Un jefe de un estudio de cine con don de gentes que esconde oscuros deseos, para los que no se reprime a la hora de utilizar su posición de poder. Así es el personaje que interpreta Nancho Novo en la adaptación de la obra de David Mamet “Trigo sucio”, que se pondrá en escena mañana viernes en el Teatro Principal, junto a Eva Isanta, Norma Ruiz y Fernando Ramallo.

–¿Subirse al escenario con una obra firmada por David Mamet es éxito asegurado?

–Por lo menos es una garantía de calidad. Vamos a representar un buen producto, porque David Mamet es uno de los dramaturgos norteamericanos más potentes que hay ahora mismo.

–Se trata de una comedia, ¿es ahora más necesaria que nunca?

–La risa siempre ha sido necesaria pero aunque se trate de una comedia, tiene un trasfondo duro, al hablar de un tema bastante serio.

–Se refiere al escándalo de Harvey Weinstein. ¿Cómo fue meterse en la piel de un personaje así?

–Como todos los villanos, es un papel muy atractivo. Es un personaje que no está escrito de una forma maniquea e incidiendo en su maldad, sino más bien populista, con un talante muy jovial. Pero bajo ese caparazón de don de gentes innato que tiene, acaba machacando a todo el mundo y abusando de su posición. En este caso, con una actriz que aspira a ser estrella y que él lo plantea como un “quid pro quo”, tú quieres ser una estrella y yo quiero un poco de satisfacción. Mamet plantea un personaje que en principio nos cae muy bien y es simpático, hasta que de repente sale el lobo.

–Eso revolverá al público en sus butacas.

–Muchos espectadores se han acercado tras la función y me han reconocido que les ha fastidiado el estar riéndose con mi personaje y, de repente, sentirse mal consigo mismo. Cuando te planteas hacer cualquier villano, tienes que defender sus posturas y el personaje.

–En el estreno de esta obra en Londres, este protagonista lo interpretaba John Malkovich. ¿Le impuso esa circunstancia?

–Fui a verlo a Londres y como llevaba una carta de recomendación pude entrar en su camerino, estuvimos charlando e incluso me hice una foto con él. Me encanta la forma tan relajada en la que hace todo sobre el escenario, es un maestro, un monstruo. Yo me planteé el reto de no hacerlo peor que él, aunque he adaptado el personaje, más latino y no tan anglosajón. Tiene una visceralidad distinta, con una construcción muy diferente, aunque intento estar a la altura y me gustaría que él aceptara mi invitación de venir a verme al teatro.

–¿Cómo se siente desde el escenario esta nueva normalidad?

–Es triste saber que el patio de butacas no va a estar lleno, como mucho al 50% en el mejor de los casos. La última vez que estuve en Zamora fue con “El cavernícola”, una función de carcajada tras carcajada. Estaba acostumbrado a ver desde el escenario a gente que literalmente se ahogaba de la risa y no sé qué pasaría ahora con la mascarilla puesta, a más de uno de daría algo.

–¿La gente se reprime a la hora de reír?

–Creo que hay una conciencia social de que reírse o cualquier gesto ostensible de expulsar aire es malo, como perjudicial para el otro, un acto insolidario. La gente se cohibe de reírse a mandíbula batiente primero porque llevan la mascarilla, pero también porque soltar tantos aerosoles al aire con una carcajada es hasta insocial. Se vive de una forma muy rara, es todo muy extraño.

–¿Y con los compañeros sobre el escenario?

–Como nos hacemos nuestras pruebas antes de actuar nos podemos acercar unos a otros e incluso abrazándonos si fuera menester. En el escenario seguimos como si no hubiera pasado nada, pero lo que se percibe en el patio de butacas es un poco triste. Hasta ahora, nunca lo hacía porque me parecía absurdo lo de aplaudir al público al finalizar la función, pero ahora sí lo hago, porque entiendo que es acto de valor añadido en estos tiempos meterse en un teatro que, por otro lado, es un espacio seguro. Pero sé que tiene un componente como de riesgo simplemente por el hecho de salir de casa y meterse en otro sitio.

–¿Se ha convertido el teatro en su lugar favorito para seguir creciendo como actor?

–Yo me dedico a sobrevivir y llevo ya cuarenta años haciendo teatro, es mi vida, mi pasión y mi segunda mujer. Pero no desdeño nunca la oportunidad de hacer cine y ahora mismo estoy grabando una serie de televisión. He tenido mis épocas de hacer mucho cine y tele y de no pisar un escenario, pero ahora estoy muy volcado en el teatro. No es una elección propia, la vida me va llevando.

–Pero se siente cómodo sobre las tablas.

–Yo me siento muy a gusto sobre un escenario, es mi lugar de confort, mi habituación del pánico, donde me siento muy seguro.

–¿Qué suponen premios como el reciente reconocimiento en la Mostra de Teatre de l’Alfàs?

–Es un premio además de muchísimo prestigio, aunque no tenga el renombre de otros, no hay más que ver la nómina de actores y actrices que lo han recibido. Me he sentido muy honrado y halagado, porque es un reconocimiento a una parte más oscura del trabajo actoral en el escenario. Muchas veces a uno se le reconoce cuando sale mucho en televisión o hace películas, así que me ha hecho ilusión que me premien por estos cuarenta años que llevo sobra las tablas, dedicándome a esta profesión con menor o mayor fortuna.

–Así que no se arrepiente de haber dejado la carrera de Medicina.

–Eso no ha pasado, pero sí que en esta profesión haya rechazado cosas que me habrían dado muchísima más proyección pública por estar en proyectos en las que estaba yo más implicado emocional y personalmente. A veces he pensado que si no hubiera rechazado un determinado papel, me habría cambiado la carrera, pero uno elige su destino.