Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid y miembro del Departamento de Historia del Arte de la Fundación Las Edades del Hombre, José María Vicente, nacido en la localidad zamorana de Jambrina, ha realizado un laborioso trabajo durante los últimos diez años que ahora ve la luz con la publicación de “Arquitectura gótica en Zamora”. Un libro, surgido a partir de su tesis doctoral, con el que pretende contribuir a poner en valor el relevante y desconocido legado de este estilo arquitectónico existente en la provincia, eclipsado por el peso histórico del patrimonio románico zamorano.

–¿Considera que la arquitectura gótica ha sido la gran olvidada en una provincia donde el románico es el principal referente?

–La gran cantidad y calidad de edificios románicos que tenemos en la provincia zamorana, como la Catedral de Zamora o los monasterios de Moreruela y de San Martín de Castañeda, ha hecho que los estudiosos repararan muchísimo más en estos edificios y no en los que podrían tener elementos de arquitectura gótica. Al final, son elementos muy parciales, como capillas o cabeceras que se modificaron en época gótica en iglesias románicas, como la iglesia de San Leonardo o la propia Catedral de Zamora.

–¿Cuáles son los referentes más destacados de este estilo en la provincia?

–Quizás esa parcialidad o falta de una gran construcción gótica en la capital zamorana, como hay en otras ciudades, con grandes catedrales góticas, ha hecho que los estudiosos repararan menos en estas obras, aunque haya elementos de arquitectura gótica que fueron muy relevantes y tuvieron mucha entidad. Algunas de estas construcciones desaparecieron, como el convento de San Francisco, que es hoy la Fundación Rei Afonso Henriques, pero otras se mantienen, como todas las reformas que se hicieron en la Catedral de Zamora. La Catedral es románica y a todos nos gusta ver la puerta del Obispo y el cimborrio, pero no se entendería sin todas las reformas que se hicieron durante la época gótica. Se trata, nada más y nada menos, que toda la cabecera, con la sacristía y todas las dependencias anexas; el coro y la capilla más grande de la Catedral, la del Cardenal Mella, que también se hace en arquitectura gótica. Hay elementos muy significativos de este periodo tanto en la capital como en la provincia.

–¿Su libro tiene por finalidad otorgar al gótico zamorano la importancia que se merece?

–Eso es, darle la importancia que se merece y recoger todos y cada uno de los elementos o estructuras góticas diseminados por toda la provincia. Me he ceñido a la provincia porque los últimos estudios de arquitectura gótica se habían circunscrito a otras provincias y este trabajo permite ir completando todo el panorama gótico regional. Por eso me he centrado en la provincia, tanto en la parte de nuestra Diócesis como en la que pertenece a la de Astorga. El objetivo es dar relevancia al gótico, darlo a conocer y quedar de manifiesto todo ese conjunto de obras, de mayor o menor entidad. Hay algunas, en casos puntuales, que dentro de cinco años habrán desaparecido porque se encuentran en iglesias que están en ruinas y que no tienen cubiertas y al menos con este trabajo podrán quedar recogidas para la posteridad.

–Ha elaborado un catálogo de los elementos más representativos de este estilo en la provincia, ¿cuántos obras lo componen?

–En el catálogo se recogen 51 localidades de la provincia en las que existen manifestaciones del gótico. En algunas existen más de una manifestación, como en la capital, Benavente o Toro, por lo que estaríamos hablando de más de un centenar de elementos ligados a la arquitectura gótica en la provincia. Hay solo dos edificios que son completamente góticos, el resto son estructuras pertenecientes a este estilo, como capillas, cabeceras o fachadas.

–¿Cuáles son esos dos únicos edificios enteramente góticos en la provincia?

–Hay iglesias que se plantean como góticas, que se empiezan a construir a finales del XV y principios del XVI, pero se tardan tanto en construir que se terminan de hacer en el Renacimiento. Tenemos los ejemplos de las iglesias de Morales y Corrales, donde lo gótico es la cabecera y el cuerpo ya es renacentista. De los siglos XIII y XIV, que corresponden al gótico pleno se ha perdido todo. Hay dos excepciones que, por la rapidez de construcción, empiezan y se terminan en época gótica. Son las iglesias de San Sebastián de los Caballeros, en Toro, y la iglesia del Salvador, en Ayoó de Vidriales.

–Tras este profundo análisis, ¿qué peculiaridades podría decir que caracterizan a este estilo en la provincia?

–Zamora no está en un lugar de entrada directa o de influjos de otros países y al haberse construido edificios en gran cantidad y calidad del románico, lo que hizo que el gótico que entrara de manera más lenta que en otros sitios. También ocurrió lo contrario, que cuando en el siglo XVI en algunas zonas se empezaba a edificar con el estilo del Renacimiento, aquí pervivió un poco más el gótico. Son rasgos que se pueden extrapolar al resto de la península. El de Zamora es un gótico más medido porque no hubo grandes patrocinadores, como las grandes construcciones hechas en otros sitios apoyadas por la monarquía. La Diócesis de Zamora era bastante pobre en este sentido, no tenía recursos para hacer grandes construcciones. Los conventos y monasterios, en su mayoría, salvo excepciones, fueron bastante sencillos frente a los grandes complejos monásticos de otras zonas.

–¿Qué dificultades se ha encontrado para elaborar este primer estudio del gótico zamorano?

–Hay falta de documentación y, sobre todo en un estado muy fragmentado. Hay muy pocas publicaciones o referencias, solo están reseñados los edificios más importantes y de forma muy general, no hay estudios en profundidad de ninguno de ellos.

–¿Este ingente trabajo de catalogación ha incluido un trabajo de campo?

–El libro consta de dos apartados. Una primera fase consistió en visitar todos estos lugares para tomar fotografías y ver el estado en que se encontraban. Una cuestión complicada es que de los 102 que se han estudiado, en 29 de ellos no se había hecho nunca una planimetría, es decir, nunca se había publicado la planta del edificio. En estos casos he ido con un arquitecto para tomar las fotografías y medidas y hacer las plantas nuevas. Ese catálogo constituye dos tercios del libro, en los que comienzo con una reseña histórico y artística del propio edificio, aunque solo tenga una parte gótica, acompañada de fotografías y de sus plantas, tanto extraídas de otras publicaciones y modificadas a mi interés para significarla como las que hemos hecho ex profeso. Una vez hecho, ese catálogo me ha servido para hacer la primera parte del volumen, que es un estudio comparativo, en el que analizo la evolución de las formas o los cambios en los tipos de bóvedas. Ese estudio está dividido por periodos: gótico inicial, pleno y tardío. He dejado un capítulo para las pervivencias, es decir, todo lo que se hizo en el siglo XVI, ya con mezcla de métodos renacentistas y con pervivencia de construcciones de gótico tardío.