Historiador y profesor de Secundaria durante toda su vida profesional, Jesús Coria decide ahora dar un salto al mundo literario para reflexionar sobre su trayectoria vital en su primera antología poética, titulada “Arqueología metódica”, en la que explora su faceta de “arqueólogo-poeta” y donde tienen un especial protagonismo algunos de los rincones más emblemáticos de Zamora.

–Con “Arqueología metódica”, como usted mismo señala en el libro, ha excavado en su vida a través de un proceso de introspección personal, ¿con qué finalidad?

–Hay una definición de poesía que siempre tengo presente, de Pedro Salinas, que dice algo así como que la poesía es encontrar la esencia de la realidad descubriendo el tema y sus interrogantes. Yo tengo una visión diacrónica y los poemas están escritos en distintas épocas, pero quería que el hilo conductor fuera la búsqueda de esa belleza y de la realidad a lo largo del tiempo. El lector puede encontrar una reflexión más amplia de estas cuestiones en la introducción que escribí en el poemario para una mejor comprensión del sentido de mi poesía.

–Como historiador, ¿qué le ha hecho elegir la poesía como vehículo de transmisión?

–Yo creo que la búsqueda de la belleza, de la esencia y de trasponer lo subjetivo a lo objetivo. Esas metas no están reservadas a una sola profesión. Yo soy historiador y esa ha sido mi vocación, pero también soy poeta. Escribo poemas desde muy jovencito y lo que he hecho en este libro es colocarlos por orden, de ahí el sentido del título, arqueología metódica. Independientemente de cuando fueron escritos, están organizados en torno a ese eje del tiempo y de sus interrogantes. Hay una película de Sorrentino, “La gran belleza”, que me impactó mucho y su protagonista, en una de sus frases, dice: “yo cuando cumplí los 65 años me di cuenta de que no tenía tiempo para perderlo en cosas inútiles”. Este personaje buscó durante toda su vida la belleza y eso realmente justifica también una vocación y un estilo de entender la vida. La poesía te compensa en esa especie, no de angustia vital, pero sí del tiempo pasado y de situarte en tu mundo, en tu época y en tu contexto. Hay un poema titulado “Inaudita claridad”, que lo hice pensando en la época COVID, pensando en qué tipo de mundo se nos presenta a partir de ahora y sobre si nuestras costumbres y sentido de la vida cambiarán con todo esto.

–Ha escrito una poesía con rima irregular y que se aleja de los patrones tradicionales, ¿por qué ha elegido este tipo de formato?

–Tener un traje a medida a veces te puede permitir o no alcanzar tus fines. Si lees un poema con rima libre tiene ritmo y música. A mí me gusta mucho el cantante y poeta Leonard Cohen. Si lees su poesía traducida no hay por donde cogerla, pero si oyes cómo canta esos poemas, entonces cobran sentido. Forges decía que la poesía necesitaba de palabras entretejidas artísticamente. Ese es uno de los secretos de la poesía. Yo creo que hay que leerla en el lenguaje en el que están escritos, es decir, en su versión original.

–El bosque de Valorio le sirve para recordar a Shakespeare y el carnero de Viriato protagoniza otro de sus poemas, ¿qué importancia tienen estas pinceladas zamoranas en su poemario?

–La patria del hombre es su juventud y yo creo que hoy en día no somos árboles con raíces, sino sin suelo, como aludo en alguno de mis poemas. Sin embargo, mi patria, mi razón de ser, mi sentido y mucho de lo que soy viene de donde viene. Por eso hablo de Balborraz, Viriato o el bosque de Valorio, donde me llevaban mis padres de pequeño y que recuerdo como un mundo mágico. Yo he querido pasear por allí a algunos de mis poetas favoritos en el poema “El amor en los libros del poetas” porque es el lugar donde he encontrado la magia. Esos paisajes, junto a otras calles de la zona de Catedral o el Troncoso, me motivan hasta el punto que algunas veces cuando he estado carente de inspiración la encuentro allí. Recuerdo un paseo por la zona de Catedral en un día de niebla, de esos tan habituales en Zamora. Terminé tomando un café en el Aureto y me salieron dos poemas seguidos. Aunque he perdido muchas personas en este viaje que ya no me pueden acompañar, como mis padres y amigos, Zamora sigue siendo ese lugar mágico para mí. Cosa que también me ocurre en Roma y en Denia, donde he decidido pasar gran parte de mi vida. Seguramente le pasa a más gente, que cuando se va de vacaciones y vuelve a Zamora seguramente algo se recompone dentro de uno mismo.

–¿Es necesario sentir esa nostalgia para que se produzca la creación literaria?

–Yo creo que sí. La nostalgia es una especie de antesala de la poesía, como decían los autores románticos. Hay mucha gente que no entiende los fados, que hablan de esa nostalgia o de lo perdido, y yo los entiendo muy bien. Soy un admirador profundo de Portugal, de sus gentes y de sus canciones.

–¿Qué otros proyectos literarios se plantea en un futuro?

–En poesía estoy trabajando en otro poemario, El jardín inconsistente, que espero terminar el próximo año. También quiero hacer una guía artística de Roma y un libro de relatos complementario, aunque ese proyecto camina muy lentamente. Como no podía ser de otra forma, también estoy trabajando en otros dos libros de historia. Uno de ellos verá la luz, si no hay problemas inesperados, en el prime trimestre del año próximo y el otro un poco más adelante.

–Tras toda una vida dedicada a la docencia, ¿cuál es su diagnóstico sobre el actual sistema educativo?

–Yo he sido director del instituto Jorge Manrique de Palencia y te contesto precisamente con una de las coplas de este autor que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque todo el mundo tendemos a ver el pasado como algo mejor, esto ya les pasaba a los autores clásicos, yo sinceramente pienso que no se ha producido esa especie de pareja entre cantidad y calidad. Es un matrimonio bastante complicado. Se ha ampliado la edad de la enseñanza pública obligatoria y eso es un logro, pero no hemos sido capaces de tener nuestro estilo. Creo que estamos dando bastantes palos de ciego y que se ha primado más la cantidad a la calidad. Yo he sido profesor de Bachillerato toda mi vida, pero también ocurre en la universidad.