Y “he dibujado mucho”.

Calvo ayer junto a Coomonte.

Este hijo de carpintero llegó al arte casi por determinación de su entorno, “yo no quería ser ni escultor ni nada, todos decían “este niño es un artista, este niño es un artista” y me convirtieron en lo que yo no elegí”. Desde el improvisado púlpito de la plaza de Viriato, bajo la sombra de árboles entrelazados, desveló que “yo he querido ser un hablador de la vida”. Y ha pasado de hablar del cosmos en sus dibujos a idear otro lenguaje “quemando el papel fotográfico”, en lo que está ahora. Es la magia de las técnicas, lo que le ha ayudado a “poder con todo, yo te cojo esta silla y te hago una escultura”. De eso hay mucho en su obra, en la exposición del Etnográfico, donde una composición con grifos de agua trasciende lo banal para remitirse a Heráclito y su “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, apunta. Ese cambio constante de la vida, en continua transformación que refería el filósofo, es el que Coomonte capta en su obra.

“Acercamos al artista infinito, al niño mirando al mundo”

El Museo Etnográfico de Castilla y León vive con “alegría” la reapertura del centro cultural con la exposición de José Luis Coomonte “Reto y materia”, “preparada con mucho cariño y que esperamos que sirva como acicate para que la gente vuelva a visitarnos”, explicaba su director, José Luis Calvo Domínguez. Una muestra que “nos presenta a ese Coomonte infinito, con una versatilidad tremenda con los materiales; nos acerca a este artista con casi 89 años pero que sigue con un niño dentro del ojo mirando el mundo hacia dentro, con esa mirada tan poética” que convierte la propuesta del Museo en una gran oferta para el público en general. Aunque el centro cultural no ha dejado de organizar actividades, con las restricciones y el cierre físico por la pandemia, Calvo Domínguez describía que esta situación está siendo dura, y más sin poder tener la visita del público, “la participación, que es lo que le da sentido”, una ausencia que genera “un vacío tremendo”. El mantenimiento de la partida presupuestaria en las mismas cifras que en 2019 ha sido un alivio, “una alegría tremenda porque teníamos muchos proyectos esperando a ver si eran viables o no y se nos ha abierto una puerta”. El espacio está ya en plena actividad con aforo reducido al 30% y las medidas de higiene y seguridad.