Alerta, enterramiento por COVID-19. La anotación en la ficha de cada inhumación es obligada si el cadáver pertenece a una persona fallecida a consecuencia del virus, como ocurre si la causa es cualquier otra enfermedad infecciosa, detalla la auxiliar del departamento del cementerio de San Atilano, Águeda García. Esa información es esencial para prevenir contagios a los nueve operaciones del camposanto cuando sea preciso “hacer algún tipo de manipulación en la sepultura, cuando se exhume el cadáver o se saquen los restos, “si son de reciente enterramiento, hay que tener especial cuidado”. Aunque se cree que al cabo de unos años ya no existe el riesgo, el Ayuntamiento de Zamora mantiene ese protocolo activo.

La posibilidad de tener que manejar restos infectados es elevada, puesto que, al no existir nichos disponibles y hasta que se haga un bloque nuevo, los fallecidos que no tienen ni panteón ni nicho en propiedad son enterrados en una sepultura de tierra por un máximo de cinco años. Después hay que sacar los restos y en fallecimientos por el virus el riesgo está ahí.

Trabajadores del cementerio introducen un ataúd en una sepultura Emilio Fraile

No obstante, el miedo a contraer el virus por el contacto con los ciudadanos es mucho más patente entre los empleados del camposanto, “a mí lo que me da miedo es la gente, cuando entran en espacios cerrados, como en las oficinas”, explica el encargado, Eduardo Rodríguez Esteban. Subraya que “aquí no ha habido ningún contagio. En la calle, al aire libre se ha demostrado que no se manga el virus” y San Atilano es un espacio donde corre bien el aire.

Las funerarias siguen un protocolo de seguridad escrupuloso con los cadáveres de fallecidos por COVID que garantiza que no habrá riesgos para los trabajadores al recoger las cajas, “meten los cuerpos en un sudario especialmente preparado para que no haya contagios y hay desinfección de las cajas, que están selladas. Nosotros tenemos los epi, pero no hay problema porque las medidas de seguridad ya las toma la funeraria. Las urnas también van introducidas en unas fundas especiales”, señala Rodríguez Esteban.

Los ciudadanos también “han perdido el miedo. Desde que terminó el estado de alarma se acercan” al ataúd y las sepulturas durante el entierro. “Cuando aquello se cerraron las puertas del cementerio, solo se dejaba entrar a tres familiares y el sacerdote. Los curas de los barrios venían y daban el responso fuera, en la calle”, antes de traspasar los portones de madera. “Una vez que entraba el féretro, dejábamos pasar a tres familiares si querían. Ahora pueden acompañar el entierro 25 personas, con distancia de seguridad y mascarilla”.

Los operarios del camposanto durante un sepelio Emilio Fraile

La incineración ya se estaba generalizando antes de la llegada de la pandemia. Al principio de la irrupción del COVID, no les dejaban hacer un entierro normal y era mejor para ellos incinerar y después, si querían, hacer un entierro normal”, pero ahora es una práctica más habitual.

Eduardo Rodríguez cree que “es una comodidad, ni te tienes que preocupar de sepultura ni andas pendiente de nada. Coges un columbario, si quieres, o un nicho pequeño, lo depositas y es mucho más limpio, y mucho más barato a la larga”.

“VIVí LO MÁS DURO CON GENTE DE MADRID QUE NO SABÍA NADA DE SU FALLECIDO”

Funcionarios de San Atilano preparan un panteón para un entierro Emilio Fraile

La oficina del Cementerio de San Atilano fue refugio en el confinamiento, y aún lo es en la nueva normalidad, para quienes han perdido a seres queridos en Zamora sin poder desplazarse por las restricciones del COVID. La funcionaria del Ayuntamiento de Zamora, Águeda García, confiesa que “la situación más dura la he vivido con familias de Madrid. Algunos no sabían de qué había muerto su familiar, en qué tanatorio estaba, ni cuándo le enterrarían. Un caso tardó tres semanas en llegar a Zamora”, el departamento pudo agilizar los trámites y llegó a buscar a curas par entierros. “Fue muy duro que murieran solos y sin despedirse”, y cree que esto “pasará una factura muy seria a la sociedad. Fue como cortarles el duelo. Está quedando un trauma, una angustia en la gente muy seria. Hay quien ha perdido a más de un familiar”.