Se vende casa histórica de piedra entre árboles centenarios en una de las zonas más prestigiosas de Cataluña, diseñada por las manos del arquitecto del Camp Nou, con una capilla románica del siglo XII procedente de San Esteban de Gormaz. Precio: 2.100.000 euros. El anuncio de la venta de una finca de lujo en la localidad gerundense de Camprodón ha reavivado las heridas abiertas por la marcha de la “iglesia vieja” del pueblo soriano, que tuvo lugar hace un siglo. Dos décadas atrás, el historiador Carlos de la Casa y el neurólogo Juan José Ruiz Ezquerro, hoy jefe de servicio en el hospital Virgen de la Concha de Zamora, reconstruían en un libro con todo detalle el increíble “autoexpolio” del templo.

Portada original de San Esteban en una imagen de los años veinte. | Cedida

Un relato que nace en los años veinte, cuando el marchante de origen italiano León Levi desembarcó en Soria. Su principal objetivo entonces no era San Esteban, sino las pinturas de una peculiar ermita románica situada a cuarenta kilómetros, en un páramo deshabitado. En realidad, el expolio —una compra ratificada por el Tribunal Supremo— consagró a Levi como uno de los mayores enemigos del patrimonio español, responsable de que los valiosos frescos estén hoy repartidos, en pedacitos, por museos de España y Estados Unidos.

El claustro recreado, junto al resto de la vivienda. | Milanuncios

El escándalo dejó en segundo plano el resto de operaciones que Levi llevó a cabo en una zona ideal para cualquier anticuario de la época. Mientras maduraba la operación de San Baudelio, San Esteban de Gormaz decidía el destino de su “iglesia vieja”, un templo románico del siglo XI prácticamente en ruinas que aún conservaba en pie su elegante portada y un ábside con una peculiar ventana. En el interior, lucían las pinturas de la Última Cena que el historiador Juan Cabré había datado del siglo XIII. El irresistible aroma de aquellos antiguos dibujos acabaría atrayendo a todo un lobo del patrimonio. Sí, a Levi.

Detalle de la ventana del ábside, hace un siglo. | Cedida

Por entonces, el Ayuntamiento de San Esteban negociaba con el Obispado de Osma la construcción de una plaza con campanario sobre el céntrico emplazamiento de las ruinas del templo. La Iglesia daba el visto bueno a la operación, a cambio de que los vecinos tuvieran prioridad a la hora de hacerse con las piedras. Autorizado el derribo del templo, Levi llega a un acuerdo con el contratista para hacerse con las pinturas. Visiblemente preocupada, la Comisión Provincial de Monumentos se persona en Gormaz y “levanta acta” de la situación. Las fotografías que se tomaron entonces son las únicas del emplazamiento original que han llegado a nuestros días.

Fotografía de la familia Muyo Juanilla junto a las ruinas de la iglesia. | Cedida

Mientras la voz de alarma de los comisionados no termina de desperezar a la Real Academia de Historia, los acontecimientos se precipitan en el verano de 1923. Avanza el desmontaje del malogrado edificio y de las pinturas ya no queda ni rastro. Al parecer, al intentar arrancarlas de las paredes sin éxito, Levi las ha destruido.

Pero, ¿qué había ocurrido con la portada y la ventana del ábside? La Dirección General de Bellas Artes desvelaría la respuesta poco después: la mercancía se encontraba retenida en uno de los almacenes de la estación de Monrrot, en Barcelona. Levi había facturado dos envíos con dirección a Cataluña: uno de diez toneladas y otro, días más tarde, de nueve. Entre aquellas piedras se encontraban los elementos de San Esteban, junto a cuarenta canecillos y otros materiales sin identificar. Pero, nadie sabe exactamente cómo, el italiano utilizó sus influencias para desbloquear el envío, del que nada se volvió a saber. En 1925, el mismo año que el Supremo entregaba los frescos de San Baudelio a Levi, Bellas Artes dictaba sentencia sobre la antigua iglesia de San Esteban: la venta era legal, nada que objetar.

Ni una sola noticia en décadas. Hasta que a finales de los setenta, una publicación local soriana identifica el nuevo emplazamiento de los restos, decorado ideal de una extensa finca de 4.000 metros cuadrados junto al río Ter, en la localidad gerundense de Camprodón. Quizá la historia les suene: en 2012 se redescubría un supuesto claustro románico en una propiedad de lujo en Palamós. La diferencia radical es que, en este caso, quedaba probado documentalmente que la capilla reconstruida había recogido los elementos de Gormaz.

A principios de los noventa, el neurólogo riojano Juan José Ruiz Ezquerro estudiaba el románico soriano cuando accedió a la referencia que el historiador Gaya Nuño había hecho en los cincuenta sobre unos restos románicos de San Esteban en la finca de un pueblo de Gerona. Movido por la Curiosidad, el hoy jefe de Neurología del Virgen de la Concha viajó a Camprodón. “Me recorrí todo el término, casa a casa, buscando las piedras de Gormaz con los prismáticos”, confiesa. Hasta que un colega de profesión, médico del guardián de la finca en cuestión, le ayudaría a acceder al interior para fotografiar la casa. “Fue un capítulo complicado y, sobre todo, triste. Uno no entendía cómo los restos de la iglesia del santo titular de un pueblo soriano había ido a parar allí por 2.000 pesetas”, rememora Ruiz Ezquerro.

Pero aquello no era todo. Las piedras de San Esteban se mezclaban con otros restos de origen burgalés en un verdadero galimatías. “Los elementos eran impresionantes, pero la disposición en las diferentes estancias era una chapuza”, analiza. Asimismo, Ezquerro supo por el guardián que existía “un problema de herencias” sobre la propiedad que había pertenecido a un tal Vilella. “Nos dijeron que aquello apenas se utilizaba, si acaso, en la celebración de la boda de uno de los herederos”.

Datos, fotografías… aquel material se quedó durmiendo hasta que Ruiz Ezquerro acordó con su amigo historiador Carlos de la Casa, con quien había compartido la excavación del yacimiento celtíbero de Tiermes en los setenta, reconstruir la penosa historia de Gormaz en un libro que se publicó en el año 2002. La publicación recogía el pasado y las incógnitas, pero no, obviamente, el último episodio. Esta semana, impactados, algunos vecinos de San Esteban de Gormaz hacían circular en Twitter un “megahilo” con la historia de la iglesia vieja, después de averiguar que el portal Milanuncios publicaba la oferta de venta la finca donde aparecían los restos de su propio templo: 2.100.000 pesetas.

“Lo ideal es que las piezas reconocibles de San Esteban fuesen compradas por la Junta de Castilla y León, la Iglesia y el pueblo para ser restituidas”, apunta Ruiz Ezquerro, aunque él mismo se corrige: “Me temo que no es posible. Castilla y León tiene un patrimonio muy extenso, existen otros restos con mayor valor y, además, habría muchos problemas legales”. Porque aquella lejana venta fue legal. Al menos, la operación que llevó a cabo León Levi. Nada se sabe de cómo llegaron las piedras de Barcelona a Camprodón. Su compañero de viaje en la investigación, Carlos de la Casa, no es de la misma opinión. “Dejemos de mover el patrimonio, que la finca la compren las instituciones y que se le pueda dar un acceso y uso públicos donde está”, opina De la Casa, todo un experto en patrimonio.