La narradora y especialista en Literatura Infantil y Juvenil, Isabel Benito, impartió ayer dos sesiones de narración oral en la Biblioteca Pública de Zamora con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Sobre esta conmemoración, advierte del riesgo en que se convierta en una fecha más si no se encuentran métodos efectivos para abordar este tema en profundidad desde las aulas.

–¿En qué han consistido las dos sesiones de narración oral que ha presentado en la Biblioteca Pública de Zamora?

–La sesión se llama “Mujeres de Carne y cuento” y tiene dos versiones, una para familias y otra para adultos, lo que cambia es el carácter de las narraciones. En ambas sesiones combinamos historias de tradición oral y relatos de autor. La primera sesión es para público familiar, recomendada para familias con niños de más de 4 años, por cuestión de ritmo. Es para público familiar porque lo más interesante no pasa en el escenario, sino entre el público. Invitamos a las familias a que se sienten juntas, que ahora es casi obligado, porque pasan cosas muy bonitas como, por ejemplo, que los pequeños ven como sus adultos de referencia se sorprenden, se entusiasman o se emocionan con la escucha de las historias y las personas adultas tienen la oportunidad de observar con qué cosas se entretienen y les llaman la atención a los pequeños, por lo que es todo un espectáculo.

–¿De qué forma se aborda la violencia de género a través de estas dos actividades?

–La peculiaridad que tienen estas sesiones es que procuramos que las protagonistas sean mujeres. No quiere decir que las historias cuenten explícitamente algo relacionado con la violencia de género, sino que tienen esa perspectiva, más que en cómo se cuentan en la selección de historias. En la tradición oral hay muchas historias en las que las mujeres son las protagonistas y tienen un papel activo y relevante. En la selección de libros de autor y de álbum ilustrado la labor de selección consiste en presentar mujeres con papeles no estereotipados, que nos muestren diferentes caracteres de mujer, q no son sumisas y toman sus propias decisiones. No siempre son heroínas, sino que también son mujeres que meten la pata. El enfoque no consiste en que yo haga hincapié en la moraleja de la historia porque la historia habla por sí sola.

–Una se dirige a público infantil y otra a espectadores adultos, ¿cuál de ellos es más exigente?

–Desde luego el infantil porque cuando no le gusta algo lo manifiesta abierta y expresamente. Con el público adulto, la labor de la narradora consiste en afinar mucho la escucha porque sobre todo ahora que llevamos la cara tapada hay que intentar leer las emociones del público para saber si le está interesando la historia o qué cosas les conmueven y para detener la narración en un lugar o incidir en cosas puntuales. Con los niños, el ritmo es mucho más rápido porque son mucho más expresivos. La selección de historias para público familiar es más rítmica, son historias más cortas y las alternamos con algo de poesía con historias más largas. Con el público adulto podemos ahondar más en los temas.

–¿Es importante abordar temas como la violencia de género desde la infancia sin eufemismos?

–Desde mi punto de vista sí. Para mí tiene muy poco sentido invitar a los niños y niñas a colgar zapatos rojos con motivo del Día contra la Violencia de Género sin explicarles las cosas. Hay que hablarles de ello, aunque adaptándolo a su capacidad de escucha y comprensión. Si no corremos el riesgo de que confundan los zapatos rojos con Papá Noel o el Black Friday y el Día contra la Violencia de Género no es una celebración, sino que si decidimos abordarlo desde la infancia hay que hacerlo con todas las consecuencias.

–¿Cree que la violencia de género recibe suficiente atención en las aulas o que debería reforzarse más?

–Creo que está puesta la intención, pero creo que nos falta valentía e investigación. Está la intención de abordarlo, pero corremos el riesgo de quedarnos en lo superficial y se convierta en una fecha más, como el Día del Libro que se celebra en el cole haciendo un mural. Ahora que ya está clara la necesidad de abordar el tema en la escuela, quizás sería el momento de pensar en cómo hacerlo. Creo que tendría que ser una cuestión o materia trasversal y que no es solo responsabilidad de las personas que se dedican a la educación formal, sino de las que nos dedicamos a la cultura y la educación no formal. Hay que investigar cuestiones que a los adultos nos ponen incómodos y que generan nuestras dudas y controversias en lo personal para ver cómo abordamos esas cuestiones con los niños.

–En la literatura infantil, ¿también hace falta que tengan más cabida estos temas?

–La literatura sirve para abordar casi cualquier tema. Es interesante establecer la relación entre una obra literaria y otras obras en formato libro destinadas a la infancia. Las usamos para explicar algo, pero no son literatura. El arte puede ser un vehículo para transmitir emociones y un disparador para establecer una conversación posterior. Por eso las historias que elijo no hablan explícitamente de violencia, pero invitan a desatar esa conversación.

–¿La lectura es un modo de evasión más necesario que nunca en la situación actual?

–La literatura es un lugar especialmente bueno para refugiarse. Es buen momento para brindar la oportunidad de leer. Leer no es imprescindible pero sí que es deseable. Mi trabajo es una cuestión de militancia, no me gusta decir que es lo mejor que hay, pero sí mostrar con entusiasmo que para mí es muy importante y quizás de esa manera se presente como una opción más y un lugar donde refugiarse ante la realidad que tenemos.