Buenos días. Pertenezco al grupo de rastreadores de las Fuerzas Armadas que está colaborando en el rastreo de casos COVID. Le llamo porque ha sido usted identificada como un contacto estrecho de un caso confirmado de coronavirus”. Cuando Luisa Casares descolgó el teléfono al filo del mediodía del pasado domingo, escuchó estas palabras. Estaba sobre aviso, por lo que el impacto no fue soberbio. Aunque, incluso en esa tesitura, la llamada le impresionó. Ocurrió muy rápido. Su hermana había dado positivo y una hora antes de que Luisa recibiera esa llamada, los mismos militares le habían pedido una lista de contactos estrechos. “Insisto, no pasó ni una hora y ya me habían llamado”, enfatiza esta zamorana.

El Ejército se ha sumado a una tarea que en Zamora ha desarrollado desde un inicio el personal propio del Sacyl. El trabajo se realiza desde Atención Primaria y son tanto médicos como enfermeras quienes se encargan del rastreo de casos de coronavirus. La hoja de ruta va cambiando para ajustarse a las circunstancias. Ahora mismo, de acuerdo a la última orden que la Consejería de Sanidad emitió el 13 de octubre, los militares se encargan de realizar la lista de contactos y los sanitarios, de ejecutar el seguimiento de cada uno de los pacientes hasta que dejan de ser “casos”, que es el momento en que se considera que han vencido a esta enfermedad.

La doctora Lourdes Ledesma es una de las 44 rastreadoras con las que actualmente cuenta la provincia de Zamora. Desde el centro de salud de Santa Elena, cada jornada se encarga de realizar el seguimiento de las personas que han dado positivo en la prueba diagnóstica. “Nosotros ofrecemos al Ejército los casos que han resultado positivos y ellos se encargan de hacer esa primera llamada para informarles de su resultado y para solicitar una lista de los contactos estrechos”, explica la profesional. A las personas de la lista, también se les comunica que han sido identificadas como contactos estrechos y que deben guardar cuarentena, además de citarlas para la realización de una PCR.

Con el incremento de la incidencia del virus en Zamora, cada vez resulta más complicado encontrar a alguien que no haya conocido un caso cercano en su entorno laboral o social y que se pregunta por qué no le han llamado todavía. “Los contactos estrechos tienen que cumplir una serie de criterios, no es todo el mundo con quien ha estado una persona que ha dado positivo”, explica la doctora Ledesma. Esos criterios son, a priori, sencillos. En primer lugar, los convivientes: todos. Y en segundo lugar, aquellas personas que han estado junto a un positivo sin mascarilla, durante más de quince minutos y a menos de dos metros de distancia. Todo ello, en un horizonte temporal de dos días antes de comenzar con los síntomas o dos días antes de la PCR en el caso de los asintomáticos.

Las normas van cambiando y puede que no estén al alcance de todo el mundo en todo momento. Por eso, la doctora Lourdes Ledesma trata de hacer pedagogía. “En el trabajo, cualquiera puede estar junto a un positivo, pero si se cumplen las condiciones de separación por más de dos metros y todos están con la mascarilla puesta, aunque permanezcan allí ocho horas, no se va a considerar que existe contacto estrecho”, razona. En las instituciones educativas suele funcionar de una manera parecida, aunque son los propios centros los que, siguiendo su protocolo, se encargan de identificar a los contactos estrechos. Normalmente, a través de la mutua. Si resulta un positivo en un colegio, la entidad privada traza sus contactos y les practica la primera PCR, para después derivar el seguimiento a la sanidad pública, donde se practicará la segunda y última prueba.

El problema, en este caso, es lo que ocurre fuera de los centros educativos. “Dentro de los institutos se cumplen las normas; existe un protocolo en el que se guardan los dos metros de distancia, se utilizan las mascarillas y se produce una constante ventilación”, indica la doctora. “Pero, al preguntar a los adolescentes, nos dicen que cuando salen al recreo se quitan la mascarilla, para comer el bocadillo se quitan la mascarilla o cuando se van a casa en grupo, van sin mascarilla. Ahí tenemos que estar muy atentos, evaluar casos, reevaluarlos e insistir, porque es donde más riesgo encontramos”, explica la rastreadora zamorana.

El ocio nocturno, al igual que la adolescencia, es otro eslabón al que hay que prestar especial atención. “Aquí, lo importante es que nos den la información real, que no nos mientan”, comenta la doctora Ledesma. En Zamora, se han dado casos concretos de locales en los que el uso de mascarilla ha brillado por su ausencia, y lo mismo con la ventilación. Eso, unido al desconocimiento de quienes están alrededor, complica y mucho el trabajo de los rastreadores.

El protocolo actual marca que los positivos deben guardar un aislamiento de diez días si son asintomáticos; o bien levantar la cuarentena al tercer día de la resolución de la fiebre y del cuadro clínico siempre que haya transcurrido un mínimo de diez días desde el inicio de los síntomas. Por eso, hay quien está dispuesto a no decir la verdad para evitar ese parón en su vida cotidiana. “La gente ya comienza a saber que, si eres contacto estrecho, tendrás que hacer cuarentena. Para muchos, eso supone un coste laboral y por eso hay muchas personas que no quieren dar la información porque eso puede generar cierres de negocios”, señala la doctora Ledesma.

A buen recaudo no es la llamada que cualquiera espera un día normal de octubre. “Tenemos gente que se agobia, gente que no recuerda con quién estuvo o gente que nos da todas las facilidades”, detalla la rastreadora. Todas las reacciones son entendibles, pero en las palabras de cada cual está la contención del virus en Zamora.