A sus 50 años José Antonio Maldonado se quedó en paro el pasado mes de noviembre, cuando debido a la situación de la pandemia, cerró el local donde trabajaba como camarero “y se me acabó el contrato”. Desde entonces ha ido tirando como ha podido con los 540 euros que cobra del paro, aunque entre pagar el alquiler y vivir no le llegan para afrontar los recibos de la luz y el gas sobre todo en este invierno tan duro como el que ha vivido Zamora. “La subida de la luz se ha notado realmente en el recibo”, explica este zamorano, que vive con su hija a cargo. “Se me acaba el paro en mayo y después me queda el subsidio, 450 euros”, explica José Antonio, que tiene perspectivas de volver a encontrar empleo en cuanto las restricciones sanitarias permitan al sector de la hostelería funcionar de nuevo.

Es un ejemplo de lo que se conoce de “pobreza energética”, que sigue “existiendo realmente”, comenta la trabajadora social de Cáritas Isabel Sampedro. “Hay casos en que las familias intentan hacer frente al pago de los suministros, pero no llegan y nos encontramos con la situación de que piden ayuda cuando tienen varios recibos pendientes”. En “estos meses de frío, sobre todo enero y febrero son los que más familias nos están llegando para que les ayudemos a pagar los recibos del gas y luz, por el tema del frío, evidentemente. En invierno es imposible estar sin calefacción”.

Aunque existe el bono social que proporciona una rebaja en el importe del recibo, dependiendo de las circunstancias familiares, no siempre es suficiente o no siempre se puede acoger a él el inquilino, ya que las compañías exigen que el recibo llegue a su nombre y no al del casero. “Muchas personas no son conscientes de que pueden obtener una rebaja en la factura y nosotros en algunos casos les ayudamos con el trámite que tienen que hacer ante las compañías comercializadoras”.

Las compañías introducen a algunas de estas familias en el archivo de personas vulnerables, lo que impide cortar la luz en supuestos de impago, aunque “ahora mismo no es el caso, porque con el estado de alarma no pueden cortar el suministro. Aunque es verdad que en algunos casos las compañías eléctricas les amenazan con el corte de luz”.

Sampedro coincide con José Antonio en que “este año sí que se ha notado bastante la subida de luz en los recibos. En un mes normal podemos estar dando este tipo de ayudas a 50 familias seguro de Zamora ciudad. Y en estos meses se han incrementado”.

El caso típico: “Oye, me puedes echar una mano que este mes no puedo con el recibo de luz” o “me puedes ayudar con el recibo de gas y yo pago el de luz” o “me puedes ayudar con el pago del alquiler, porque los recibos los tenía domiciliados y ya me los han cogido, pero no llego para el pago de la renta”.

José Antonio Maldonado, camarero en paro con una hija a su cargo, ha tenido que recurrir a Cáritas para poder pagar el recibo de la luz. | J. L. Fernández

“Nosotros no podemos pagar la luz todos los meses a todas las familias. Ojalá pudiéramos, pero evidentemente, es imposible”, explica Sampedro. El criterio establecido “es que pagamos tres o cuatro recibos de luz y dos de gas al año. Pero yo soy la trabajadora social de una zona y los criterios no los puedes llevar a rajatabla, siempre intentamos ver cuál es la situación de las familias y somos flexibles evidentemente”.

Un grave problema se da con las familias “a las que les hemos estado ayudando durante un año entero porque no tienen ningún ingreso económico. Están esperando una prestación social, pero esta no llega, no llega y no llega, no se les resuelve. Es a las mínimas. El ingreso mínimo vital está tardando mucho el resolverse. Y esos meses que están a la espera los recibos de luz llegan y los del agua, los alquileres, la alimentación”.

Los centros de acción social tienen unas ayudas de urgente necesidad para apoyar a las familias para afrontar estos gastos, “pero solo pueden hacerlo una vez al año. Y lo que pasa muchas veces es que estas ayudas de los CEAS llevan necesariamente una tramitación administrativa, y a veces la ayuda tiene que ser inmediata. “Ahora no se está dando tanto el caso, pero si hay un corte de luz para dar de alta en enganche hay que pagar la deuda anterior y hay que hacerlo ya. Las ayudas de la administración llegan con días y meses de retraso y desde aquí nosotros podemos dar las ayudas inmediatas. Y estamos en coordinación con los CEAS para este tipo de casos”.

Mientras tanto familias como la de José Antonio pueden salir adelante gracias a la solidaridad que canaliza Cáritas con sus trabajadores sociales, tres en la capital y otros dos en la provincia. A la espera de que cambien los tiempos están personas como este camarero convencido de que “la hostelería no es el sitio del contagio, para nada. Yo he estado el mes de agosto y septiembre en Fermoselle, llevaba los cuatro comedores y no he cogido el coronavirus. Cuando se arrima la gente es cuando se coge, pero estando bien en la hostelería no hay contagios. He atendido terraza y comedor, cara a cara con la gente, con la mascarilla puesta ellos y no me he contagiado. Es la prueba de que la hostelería no tiene la culpa. El virus se coge cuando hay demasiada gente reunida sin mascarilla”.

“He pedido ayuda este mes porque ya no podía más, es agobiante”. José Antonio Maldonado es uno de los zamoranos que sufre lo que se ha dado en llamar pobreza a energética, especialmente acuciante cuando al invierno se une una subida del precio de la luz como la de este año y las consecuencias sociales de una pandemia que ha dejado en el paro a muchas personas, sobre todo en el sector servicios. Cáritas apoya cada mes a medio centenar de familias que siguen sufriendo la denominada “pobreza energética”, cuyo día se celebra hoy.

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