José Eugenio Martínez Lourido, nacido en Pontevedra, y zamorano por convicción (pues fue en esta ciudad donde pasó gran parte de su vida junto a su inseparable Mercedes y sus hijos) falleció ayer en Salamanca, en cuyo hospital había sido ingresado días atrás. Deja un legado de amor y entrega, de humanidad y sabiduría que lo mantendrá vivo en el corazón de todos aquellos que tuvimos el inmenso honor de conocerlo.

Lourido era, en los años 90, presidente de la patronal Azecop. También lo fue de la Fundación de la Construcción de Castilla y León. Y también el empresario que rompía cualquier estereotipo de un sector que en la provincia se caracterizaba entonces por la bronca y el exabrupto, por la desunión y las zancadillas, herencia pura del estilo caciquil que, durante tanto tiempo, galopó entre empresas y administraciones. Bastaba cruzar una simple mirada con él para darte cuenta de que estabas ante alguien sin dobleces, un hombre bueno, un hombre tranquilo, que se ha ido tan discretamente como vivió.

Este gallego que nunca venció la morriña aún con tantas tardes en las gradas disfrutando o sufriendo del Zamora C. F., ni siquiera encajaba en tópicos como el de saber su posición de subida o bajada si lo encontrabas en unas escaleras. Al contrario, José Eugenio Martínez Lourido siempre tuvo claro su sitio, igual que mantenía la calma y el tono de voz sosegado que, a buen seguro, irritaba a más de uno de los que cumplían fielmente los cánones de la época sobre lo que debía encarnar un constructor que se preciara, adictos, ellos, tanto a poner ladrillo sobre ladrillo como a tirárselos a la cabeza sin contemplaciones. A estos últimos era más fácil encontrarlos por los bares. Con Lourido te tropezabas en el teatro, en el cine, y, sobre todo, en los conciertos. La música era una de sus grandes pasiones. En la hemeroteca de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA releo una entrevista en la que le preguntábamos sobre las prioridades para Zamora. Contestaba que “una gran industria, infraestructura viaria y no olvidar el tema cultural”. Y en concreto, para ese año, el 99, pedía “un gran auditorio”.

Fue el empresario que rompía estereotipos en un sector que se caracterizaba por entonces por la bronca y el exabrupto

Con Lourido se podía hablar, naturalmente, de su profesión y de la empresa, de la economía en general. Oficialmente era Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Pero ese solo sería un breve comienzo, porque la conversación podía derivar por cualquier derrotero de la actualidad. En esas charlas nunca tuvo pelos en la lengua. Y, a menudo, sin perder, en absoluto las formas, detestaba la mezquindad que solemos destilar por estas tierras y el victimismo estéril: “Zamora debe deshacerse de ese fatalismo que le impide trabajar”, decía. Con hombres de mentalidad preclara como él, tal vez el futuro lo hubiéramos pintado más de azul, como el mar de su Galicia y menos negro. Quizá fuera un gen marinero el que le hacía evitar las aguas agitadas artificialmente. En el fondo, renunciaba de buena gana a codearse con la mediocridad que nos asedia, pero de una forma natural, como quien sortea el fango al cruzar un arroyo.

Lo suyo era el sosiego y la reflexión, el respeto por el otro, la elegancia y la clase. Huía del protagonismo y del relumbrón, nunca de la responsabilidad. Escuchaba siempre a sus interlocutores, aunque las auténticas enseñanzas las daba él, desde la calma, desde la razón. Lourido, allá donde esté, habrá protestado al ver mis intenciones de dedicarle estas líneas, a ratos habrá bajado la cabeza, azorado, y reído con sorna finalmente, antes de agradecer siempre de corazón, que era lo suyo. Termino estas líneas con el Cascanueces de Tchaikovsky dando vueltas en la cabeza. Lo acabo de ver destacado en una publicación en sus redes sociales. Un cuento de Navidad, como la que termina, de un ruso que escribió: “El futuro tiene muchos nombres: para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido y para los valientes, la oportunidad”. Que tu recuerdo sea inspiración para alcanzar el futuro que soñaste. Sit tibi terra levis, amigo.