Norberto, ciudadano portugués, tras la frontera de hormigón. | Emilio Fraile

“Esto afecta a todos, pero a unos más que a otros”. Pablo espera desde el lado a que llegue el panadero portugués sobre la barrera de hormigón que ha vuelto a partir en dos a Rihonor de Castilla y Rio de Onor. Ese muro permanecerá ahí, inamovible, hasta que el Gobierno portugués decida levantar las restricciones a la movilidad transfronteriza. Unos metros más arriba se encuentra el verdadero quebradero de cabeza de los habitantes del lado español: una cadena que corta el camino que da paso hacia las tierras y explotaciones ganaderas y que tan solo abre durante cuatro horas a la semana.

Los vecinos españoles aguardan la llegada de cada miércoles y cada sábado. Esos son los días en los que Portugal ha decidido retirar la cadena para que los habitantes puedan cruzar, siempre con objetivos agrícolas. Lo hacen de diez a doce de la mañana. En la hora española, no es hasta las once cuando se levanta la barrera, que se vuelve a cerrar a la una del mediodía. “No da tiempo a nada. Si el sábado metes el remolque para cargar leña, lo tienes que recoger el miércoles”, se lamenta Manuel, otro de los vecinos zamoranos que quiere ese pan que no llega.

La Raya de Zamora entre España y Portugal: un oasis fronterizo


Del lado portugués hay menos problemas. Como reconocen los españoles, ahora Rio de Onor está más evolucionado: tiene bares, tiene comercio, tiene hostal, camping y restaurante. Nadie necesita ir a Rihonor a nada. Aunque, quizá, sí a otros lugares. María, Celeste y Adelia charlan a la puerta de la casa de esta última. Afirman estar tranquilas, pese a la situación en Portugal. “Si vas a Braganza, sí que ves que la cosa se está poniendo un poco fea, pero aquí estamos bien, de momento, gracias a Dios”, reconoce María. El cierre de la frontera con Rihonor apenas les trastoca. Si acaso, como dice Celeste, para ir “a Puebla a hacer alguna compra o los lunes al mercado de El Puente”.

La calma de los dos pueblos que son uno solo se rompe únicamente cada sábado y cada miércoles con un operativo que definen los propios vecinos a través del refranero: “Nos sale más caro el collar que el perro”. Hasta allí se desplazan agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil por la parte española, así como efectivos de la Guarda Nacional Republicana y del Serviço de Estrangeiros e Fronteiras por la parte portuguesa. A todos ellos, hay que añadir la parte institucional, la del representante del Ayuntamiento de Pedralba de la Pradería, encargado de abrir el candado.

El ceremonioso episodio es, para las autoridades, fruto de un “complicado paso fronterizo sin comparación en toda La Raya”. Los vecinos, sin embargo, son más prácticos:, “No hace falta tanta parafernalia, sino aplicar un poquito de sentido común”.