Lleva ya más de cuatro meses en el Museo del Prado la exposición INVITADAS “Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931)” y, aunque lamentablemente su visita se está viendo dificultada por las restricciones de la pandemia, (también para los que vivimos en Madrid, ya que por lo general se ha de contar con fecha y horario previo), está teniendo un notable éxito; las entradas, que ciertamente han de estar limitadas, se agotan algunos días. Y además la amplia cobertura informativa y la visita virtual, que facilita Internet, hace que los verdaderamente interesados conozcan la intención y los contenidos de la exposición: por una parte, como se ha presentado a la mujer en aquellos años y por otra, como entonces las mujeres creadoras pudieron manifestarse en las distintas expresiones de las artes plásticas.

Racimo de uvas, de Joaquina Serrano.

Racimo de uvas, de Joaquina Serrano.

Está montada a conciencia con los fondos del mismo Prado, muchos de ellos depositados por diversos museos e instituciones del país y ofrece una visión sorprendente e impactante de algunas obras bastante conocidas, pero las más, poco o nada, incluso al visitante habitual. Un recorrido desde los cuadros de historia o los contenidos moralistas sobre la mujer, hasta algunas pintoras ya reconocidas y a las pioneras en la fotografía y el cine en las primera décadas del siglo XX. Pero he de limitarme a dar estos someros datos, porque no me corresponde hacer más valoración, pues ya se ha venido haciendo reiteradamente en todos los espacios culturales y se ha editado un extraordinario libro/catálogo con la participación de cualificados historiadores y críticos de arte. Por lo tanto he de referirme a la presencia de Zamora en la exposición, porque llama la atención que haya nada menos que seis explicitas referencias entre las ciento treinta cartelas que documenta cada obra.

Puesto de flores, de María Luisa de la Riva.

Estos son los cuadros y sus autoras y autor: Joaquina Serrano y Bartolomé (Fermoselle, 1857-1893?) activa pintora, de la que hay bastantes datos de su estancia en Madrid, donde contó con el apoyo de su tío Joaquín Espalter y Rull, (1809-1880) pintor catalán afincado en Madrid, con importantes trabajos y relaciones; los primeros y últimos años de esta artista sayaguesa por ahora no ha sido posible conocer. Tres óleos de pequeño formato muestran el trabajo de su juventud “Racimo de uvas”, “Perdiz y pimientos” y “Una charra”, procedentes de los fondos del museo y al lado otro que muestra y se titula “Joaquina Serrano pintando en el estudio de Espalter”, realizado por este pintor y que se expone en el Museo Nacional del Romanticismo. María Luisa de la Riva y Callol (Zaragoza, 1865-Madrid, 1926) es la autora del cuadro “Puesto de flores”, que se encuentra en depósito en la Diputación de Zamora. De esta pintora, considerada ya como profesional, que llevó sus pinturas al Salón de París y que obtuvo distinciones y premios, hay también tres grandes óleos de frutas y flores en la exposición. Carlos Verger Fioretti (Paris, 1872-Madrid, 1929) presentó el cuadro “Falenas” en la Exposición Nacional de 1920; pero no obtuvo medalla, lo que si había conseguido en anteriores citas y también como grabador; pero llamó la atención y suscitó diversos comentarios. Propiedad del Museo del Prado, está en depósito, como todo buen aficionado sabrá, en el Museo de Zamora.

Perdiz y pimientos (Joaquina Serrano). Una charra (Joaquina Serrano). Joaquina Serrano pintando (J. Espalter y Rull).

Pero ocurre que así como “Falenas” en la distribución de la exposición ocupa un lugar más entre, las pinturas moralistas para las “magdalenas” modernas, su presencia prevalece sobre cualquier otra imagen en el entorno de esta trabajada exposición temporal. Y no solo en el exterior del museo utilizando diversos soportes y fragmentando o destacando la imagen protagonista, sino que también aparece en distintos impresos y lugares. Creo que la publicidad se ha tomado la licencia de poner el foco en ese cuadro, en el que se vislumbra un ambiente de color y fulgor con una mirada atrayente, de invitación a la exposición. Personalmente me ha causado una gran impresión ya que en mis visitas al singular Museo de Zamora, (un acierto de integración y funcionalidad de Mansilla y Tuñón), subo siempre a la parte superior, por si hay algún cambio o novedad, además de congratularme con los cuadros de Gallego Marquina, Delhy Tejero o las maquetas de Barrón y de Benlliure. Pero lo que obligatoriamente, también ocurría, era enfrentarme a la obra de Carlos Verger con una sensación de extrañeza, perplejidad, intimidación o seducción. Pensando ahora que el cuadro habrá de volver a su sitio, habrá también que ponerle en valor. En cualquier caso y como comentario general y pretensión final: que en tiempos de dificultades e infortunio, Zamora se reconforte y autoestime en su presencia cultura.