Julio suele ser el mes en el que los trabajadores del colegio Virgen del Castillo están de vacaciones, pero el verano pasado la situación fue diferente y los empleados se acoplaron a las circunstancias especiales provocadas por la pandemia y el confinamiento. La Junta de Castilla y León ofreció a las familias con niños en el centro la posibilidad de que los alumnos de este colegio pudieran recuperar las horas de fisioterapia que no habían recibido en los últimos meses debido al confinamiento.

Ese ofrecimiento conllevó que tanto los fisioterapeutas como los ayudantes técnicos educativos, ordenanzas y personal de limpieza llegaran a un acuerdo económico con la administración para trabajar varias horas al día durante la segunda quincena de ese mes. El acuerdo fue de palabra, pero la parte de los trabajadores cumplió con su cometido y realizó el trabajo que se le demandaba.

Han pasado ya siete meses y los ordenanzas y personal de servicio todavía no han recibido la nómina de ese mes, mientras que los compañeros que trabajaron con ellos en verano sí han cobrado. En varias ocasiones —la última hace poco más de un mes—, este colectivo se ha puesto en contacto con la Dirección Provincial de Educación a través de un escrito “y no es que nos hayan dado largas, sino que, directamente, no nos han dado ninguna respuesta”, lamentan. Incluso han solicitado este cobre a la Secretaría General de Educación de Valladolid, recibiendo silencio como única respuesta.

“Hemos estado trabajando cinco horas al día, como los fisioterapeutas y los ayudantes técnicos educativos, pero mientras que ellos no han tenido problema para cobrar, a nosotros nos siguen debiendo esta nómina”, comparan, denunciando que la administración “haya pagado a unos grupos de trabajadores y a otros no”. En total, son cuatro los trabajadores afectados por esta situación.

Durante esa quincena de verano, la labor de este personal era indispensable para que se pudiera lleva a cabo este servicio de fisioterapia, como recibir a los alumnos en el colegio, tomarles la temperatura, siguiendo las nuevas normas sanitarias impuestas y repartir batas al fisioterapeuta, que tenía que cambiarse cada vez que atendía a un nuevo estudiante. Esa era la misión de las ordenanzas, mientras que el encargado de servicio se centraba en limpiar la sala de fisioterapia, el suelo y todos los aparatos que se hubieran utilizado con el usuario después de cada sesión realizada en el colegio.

“No queremos provocar ningún escándalo, solo hacer patente el incumplimiento clamoroso del acuerdo que se alcanzó en verano para poder dar servicio a los alumnos del colegio”, subrayan para terminar.