El director del Centro Asociado de la UNED en Zamora y del Centro de Estudios de la Emigración Castellana y Leonesa, Juan Andrés Blanco, habla sobre el libro ‘El asociacionismo de la emigración española en el exterior: perspectivas de análisis’, que recoge las actas del congreso internacional ‘El asociacionismo español de una emigración diferenciada’, celebrado en Zamora en 2019.

Juan Andrés Blanco Rodríguez (Otero de Bodas, Zamora, 1951) dirigió la investigación de las asociaciones de la emigración española a América y a países europeos como Gran Bretaña y Alemania dentro de un proyecto financiado en 2016 por el Ministerio de Economía Competitividad. La obra contiene prácticamente todas las actas, con las intervenciones de los participantes, investigadores de Estados Unidos, Argentina, Brasil y varios países europeos.

-¿Cómo define la emigración histórica?

-Llamamos migración histórica a la que se produjo a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX y a la de los años 50 y 60. Nos hemos centrado en analizar cómo son las asociaciones de esos emigrantes que se marcharon en esos años. En los países en los que se asentaron constituyeron una serie de asociaciones que han ido evolucionando y muchas de las cuales siguen existiendo, sobre todo en Cuba, Argentina, México, Brasil, Uruguay, Chile y Estados Unidos. Esas asociaciones cuentan ahora con los socios tradicionales, descendientes y, en muchos casos, nuevos. Una migración de gente joven, más preparada, que también crea asociaciones nuevas y que también analizamos, cómo se relacionan de una forma compleja con las antiguas, especialmente en Inglaterra y Alemania, aunque también se ve en Bélgica, por ejemplo. Al final, examinamos las asociaciones de la emigración clásica, cómo se renuevan con la nueva emigración y las asociaciones propias de los nuevos migrantes como, por ejemplo, una de científicos españoles en Inglaterra.

-Ese artículo pone en relieve cómo España tiene tendencia a dejar ‘escapar’ a sus científicos.

-Es que hay que pensar que la emigración es un proceso libre, en términos generales, quitando la que se produce por persecuciones, como también ocurre ahora por motivos políticos, religiosos y de búsqueda de mejores expectativas de vida. Los científicos españoles, si no encuentran las condiciones de trabajo a las que aspiran y se las ofrecen fuera, pues se van.

-En ese contexto, es llamativo que la emigración se repita pero que la edad media del emigrante haya bajado, al menos, diez años.

-Sí. La nueva emigración de jóvenes, muchas veces, muy preparados, se produce cuando acaba su período de formación. Se van muy jóvenes y crean asociaciones profesionales para proporcionase información y también de forma informal. La emigración histórica también se produjo a edades tempranas pero con una preparación diferente y constituyeron las asociaciones al lograr cierto asentamiento y un relativo éxito. Las asociaciones clásicas, como el Centro Zamorano de Buenos Aires o la colonia zamorana en Cuba, fueron creadas por gente que tenía más años y una mejor situación económica.

-La lectura de este libro recuerda, entre otras cosas, que quienes afirman que la historia es cíclica parecen haberse fijado en los procesos migratorios.

-Sí lo parece. Hay un artículo del investigador de origen cubano José Moya que habla de ese carácter cíclico de la emigración, presente a lo largo de siglos. Es muy significativo.

-La baja natalidad en España es una amenaza para el futuro de España pero la inmigración se sigue considerando como una amenaza. ¿Lo es?

-El artículo de José Moya lo dice claramente: la emigración y, por tanto, la inmigración hacia ciertos lugares, es un fenómeno histórico y larguísimo. La expansión griega por el Mediterráneo y la creación de Estados Unidos, por ejemplo, se basaron en procesos de emigración. Más de 50 millones de europeos emigraron a Estados Unidos durante el siglo XIX. Es una realidad que está ahí. ¿Una amenaza? No, si se controla, aunque hay gente que lo percibe así. Es un proceso que, muchas veces, se ha regulado. Brasil, en el último tercio del siglo XIX; Argentina, a principios del XX Argentina, países con un enorme potencial económico y en desarrollo, facilitan la inmigración. Otra cosa es que sea una emigración ordenada, legal y adaptada a las necesidades del país. Aquí, incluso en nuestra zona, a principios de este siglo venía mucha gente pero, mientras conseguían los papeles y, cuando los tenían, se iban a núcleos grandes de población, donde estaban compatriotas suyos y tenían más oportunidades de trabajo.

Juan Andrés Blanco, director de la UNED Zamora. ICAL

-Europa tiende a poner coto a la llegada de extranjeros pero 17 millones de europeos se fueron a países latinoamericanos desde mediados del siglo XIX hasta 1960.

-Es verdad. Y de todos ellos, cinco millones de españoles. Nos recibieron bien, en términos generales, pero lo necesitaban. Los que ya tenían más inmigrantes de los que querían aceptar, pusieron limitaciones pronto, como Estados Unidos. En la isla Ellis, los tenían en cuarentena, algo parecido a lo que se hizo en Triscornia, en Cuba; en el Hotel de Inmigrantes, en Buenos Aires, o en Santos, en Brasil. ¿Tuvimos más facilidades para entrar? Sí, pero también hubo períodos en los que la valoración social no fue tan positiva, como los que llegaron a México durante la Revolución, cuando había cierto antespañolismo, o los que llegaron a Argentina, con cierto desprecio inicial a la emigración que llamaban ‘gallega’. Eso pasó porque hay muchas afinidades. La relación de España con América, sobre todo con Iberoamerica, tiene que ver con el descubrimiento, conquista y presencia durante siglos pero también con esos millones de emigrantes que allí se trasladaron.

-¿Queda en mal lugar España, si tenemos en cuenta el proceso migratorio y el de colonización y descolonización?

-España tiene una situación muy espectacular en los siglos XV y XVI con los descubrimientos, algo que fue una labor fundamentalmente española, en principio, y también portuguesa, aunque después participaron otros países. Es fue un hito fundamental en la historia de la humanidad. España desempeñó un papel fundamental y complejo, sin duda alguna. Por cierto, en los estudios de emigración, llama mucho la atención que Castilla y León tuviera más población en la época de los Reyes Católicos que ahora, teniendo en cuenta que las estadísticas de entonces eran relativas. Después, la realidad en España en el XIX, cuando no hicimos un proceso de modernización como en Inglaterra, determinó que la posición española en el mundo fuera cambiando. Tardamos años en establecer relaciones normales con países que habían sido parte de nuestras colonias pero, a pesar de los roces en los procesos de independencia, hubo una emigración, sobre todo a América y a países que se independizaron pronto, como Argentina, y a otros que se acababan de independizar, como Cuba. A los dos años de acabar la guerra, las nuevas autoridades en Cuba piden que vengan españoles, lo que refleja la línea de unión tan fuerte con la presencia cultural española.

-¿Qué diferencias hay entre lo que, en la investigación, se llama ‘nuevo’ y ‘viejo’ asociacionismo?

-El viejo asociacionismo es de grupos que, muchas veces, tienen más de cien años, que se crearon para apoyar a los emigrantes desde el punto de vista sanitario, cultural, educativo y recreativo. Mantener las tradiciones y matar el desarraigo y la distancia. Ahora, las asociaciones ya no tienen una función educativa ni sanitaria. Andan con un problema de cómo readaptarse porque los emigrantes directos tienen, como en Argentina, más de 80 años y los demás, son descendientes. En Cuba, muchos son hijos y, sobre todo, nietos. Es una realidad distinta y el nuevo asociacionismo utiliza las nuevas tecnologías de la comunicación, no necesitan una sede física y se mueven a través de Internet. Son menos estables pero hacen ‘quedadas’, aunque tengan una estructura menos fija, tienen muchas más posibilidades de comunicación. El reto es vincularse a las antiguas, lo que exige una disposición de las viejas asociaciones.

-En Castilla y León, sobre todo, en Zamora, es más intensa y emocional la vinculación con Cuba y Argentina.

-Efectivamente. La inmensa mayoría, casi las tres cuartas partes de los emigrantes fueron a Argentina y a Cuba, por lo que hay una gran presencia. El caso de Cuba es especial porque es el país más prohispano de toda América. Allí emigró de forma forzada población de color y los españoles. Cuando se hace la inmigración en masa de finales del XIX y principios del XX, fueron los españoles, unos pocos chinos para trabajar en el ferrocarril y algunos franceses, tras la independencia de Haití. En Argentina, los emigrantes con descendientes hasta bisnietos, supusieron cerca de cinco millones de personas.

-El vaciamiento poblacional y la tasa récord de envejecimiento ¿tiene arreglo en España y en Europa? 

-Tiene un arreglo difícil y, en cualquier caso, no será rápido. El envejecimiento y el vaciamiento se producen por el diferencial de expectativas de riqueza. La gente se fue a América y a otros países de Europa buscando mejores condiciones de vida y se fue desde el medio rural a Madrid, Barcelona, el País Vasco y Asturias, por ejemplo, buscando una mejor vida. Los movimientos de población son, en su mayoría voluntarios y la gente no va a venir o no se va a quedar si cree que sus expectativas de vida van a ser mejores en otros lugares.