Ha vuelto a dar vida a Margot Taylor, la detective protagonista de sus dos anteriores obras, para situarla de nuevo en el Chicago de los años 20 del siglo pasado y enfrentarla, esta vez, a un asesino en serie. Gloria S. de Castro Prieto, la zamorana que nació como escritora de novela negra en 2011, regresa a las librerías con “Max Nardy” tras el éxito cosechado hace dos años con “Las cebollas ya no me hacen llorar”, compendio de microrrelatos y pensamientos. A sus espaldas, otras cinco obras que dan fe de la prolífica carrera de esta filóloga y criminóloga que llegó a trabajar como detective privado, aunque en escenarios mucho más prosaicos que los recreados en sus novelas policíacas, investigaba bajas laborales.

–Sus primeras incursiones en la escritura están lejos de la novela, en la poesía y sin ver la luz hasta 2007, ¿por qué publica?

–Desde que era niña escribía cuentos, pequeñas historias y poesía. Gané un primer premio en un concurso convocado por la isla de la Palma con “Concierto”, un poema que escribí durante un concierto de Bebo Valdés en Salamanca, en 2005. Se lo hice llegar y me dio las gracias. A partir de ahí, desde 2006 escribo poesía y en 2007 publico en digital el primer poemario. Un año después, nace “Bajo tus manos”, un poemario en papel. El siguiente es “Treinta y seis” en 2010, con algún microrrelato; tiene más de 50 publicaciones en antologías de poesía y microrrelatos.

–¿Cómo da el salto a la novela negra, tan opuesta a la poesía?

–Nunca me planteé la novela porque soy muy impaciente, quiero saber ya lo que ocurre. Y, además, la novela me parece muy difícil. Me decidí a raíz de una cena con amigos que me animaron, comenzaron a decirme que la poesía es más elitista y se mueve en un mundo cerrado. Soy muy cabezota, dije “voy a hacerlo” y me lo planteé en 2009. Después de la primera ya no paré. Debo todo a esas amigas, y a la ebriedad.

–¿Ahí ya crea al personaje central de sus obras policíacas, Margot Taylor?

–Sí, pensé en escribir con la misma detective como protagonista, Margot Taylor, que tiene su secretaria, el mismo inspector de policía, su pareja, un local al que acude habitualmente, hay una serie de personajes que siempre aparecen. Esta es la tercera novela negra, antes fueron “19, Clark Street” (2011) y “Mulligan Carter” (2016). Entre estas dos últimas publiqué “Fatto a mano” (2014), una especie de diario de viajes por el sur de Italia y España.

–¿Cuál es el secreto para ser tan prolífica?

–No lo sé, una de mis preocupaciones cuando acabo una novela es si habrá otra. La idea de esta última nació en 2014, pero lo dejé ahí. Cuando me fui a Canarias a vivir, la retomé, aparecieron en mi vida nuevas personas, amigos, que metí como personajes, en la novela todos son reales, me dejan usar sus nombres y el físico, su carácter ya es creación mía. A algunos les pregunto datos de su vida, como a Rudolf Szasz, un ciudadano rumano que es mi peluquero en Canarias, en el libro es el inmigrante que busca a su madre, aunque esa no es su historial personal.

–¿El proceso creativo es largo?

–Mi editora dice que vomito los libros. Los escribo rápido, pero después los dejo tres o cuatro meses en barbecho y vuelvo a leerlos; después los reviso otra vez...

–¿Cómo surge la trama?

–Me suele surgir la inspiración en momentos inesperados, no toda la historia, que desarrollo después. Es como un primer germen de lo que será después el libro. Yo digo que primero creo el esqueleto y después voy haciendo el armazón, la voy construyendo, creando la trama, dando respuesta al por qué, el quién, el cómo, el cuándo...

–¿Cómo nace “Max Nardy”?

–Estaba en una piscina en Salamanca y durante una conversación un amigo dijo algo, que no puedo contar, y de repente me dije “¡oh!”, anoté la idea en mi cuaderno de las novelas y la dejé aparcada. Me fui a Canarias, como ya te dije, y fui apuntando cosas en el cuaderno, me iban aparecieron ideas y personajes. Te puedo decir que el billar es importante el libro, algunos personajes juegan y tuve que aprender para poder escribir.

–¿Tampoco nos puede decir cómo muere la víctima?

–No, la novela gira entorno a quien mató a Max Nardy, que es la víctima, pero no puedo decir mucho más.

–Estudió criminología en la Universidad de Salamanca, ¿nace ahí su inclinación por este género?

–Ya me gustaba la novela negra, he leído toda la obra de Agatha Christie y de las escritoras americanas de novela policíaca. He usado los libros de mis estudios como criminóloga para orientar las novelas en la parte relacionada con el crimen y cómo actúan los asesinos, pero también me documento para recrear la época, las ciudades que aparecen, para ambientar el libro, siempre me ha gustado aprender.

–¿Por qué decide un asesino en serie?

–Sin dar muchos detalles, te diré que con los crímenes que van desarrollándose en la novela solo podía tratarse de un asesino en serie. Empecé a leer referencias sobre asesinos reales para reproducir sus conductas, la forma de estar en el mundo, como actúan, qué móviles pueden tener, en esta obra es la venganza lo que le lleva a matar.

–¿Qué aprendió sobre estas personas al profundizar en su psicología para escribir el libro?

–Te siguen impactando los métodos, los motivos, a pesar de conocer su psicología, se me revuelven a veces las tripas.

–Aún así, elige como protagonista a un asesino en serie.

–Para mí el protagonista no es el asesino, son los buenos: la detective y la policía que deben dar con ese individuo. Es interesante que la gente vea diferentes perfiles de asesinos a través de mis novelas, pero para mí la víctima es mucho más importante, es la que sufre, sobre la que recae el mal del asesino, es la que sale perdiendo. El asesino es la herramienta que uso para crear una novela, no quiero que sean protagonistas porque creo en que el bien vence al mal.

–Se ha considerado el policíaco un género menor.

–La novela policíaca ha convivido con la histórica, no creo que sea menor. Eduardo Mendoza, Rosa Montero, Umberto Eco..., todos los escritores han tenido un toque de misterio. Quizás se cree más fácil de leer, que tiene una trama más simple, no estoy de acuerdo. El libro para mí es una vida y la persona que lo escribe merece mi admiración y reconocimiento, da igual el género que sea.