Primero fue la novedad: todo el tiempo del mundo en casa para actualizar las tareas pendientes. Después, vino la necesidad de socializar: charlas de balcón, vermú telemático y aplicaciones de reuniones en línea para todo tipo de avatares. Y al final, llegó el cansancio: ganas de salir a la calle, demasiadas vueltas a la cabeza y pensar demasiado sobre cuestiones que antes apenas encontraban reflexiones puntuales. El confinamiento fue un escenario inédito para la mayoría de los zamoranos y sus consecuencias todavía se pueden explorar a día de hoy. El cambio de hábitos mantiene su vigencia y las sensaciones de soledad, miedo o falta de energía siguen pasando su factura.

El informe “Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento”, elaborado por un equipo de seis universidades españolas, demuestra cómo ese periodo de encerramiento obligado ha cambiado la forma de vida de los ciudadanos de Castilla y León. Una muestra clara es el incremento del consumo de bebidas alcohólicas en el hogar, que ha crecido un 13% desde la declaración del estado de alarma en marzo del pasado año. Esas reuniones para vermú telemático, así como la clausura de la hostelería y las restricciones que aún arrastran los bares, se esconden detrás de esta estadística, que habla directamente de esa tendencia al exceso en el consumo de sustancias derivadas de la situación de la pandemia.

Pero no es el único indicador de que los hábitos han cambiado. En demasiadas ocasiones, a peor. Según el informe de investigación, casi un 30% de los ciudadanos de la región reconocen haber aumentado un poco o mucho el consumo de alimentos hipercalóricos. Así lo demuestra uno de los testimonios de la encuesta. “En alimentación hay más cambios, yo seguía a un nutricionista, pero ahora en casa, con la ansiedad, no puedo evitar comerme un puñado de patatas fritas o chocolate para merendar”, reconoce uno de los participantes.

Ciudadanos en una terraza de hostelería en el centro de Zamora. | Nico Rodríguez

La bebida y la mala alimentación son complementos nocivos para una vida sedentaria. Algo que, es evidente, ha crecido de manera obligada durante los últimos meses. De hecho, el 29% de los ciudadanos de este territorio reconoce haber aumentado el número de horas de televisión desde el estallido del coronavirus, a lo que hay que sumar otro 31% que ha superado con creces su actividad habitual en redes sociales y un 10% que ha hecho lo propio con el uso de videojuegos para matar el tiempo. Eso sí, no todo es negativo. Y es que un 18% de los encuestados en la región reconoce haber hecho un poco más de ejercicio físico de lo habitual, mientras que casi un 8% ha hecho bastante más ejercicio del que acostumbraba.

Junto al consumo y los hábitos, el confinamiento ha generado otro tipo de situaciones de carácter psicológico a las que ha habido que hacer frente. Sorprende en la estadística como un 45% los ciudadanos de Castilla y León han afirmado sentir agobio por la cantidad de mensajes o llamadas recibidas durante este periodo. El mismo porcentaje, además, ha asegurado haber sufrido cambios de humor recurrentes y la sensación de irritación y enfado ha crecido en un 50% respecto a lo que suele resultar habitual.

El informe “Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento” demuestra también cómo ha crecido la preocupación por los familiares, los sentimientos de culpa, la sensación de soledad e incluso los sentimientos depresivos y de desesperanza. El malestar psicológico ha crecido entre casi un 50% de los encuestados y la sensación de incertidumbre ha sido de más del 75%. Cuatro de cada diez personas del territorio han asegurado sufrir ataques de angustia o ansiedad, mientras que casi el 70% ha estado pensando en lo que ocurriría si padeciera una enfermedad grave, como es la del coronavirus. La solución, para algunos, ha sido no querer hablar de los problemas. Otros, han desarrollado sentimientos depresivos, como es el caso del 39% de los ciudadanos de Castilla y León.

Las conclusiones arrojadas por los investigadores ponen negro sobre blanco que el malestar psicológico ha sido predominante en todos los grupos considerados. “En general, los sentimientos de confianza y optimismo disminuyeron, siendo esta disminución mayor en mujeres, en las personas en las que ha empeorado la situación laboral y en los que han tenido sintomatología o diagnóstico de la COVID-19; pero no apareció una relación clara con la edad”, indican en el informe. “En cuanto a hábitos y conductas de consumo se ha encontrado durante el confinamiento un aumento del uso de redes sociales y de mayor tiempo viendo la televisión, un incremento del uso de videojuegos en los más jóvenes, así como un mayor consumo de alimentos hipercalóricos y un mayor porcentaje de encuestados que han disminuido la realización de ejercicio físico frente a aquellos que han aumentado el mismo a pesar del confinamiento”, detallan.

El consumo de bebidas alcohólicas, tabaco o medicamentos también ha sufrido cambio en aquellos que informaron consumirlos. “Si bien, este cambio, en productos tales como el tabaco o bebidas alcohólicas se ha producido en ambas direcciones, es algo mayor el incremento que la disminución”, concluyen los investigadores de este estudio.

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