Toca “resignarse” e ir cada día a trabajar sin pensar en el mañana. De los 35 bares de copas y de tapeo que convertían la calle de Los Herreros en un atractivo más para el turismo de la capital, tan solo quedan 16 abiertos de jueves a domingo. El resto de la semana apenas media docena levanta la trapa para atender a sus clientes por las tardes, y solo tres de ellos lo hacen desde la mañana. Algún propietario hasta ha olvidado los descansos semanales.

Los hosteleros, azotados ya por la crisis de 2008 y la reducción de horarios impuesta en 2012 , viven en esta era COVID solo “el día a día, y “palante””. Resignados a dejar en el recuerdo los tiempos gloriosos de la popular calle zamorana, esperan las ayudas para mantener a flote sus negocios, “a ver si la Junta de Castilla y León es tan ágil para conceder esas subvenciones a las terrazas como para adoptar las restricciones”, reivindica el dueño de varios locales, uno de ellos cerrado desde el inicio del estado de alarma.

Un nuevo confinamiento o un toque de queda como medida para evitar contagios será “la puntilla” para muchos negocios, afirma otro empresario, “creo que implicaría un cierre absoluto de la calle porque no saldría nadie a consumir” en sus establecimientos. Ocurra o no, esta crisis traerá consigo “una selección brutal en el sector, esto tardará más en recuperarse de lo que parece. Ahora mismo cubrimos ya todos los gastos, pero cuando llegue el momento de pagar los créditos ICO, vendrá el problema”.

La mayoría aplaude las medidas de contención de la pandemia. “La cosa está difícil para los bares, pero entiendo que se tienen que tomar”, explica otro industrial, “porque peligran la pensión de mi madre, la asistencia sanitaria, la educación..., hay que poner coto”. Eso sí, “con inteligencia”. Y es que todos los hosteleros de la emblemática calle dirigen la mirada al mismo objetivo: “Controlar las fiestas, las reuniones que se organizan fuera de la hostelería”, en casas o locales particulares, “y a la gente joven”. Ahí reside el mayor riesgo para la salud, subrayan los industriales consultados, “que se vigile y se sancione”, piden.

Ese autónomo acepta sin problemas el toque de queda siempre que no anticipe la hora de cierre de los bares, cafeterías y pubs, “si hemos estado trabajando hasta las doce de la noche, no hay por qué cerrar antes”. Y uno de los propietarios más jóvenes exige “que nos dejen trabajar, que podamos tener abierto hasta la una de la madrugada”. Y recoge el disgusto extendido en el sector, se siente maltratado, “nos echan la culpa de los contagios y yo, en mi bar, tengo la mesa para seis clientes ordenadita y limpita; exijo que se use la mascarilla y tengo gel hidroalcóholico”.

Sin duda, “por el camino se quedarán negocios, como ocurrió en 2008”. Por eso las ayudas de las instituciones se hacen imprescindibles para amortiguar el impacto de la pandemia en su economía. Más pesimista se muestra otro hostelero, “lo veo muy mal”. Hace un llamamiento al público “tiene que decidirse a entrar en los bares”, ahora que el duro invierno zamorano dejará desiertas las terrazas.

El “bajonazo de clientes de cuarenta años en adelante, el mayoritario” en esta zona de ocio nocturno está teniendo consecuencias tremendas, muchos negocios han desistido, han colgado el cartel de se alquila. Otros confían en “el colchón de Navidad, a ver si bajan los contagios y en los quince últimos días de diciembre para hacer remanente e ir tirando”.

“El problema es la incertidumbre, no ves un final pronto”. Este hostelero cree que, tras la pandemia, la calle de Los Herreros “cambiará mucho, porque las costumbres lo harán también”. La manera de vivir la hostelería, los horarios, “el ir de un bar a otro, el tapeo, la aglomeración ha pasado, y tardará un poco más en volver, aunque creo que lo hará”.

“En España, se ponen muchas normas y luego no se cumplen, hagamos menos y que se cumplan”, exponía otro autónomo al reclamar que las aglomeraciones en las calles, en la Plaza Mayor, se controlen. De hecho, la Policía Municipal “vigila el aforo de las calles”, apuntan sus responsables, están obligados a comprobar que se respete en los bares con rigor, “que sí lo cumplen” en toda la ciudad y en la mítica vía de Los Herreros. Hay clientes que no acaban de tomar conciencia del riesgo de contagios en esa calle, tan “angosta, la gente se queda a las puertas de los locales y como salen a la vez” de los establecimientos, los policías “tenemos que invitarles a que se vayan”. La Policía Local está vigilante para impedir que a partir de las 24.00 horas accedan más ciudadanos a la calle: dos agentes se apostan al inicio y a la salida de cumplir esa función. Esa es la hora límite a la que los establecimientos pueden recibir clientes, “los que ya están dentro pueden seguir consumiendo” y deben abandonar el establecimiento una hora más tarde.

En el gremio se detecta “una angustia por ese no saber qué pasará mañana”.