La última fue “Sargent Mayor”, la franquicia de ropa para niños que se ubicaba en los bajos del edificio del Casino. Antes fueron Massimo Dutti, Pull & Bear, Amichi, MaryPaz o Dentix. Cadenas, la mayoría dedicadas a la venta de ropa y textil, que han abandonado la principal arteria comercial de la capital zamorana, la calle de Santa Clara, como muestra de una incesante sangría comercial que el coronavirus no ha hecho más que acrecentar. El comercio de Zamora no funciona y las franquicias empiezan a marcharse de la ciudad.

Santa Clara suma cerca de una decena de locales vacíos, una situación inédita en una calle que siempre ha contado con una intensa actividad comercial. La transformación de la arteria zamorana comienza en la década de los sesenta, cuando las franquicias empiezan a fijarse en las ciudades pequeñas —como Zamora— después de asentarse en las grandes capitales europeas y en los núcleos urbanos de mediano tamaño. La primera en llegar es Zara, que se asienta en Santa Clara como núcleo de la vida comercial de Zamora, aunque no exactamente donde se encuentra ahora. Tras Zara, llegan a la ciudad una franquicia tras otra. Primero del sector textil y después de todo tipo de negocios —dentistas, ópticas, joyerías...—. A comienzos de la década de los 2.000 era noticia que un pequeño empresario comenzará una “aventura” comercial en Santa Clara, pues las franquicias absorbían todos los locales que quedaban vacíos. Sin embargo, el fuerte latido económico de la calle todavía se sentía. Ningún local quedaba vacío más de unas pocas semanas, lo justo para adecentarlo y volver a abrir las puertas a los consumidores zamoranos.

Santa Clara logró incluso superar, aunque con menos pujanza de la que tuvo, la crisis económica del año 2010. Con un vaivén de negocios más elevado del habitual durante los años anteriores, pocas tiendas quedaban vacías. Mientras Tres Cruces, Príncipe de Asturias, Víctor Gallego o incluso San Torcuato comenzaban a languidecer, Santa Clara aguantaba el tirón.

El panorama comenzó a cambiar de forma drástica hace dos años y la pandemia hace que el futuro sea muy incierto. Las franquicias comenzaron a abandonar Zamora hace ahora dos años, escapando de unos márgenes comerciales bajos —los normales, por otra parte, en las ciudades pequeñas en las que esta situación se repite— y con el planteamiento de centrar su estrategia en las ventas a través de Internet. Otras se van porque la matriz desaparece. Sea como fuere, el cierre de “Sargent Mayor” es el último de una lista que inició “Pronovias” en San Torcuato. La lista, se antoja, será más larga. Las últimas noticias apuntan al cierre de “Stradivarius” en las próximas fechas, mientras que la situación de Zara, cadena que iniciara el desembarco en Zamora de las franquicias, es incierta desde hace meses. Inditex, cabe recordar, garantizó hace unos meses que la tienda seguiría abierta en Zamora.

Crisis comercial en Zamora

Sin embargo, es la llegada de las franquicias a la ciudad la que transformó el panorama comercial de Santa Clara, lo que a la postre ha llevado a que los pequeños emprendedores tengan dificultades para abrir aquí. El funcionamiento de las franquicias es el que coloca a muchas tiendas de Zamora en una situación delicada. No es casualidad que Zara abra en Santa Clara y no en la avenida de Requejo. Las grandes marcas exigen a los emprendedores que quieran apostar por ellas un lugar privilegiado en las ciudades, algo que forma parte de la imagen de marca que quieren desprender. El interés de las franquicias por Santa Clara fue lo que disparó los alquileres en los noventa y en la primera parte de los dos mil. Los propietarios celebraron el interés de las franquicias en Zamora aumentando las rentas de los locales.

Sin embargo, ahora que las franquicias no se interesan por la ciudad, los alquileres no han bajado. La rentabilidad de un negocio va ligada al coste de la renta, el principal gasto para muchos emprendedores. Todo lo que se paga en alquiler se traduce en menos beneficios. Ahora, las franquicias se van y los alquileres no bajan, lo que se traduce en un creciente número de carteles de “Se alquila” en las principales calles comerciales de la ciudad.

Las grandes marcas exigen una demanda alta y constante para mantener el negocio, algo que hoy no se da en Zamora

Un paseo virtual por los portales de alquiler de inmuebles existentes en Internet permite comparar precios. Alquilar un local en Santa Clara, en el caso de que la tienda tenga una extensión generosa, puede llegar a superar los cuatro mil euros mensuales. Los precios son algo más bajos en San Torcuato y en las calles que conectan esta vía con Santa Clara, pero siempre rondan los dos mil euros mensuales para locales con extensiones aceptables para negocios actuales.

Los mismos portales web que reflejan los precios existentes en Zamora permiten comprobar cómo está el mercado en las ciudades vecinas. Así, los emprendedores interesados en abrir una tienda en Zamora pueden comprobar que en las calles comerciales con más tirón de Salamanca no resulta complicado encontrar un local por una cuantía mensual similar a la que se exige en Zamora. Lo mismo pasa en Valladolid. No tienen los mismos metros cuadrados de extensión, pero la demanda potencial a la que se exponen tampoco es la misma. Las dos ciudades citadas tienen más poderío económico que Zamora y son, por tanto y a priori, más atractivas para los inversores.

No es algo nuevo. Una de las principales quejas de los empresarios que quieren abrir un negocio es el elevado importe de renta que tienen que pagar para ponerse en funcionamiento. Con todo, muchos propietarios se resisten a bajar el precio a los interesados. Solo así puede explicarse el hecho de que locales aparentemente atractivos lleven años en alquiler sin que se atisbe una bajada de precio los haga más atractivos para los empresarios.

Los franquiciados tienen más problemas —Pull & Bear se quejaba de que comenzaba la semana siempre en negativo porque estaba obligado a devolver el dinero de compras que se habían hecho el sábado en Salamanca o Valladolid— pero la realidad es que las grandes marcas exigen a sus franquiciados una demanda alta y constante que en Zamora, con una población envejecida y con el consumo bajo mínimos, no se da. La situación de Santa Clara, cada vez más vacía, no es más que la consecuencia última de la decadencia del comercio de la capital, muy mermado desde hace años y que, con la pandemia, ha recibido una estocada mortal. Es el reflejo último de una situación que, en los barrios, es aún peor.